El presidente Donald Trump tiene un índice de desaprobación del 57%, según el Economist, lo cual significa un descenso de su aprobación (39%) de 18% abajo, a un año de su segunda presidencia. La economía es el principal factor de este deterioro de su popularidad, aunque también hay otros elementos como la salud pública. Tanto sus críticos como sus apoyadores han afirmado que este primer año ha sido uno altamente disruptivo, que, por cierto, ya se presagiaba debido al discurso incendiario que lo caracteriza desde siempre, en particular aquel 6 de enero en que sus hordas invadieron el Capitolio estadunidense provocando la crisis político institucional más grave de la historia de la democracia estadunidense. Esta baja en la popularidad de Trump es sintomática del fin de la luna de miel que todo presidente estadunidense vive, lo único notable es que esta vez la caída ocurrió a una velocidad mayor y abarca prácticamente todos los grupos sociales: hispanos, negros, jóvenes debajo de los 30s ...
Las políticas externas e internas de Estados Unidos, hoy más que nunca con Trump a la cabeza, están revestidas de un alto grado de fanatismo político-ideológico-religioso. Un ejemplo de esto es el funeral público que le hicieron en un estadio de futbol de Arizona al asesinado joven líder ultraderechista y trumpiano, Charlie Kirk y en el cual Trump, que parece actuar sin límites, donde quiere y cuando quiere, se presenta como un hombre del Viejo Testamento. Afirma no perdonar a sus enemigos y celebra sus desgracias. Comparando el período del trumpismo con, digamos, el período del reaganismo o con el de George W. Bush, el de Trump es verdaderamente recalcitrante en sus formas y en su narrativa de fondo. En un momento en que EU se ve perdiendo poder hegemónico en forma gradual, la narrativa proteccionista del trumpismo adquiere notoriedad debido a que puede resultarle inefectiva en el curso de la administración de su desordenada y caótica política exterior. Trump adolece de un pensam...