En esta ocasión deseo referirme al conflicto árabe y muy en particular a cómo la primavera árabe está reconfigurando la escena regional, todo lo cual seguirá siendo un tema de enorme relevancia para la correlación de fuerzas local y global en años venideros. Turquía y su primer ministro Recep Tayip Erdogan, han asumido una ofensiva en esta región con el propósito de exportar la democracia islamista turca, la cual se caracteriza por ser la más acabada y secular de la región. El 13 de septiembre pasado Erdogan inició una gira que empezó en el Cairo, Egipto y que continuó hasta el día 15 de septiembre, por Túnez y por Libia. Está más que claro que en buena medida por el hecho de gozar de enorme popularidad y credibilidad interna, Erdogan, ha decidido que es su momento para afianzar su liderazgo en Oriente próximo. Erdogan pretende convertirse en líder de la Primavera Árabe, muy a pesar de no ser árabe él mismo. En el marco del extremismo y retraso que ha caracterizado a la mayoría de los países de la región, lo más destacado es su propósito de convertirse en el promotor de un islamismo moderado y democrático, y de pasada exhibir el músculo ante Israel con quien las relaciones han andado muy mal últimamente.
Es ciertamente interesante observar el fino tino de Erdogan al planear esta gira. En primer lugar destaca la visita a Egipto por representar este país el punto de inflexión en la primavera árabe; su visita a la plaza Tahrir, símbolo de la resistencia de los árabes frente a los sátrapas, representó la oportunidad para referirse a lo que Ankara considera las nuevas prioridades de la región. En este sentido, Turquía podría en este acto inicial proclamarse como el benefactor del mundo árabe y lanzarse como potencia regional, todo lo cual ciertamente ha preocupado a Francia y a Reino Unido, que también quisieron, a través de la visita relámpago de Sarkozy y Cameron, hacer presencia en Libia en las mismas fechas que Erdogan, a fin de arrebatarle la iniciativa.
Desde luego existen intereses económicos de Turquía en la región, pero por ahora resaltan y destacan sobre todo las repercusiones políticas. Para Túnez, por ejemplo, el gobierno islamista moderado de Turquía, representa un símbolo para los nuevos líderes que surjan de la primavera árabe y con ello, Erdogan se pone a la cabeza de este nuevo liderazgo. Por otro lado, el primer ministro planeó su visita a Trípoli con el objetivo de reunirse con el Presidente del Consejo de Transición y afianzar así lazos con el nuevo liderazgo en lo que sería la primera visita de Estado que Libia tendría después de la caída de Gadafi. En el centro de estas visitas de Estado de Erdogan, se espera que sea el asunto de la existencia y reconocimiento del Estado Palestino el núcleo estratégico de su política regional, de aquí la muestra de musculatura a Israel con quien se han tenido serias diferencias a partir del asalto israelí a la nave Mavi Marmara, barco turco integrado en la “Flotilla de la Libertad” que el 31 de mayo de 2010 intentó alcanzar las costas de la Franja de Gaza en una misión humanitaria. Para Turquía este fue considerado como un acto de guerra que tensó las relaciones con Israel y exigió de EU una postura más firme respecto la política de Tel-Aviv, que ofrece a la vez a Obama una preciosa oportunidad para contener el extremismo israelita que está desbordando en un momento muy delicado la correlación de fuerzas regional. En este sentido su mensaje reciente turco en Cairo en el sentido de exigir un “reconocimiento del Estado Palestino como una obligación” lo convierte en el único líder regional que encabeza las dos causas más populares para la gente de la calle: la lucha contra los tiranos y la libertad de los palestinos. Y este bien puede significar el comienzo de un nuevo multilateralismo regional de interesantes implicaciones. Este proceso está convirtiendo a Turquía en un líder de facto en esa región en transición, que quizás se beneficiará más reconociéndolo como tal y alcanzando alianzas con miras a recuperar el desarrollo político y económico en estos países, hoy sumidos en una transición caótica.
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