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Petraus: la libido y la inseguridad irracional

Después del muy significativo triunfo de Obama, se viene una transición en la que no todo será miel sobre hojuelas. El asunto concierne de especial forma al nuevo equipo responsable de seguridad nacional de política exterior que podría verse retrasado en sus cambios debido al affaire Petraeus. Y es que la aventura en la que incursionó el general de cuatro estrellas y ahora ex director de la CIA, al haberse liado con su biógrafa y haber involucrado a una socialité de Florida que amenizaba a los militares, a otro general de alto rango quien estaba a cargo de las tropas de EU en Afganistán y a un agente del FBI, ha cimbrado el aparato de inteligencia y fastidiado algunos de los planes de Obama. La revista New Yorker, aludiendo a un dicho del escritor Philip Roth, ha ironizado sobre el melodramático caso del general caído en desgracia en los siguientes términos: “No puedes escribir ficción satírica en EU porque la realidad deshará rápidamente cualquier cosa que inventes”. En pocas palabras, la realidad ha rebasado la ficción, como suele suceder cuando incidentes de faldas y pantalones como éste impactan la vida política estadunidense.

Las implicaciones de este incidente no menor, que ocurre en el seno mismo del aparato de inteligencia del Estado estadunidense, son varias. Petraeus y sus defensores y detractores por igual, adjudican a “errores de juicio” esta historia. No obstante, es cierto, como comenta Adam Gopnik, que un incidente de esta naturaleza no hubiera ocurrido si acaso algo tuviera que haber tenido que ver con “juicio”. “El deseo no está sujeto al lenguaje de opción juiciosa, de otra manera no sería deseo”. Acerca de esta confusión Gopnik cita al célebre personaje de la novela de Roth, Portnoy’s Complaint, Alexander Portnoy, quien refiere que “cuando el deseo se presenta en la puerta, el juicio salta por la ventana y estrella su cráneo en el pavimento”. Así las cosas el culebrón que provoca el jefe de la inteligencia estadunidense y prominente figura del ejército más poderoso del globo consumando en los hechos su tentación, provoca que un vulgar de clóset, pero íntimamente ligado a la esencia de la condición humana, se traslade a la antesala del poder en la Casa Blanca.

Desde luego, otras implicaciones están a la vista: Petraeus, en la forma más infantil y amateur, escondió la aventura amorosa con su biógrafa, arriesgando en forma irracional no sólo su integridad física, sino también información clasificada de primer rango exponiendo la seguridad nacional estadunidense y la de sus aliados, incluido México, sobre los cuales EU acumula y conserva información secreta y de inteligencia nacional en el seno mismo de la CIA. Y esto sí representa un error de juicio monumental, a la vez que una expresión de pérdida del sentido de la realidad del director de la CIA con respecto a los deberes fundamentales de un funcionario de su estatura. Por último, si de por sí el poco esclarecido asunto del consulado en Bengasi, Libia, había sido llevado por los republicanos y por Fox News “ad náuseam” a la cima de los temas de su propia agenda, ahora que Petraeus ya compareció con revelaciones de un supuesto involucramiento terrorista, se aprovecharán para continuar su ofensiva en pos de su presa, Obama. La debilidad autoinfligida por Petraeus a su persona. como a la que sometió al Estado por su aventura coscolina, llevará a la oposición a acosar a Obama aún más y eventualmente a boicotear los nombramientos, como el de Susan Rice para suplantar a Clinton, que Obama tenía en agenda. Debido a esto por ahora no se vislumbran consensos en el tema de seguridad nacional con las implicaciones que esto puede llegar a tener en el corto plazo.

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