Los republicanos ante un dilema: ser vanguardia y coadyuvar a la salida de las múltiples crisis de EU o convertirse en el partido del eterno “no” a Obama y quedarse detenido en el pasado. En el inter Hillary Clinton sale del Departamento de Estado y entra en su lugar el experimentado legislador John Kerry. Al republicano moderado Chuck Hagel (igual que Kerry veterano de Vietnam) le escamotean la nominación y a cambio de su apoyo, McCain y otros senadores republicanos, le exigen a Obama más información sobre la muerte del embajador Stevens en Benghazi el año pasado: en realidad le están cobrando al Presidente la postura de Hagel en contra del chantaje de Israel para hacer de la política exterior de EU una a su gusto y del de la extrema derecha republicana, y su enfrentamiento con G.W. Bush y Cheney por la incompetente y arbitraria incursión armada en Irak. A John Brennan le condicionan su ascenso a la dirección de la CIA a cambio de más información acerca de los vuelos de los drones sobre los espacios territoriales en los teatros de conflicto en los que Washington está involucrado, tema que guste o no, es de gran aceptación entre los republicanos y sobre el cual no tienen objeciones serias. En su reciente discurso anual a la nación
Obama emplazó a los republicanos a emprender una modernización integral de su país: abordó la crisis de un maltrecho sistema electoral en deuda con sus votantes, cuyas inconsistencias los republicanos quisieron utilizar para cometer un fraude, cuya intención era hacer perdedizos a seis millones de votantes; propuso modificar la cultura de las armas consagrada en la segunda enmienda y regular, en consecuencia, la venta de armas de asalto y de guerra a particulares; delineó un plan de reconstrucción y ampliación de la infraestructura carretera construida por Eisenhower, hoy vieja e insuficiente; planteó una revolución educativa que partiera de la educación primaria hasta la universitaria y también apostó por el mejoramiento de la infraestructura de investigación científica (p.ej., invertir en el estudio del calentamiento global y del funcionamiento del cerebro humano); propuso una reforma migratoria integral que daría a 11 millones de indocumentados la posibilidad de convertirse gradualmente en ciudadanos en ocho años; urgió a resolver el déficit fiscal tomando medidas de consenso bipartidista; se declaró pro europeo, al anunciar nuevas alianzas comerciales en el Atlántico, iniciativa que se agrega a la propuesta transpacífica (TPP) de ampliación global del comercio estadunidense; pidió un aumento al salario mínimo de hasta nueve dólares la hora y remató su discurso reivindicando los derechos fundamentales del ciudadano (citoyen) a vivir en paz y en prosperidad.
Obama desmembró los temas clave y ofreció poner al Estado al servicio de la modernización estadunidense, con la clase media a la cabeza e impulsar así un nuevo desarrollo sostenible. Al hacerlo también está sugiriendo que está es la única vía hacia el crecimiento y la recuperación económica, y de pasada la posibilidad de que EU recupere los espacios de poder en el concierto global (hecho negado por Romney y Ryan ante la contundente presencia de los BRICS y de China). Los republicanos dicen no a cada una de estas propuestas y se niegan a apostar por un EU de futuro rentable.
La cuestión será hasta dónde estas negativas pichicatas dañarán de nuevo a los republicanos y les negarán por un largo rato su regreso al poder presidencial. O bien, está por verse si al contrario, el PR aprovecha la oportunidad y pondrá imaginación y audacia por delante de las ambiciones rupestres de sus miembros más extremos, y tratarán así de capturar los públicos que han perdido, apostando por la modernidad de su estructura partidista y de su país. En este nuevo tramo de la política obamista, tendrán que aceptar que el hábil Presidente les lleva ventaja y que cada retraso, por mínimo que sea, de mostrase proactivos por cumplir expectativas sociales que Obama ha leído correctamente, significará una muerte política gradual de enormes consecuencias.
Obama emplazó a los republicanos a emprender una modernización integral de su país: abordó la crisis de un maltrecho sistema electoral en deuda con sus votantes, cuyas inconsistencias los republicanos quisieron utilizar para cometer un fraude, cuya intención era hacer perdedizos a seis millones de votantes; propuso modificar la cultura de las armas consagrada en la segunda enmienda y regular, en consecuencia, la venta de armas de asalto y de guerra a particulares; delineó un plan de reconstrucción y ampliación de la infraestructura carretera construida por Eisenhower, hoy vieja e insuficiente; planteó una revolución educativa que partiera de la educación primaria hasta la universitaria y también apostó por el mejoramiento de la infraestructura de investigación científica (p.ej., invertir en el estudio del calentamiento global y del funcionamiento del cerebro humano); propuso una reforma migratoria integral que daría a 11 millones de indocumentados la posibilidad de convertirse gradualmente en ciudadanos en ocho años; urgió a resolver el déficit fiscal tomando medidas de consenso bipartidista; se declaró pro europeo, al anunciar nuevas alianzas comerciales en el Atlántico, iniciativa que se agrega a la propuesta transpacífica (TPP) de ampliación global del comercio estadunidense; pidió un aumento al salario mínimo de hasta nueve dólares la hora y remató su discurso reivindicando los derechos fundamentales del ciudadano (citoyen) a vivir en paz y en prosperidad.
Obama desmembró los temas clave y ofreció poner al Estado al servicio de la modernización estadunidense, con la clase media a la cabeza e impulsar así un nuevo desarrollo sostenible. Al hacerlo también está sugiriendo que está es la única vía hacia el crecimiento y la recuperación económica, y de pasada la posibilidad de que EU recupere los espacios de poder en el concierto global (hecho negado por Romney y Ryan ante la contundente presencia de los BRICS y de China). Los republicanos dicen no a cada una de estas propuestas y se niegan a apostar por un EU de futuro rentable.
La cuestión será hasta dónde estas negativas pichicatas dañarán de nuevo a los republicanos y les negarán por un largo rato su regreso al poder presidencial. O bien, está por verse si al contrario, el PR aprovecha la oportunidad y pondrá imaginación y audacia por delante de las ambiciones rupestres de sus miembros más extremos, y tratarán así de capturar los públicos que han perdido, apostando por la modernidad de su estructura partidista y de su país. En este nuevo tramo de la política obamista, tendrán que aceptar que el hábil Presidente les lleva ventaja y que cada retraso, por mínimo que sea, de mostrase proactivos por cumplir expectativas sociales que Obama ha leído correctamente, significará una muerte política gradual de enormes consecuencias.
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