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¿Putin el travieso o bandolerismo ruso?

José Luis Valdés Ugalde 07/09/2014

Todos quienes nos hemos inconformado y en consecuencia, escrito críticamente en contra del intervencionismo de Estados Unidos durante el siglo XIX y XX, particularmente en la subregión latinoamericana, no podemos hacernos ojo de hormiga respecto a nuevas formas de intervención en otras regiones del mundo que impactan el derecho internacional para mal, pero sobre todo en la soberanía e integridad de otras naciones, y el orden y la seguridad regionales. Me refiero a algo que desde Alemania se palpa con mucha más nitidez quizá que desde las Américas. Tal es el caso de la crisis de seguridad para Europa que se ha generado en Ucrania, donde Rusia ha montado una estrategia de escalamiento del conflicto de largo aliento, cuyo montaje escénico tiene mucho de farsa y de tragedia. El ministro de Exteriores ruso Serguéi Lavrov se la ha pasado clamando retóricamente por la necesidad de presionar al gobierno de Ucrania para pactar un alto al fuego sin condiciones. E insiste: “Sería muy importante emplear la influencia y, en general, las posibilidades de EU para mostrar que hay que dejar los intentos de resolver la situación por la vía militar para pasar a un proceso político”.

Al tiempo que el ministro declara esto, Putin no condena las acciones de los insurgentes pro rusos en Ucrania, no acepta el involucramiento de sus tropas en el conflicto, aún no aclara en dónde andan los más de mil reservistas que presumiblemente están en Ucrania, no les responde a las familias de los miembros de los más de cuatro batallones blindados, que le reclaman a Putin por su pronta aparición. Particularmente interesante es el caso de los miembros pertenecientes a la 76 División de Paracaidistas de Pskov. Según evidencias periodísticas rusas como la de Alexei Semynov, de un periódico local de Pskov, así como de otras del diario Gazeta Novaya que visitaron el cementerio de Pskov, se ha podido comprobar la existencia de más tumbas de soldados de esa división fallecidos a lo largo del mes de agosto. Como muchos de los integrantes de su división, este batallón dejó de comunicarse con sus familiares desde mediados de ese mes. Por otro lado, los cadáveres de los caídos han sido entregados a sus familias sin más noticias sobre las causas ni el lugar de su muerte.

Aún así, Moscú sigue negando su involucramiento militar, cuando la ONU, la UE (que está a punto de imponerle nuevas sanciones) y los medios de comunicación y otras organizaciones, han mostrado a Rusia como un franco agresor y responsable de romper el pacto de posguerra fría, acordado con la OTAN, la UE y EU con miras al establecimiento de relaciones cordiales que contribuyeran a la distención mundial que provocó el largo periodo de guerra fría. Más aún ya estimuló un realineamiento de las fuerzas de la OTAN, que incluso ha creado una no prevista nueva fuerza de respuesta rápida y toma posiciones militares que cada vez se acercan más a la zona de conflicto. De pasada se anuncia que se negocia un alto al fuego entre Petro Poroshenko, presidente ucraniano, y Putin, que el Kremlin niega “porque Moscú no es parte involucrada en el conflicto”, lo cual nos muestra otra vez el grado de cinismo al que los rusos pueden llegar. Si Moscú reincide y vuelve a romper los acuerdos como lo ha hecho en el pasado, tendríamos que aceptar que por la vía este tono esquizofrénico Moscú articula una estrategia por demorar la solución a un conflicto en el que evidentemente la Federación Rusa está involucrada. Se trataría de un nuevo caso de bravuconería y bandolerismo que no conocíamos desde Hitler cuando en 1939 invade Polonia y provoca el inicio de la Segunda Guerra Mundial, y que no se le había visto a ninguna de las potencias actualmente dominantes en el tablero global. China, incluso, ha actuado con moderación, cumpliendo con la etiqueta diplomática en forma correcta frente a esta crisis.

Así las cosas, todo lo que han provocado las travesuras poco inocentes de Putin en Ucrania ha sido un escalamiento que ha producido un realineamiento de actores internacionales en su contra, una amenaza a la paz regional y global y una percepción cada vez más aguda de que no se puede ya ver y tratar a Moscú como un actor confiable, al que se le suponía como un actor estatal consciente de sus responsabilidades internacionales.

*Investigador y profesor visitante en el Lateinamerika–Institut, de la Freie Universität Berlin

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