José Luis Valdés Ugalde
14/12/2014
Así se titula una serie temática de artículos publicado en el antepenúltimo número de World Politics (WP Septiembre-Octubre de 2014). En coincidencia con esto, la última y antepenúltima edición de The New York Review of Books, dedican un amplio artículo de George Soros (“Wake Up, Europe”) acerca de la nueva lógica geopolítica que Vladimir Putin intenta orquestar en las inmediaciones de la frontera de la Federación Rusa, empezando con Crimea y luego con Ucrania y el peligro que, según él, esto supone para la UE. Asimismo, tanto en el NYRB, como en el último número de Foreign Affairs, se dedican al tema sendas reseñas a propósito del más reciente libro sobre el putinismo, intitulado, Putin’s Kleptocracy: Who owns Russia?, escrito por Karen Dawisha. En este libro se describe cómo ha sido que Putin, rodeado por una camarilla de políticos y nuevos empresarios, se han apoderado del Kremlin para reorganizar lo que denominan en ese centro de poder como un Imperio Euroasiático, que hoy incluye una unión aduanera, una unión económica y recientemente una Unión Euroasiática.
Ocurre ahora con Rusia lo que desde mediados de los 90 Yegor Gaidar, el arquitecto de las reformas de mercado en ese país, había advertido: “una unión entre la mafia y la corrupción burocrática puede crear un monstruo que no tiene equivalente en la historia de Rusia —un Estado mafioso todopoderoso, un verdadero pulpo”. Por su parte, Dawisha, relata hechos que podrían confirmar los temores de Gaidar. Su tesis principal es que el avance al poder de Putin no fue accidental, sino parte de un plan de grupo y un método predeterminado sobre los que comanda Putin. Se trata de “un grupo que no ‘se perdió’ en el camino democrático; nunca tomó ese camino”. ¿Cómo se ejerció el control? Nos dice Dawisha: “transformando una oligarquía independiente del Estado y más poderosa que éste, en una estructura en la cual los oligarcas se han servido a placer con la complicidad de los funcionarios del Estado, quienes han ganado y ejercido control económico... tanto para el Estado como para ellos mismos”. El resultado: 110 individuos controlan el 35% de la riqueza rusa, de acuerdo con Dawisha. La autora describe cómo se gestó la fusión entre la policía secreta (no olvidar que Putin fue agente de la KGB en Dressden cuando la caída del Muro), la mafia y los oligarcas con tentáculos que abarcan casi cada aspecto de la vida en Rusia e incluso más allá de ésta. Nada que agregar, desde luego, de los controles absolutos que ejerce el Estado sobre los medios de comunicación, en especial de la televisión.
Putin es un hombre del pasado, deliberada, ideológica y funcionalmente. Considera inaceptable e injusta la disolución de la URSS y quiere “sus” antiguos territorios de regreso. Quiere volver al pasado en tiempos presentes en que la Guerra Fría terminó. Su intención y conveniencia es revivirla para tener campo fértil de acción en sus pretensiones por controlar la región y de pasada mortificar al resto de Europa (al grado de que Merkel ya no habla con él oficialmente). De aquí su belicosidad que lo ha llevado a confrontarse con Europa y EU. Al tiempo que sus ímpetus autoritarios se afianzaron.
El Estado ruso está compuesto por billonarios autócratas (World Affairs destaca el peligro al que está expuesto Putin dada su fortuna estimada en 40 billones de dólares y guardada en bancos de Suiza), una mafia fortalecida, un régimen policiaco y un gobierno personalista y autoritario que alucina con una nueva era de Guerra Fría y de nacionalismo patriótico. Lo cierto es que las políticas de Putin, desde la anexión de Crimea, han tendido a un mayor aislacionismo.
Las sanciones castigan los intereses económicos no de Rusia, sino de los rusos, toda vez que Putin ha ordenado al Banco Central inyectar millones de rublos para rescatar los sectores castigados por las sanciones de Occidente, que en realidad son los socios empresariales que ha reclutado con prebendas.
Lo cierto es que a pesar de la crisis de credibilidad de Putin, la sociedad rusa sigue poniendo sus esperanzas en el resurgimiento imperial ruso. A la luz de esto, cabe esperar que Putin continúe impunemente en el poder por un no muy largo plazo. No obstante, puede ocurrir antes que la jugada estratégica de Putin haya ya puesto a Rusia, a los rusos y a él mismo en una posición de zugzwang, que es un término del ajedrez que denota una condición en la cual el rey debe moverse, pero no se puede porque cualquier movimiento resultaría en jaque mate.
*Investigador y profesor visitante en el Lateinamerika–Institut, de la Freie Universität Berlin
Twitter: @JLValdesUgalde
Así se titula una serie temática de artículos publicado en el antepenúltimo número de World Politics (WP Septiembre-Octubre de 2014). En coincidencia con esto, la última y antepenúltima edición de The New York Review of Books, dedican un amplio artículo de George Soros (“Wake Up, Europe”) acerca de la nueva lógica geopolítica que Vladimir Putin intenta orquestar en las inmediaciones de la frontera de la Federación Rusa, empezando con Crimea y luego con Ucrania y el peligro que, según él, esto supone para la UE. Asimismo, tanto en el NYRB, como en el último número de Foreign Affairs, se dedican al tema sendas reseñas a propósito del más reciente libro sobre el putinismo, intitulado, Putin’s Kleptocracy: Who owns Russia?, escrito por Karen Dawisha. En este libro se describe cómo ha sido que Putin, rodeado por una camarilla de políticos y nuevos empresarios, se han apoderado del Kremlin para reorganizar lo que denominan en ese centro de poder como un Imperio Euroasiático, que hoy incluye una unión aduanera, una unión económica y recientemente una Unión Euroasiática.
Ocurre ahora con Rusia lo que desde mediados de los 90 Yegor Gaidar, el arquitecto de las reformas de mercado en ese país, había advertido: “una unión entre la mafia y la corrupción burocrática puede crear un monstruo que no tiene equivalente en la historia de Rusia —un Estado mafioso todopoderoso, un verdadero pulpo”. Por su parte, Dawisha, relata hechos que podrían confirmar los temores de Gaidar. Su tesis principal es que el avance al poder de Putin no fue accidental, sino parte de un plan de grupo y un método predeterminado sobre los que comanda Putin. Se trata de “un grupo que no ‘se perdió’ en el camino democrático; nunca tomó ese camino”. ¿Cómo se ejerció el control? Nos dice Dawisha: “transformando una oligarquía independiente del Estado y más poderosa que éste, en una estructura en la cual los oligarcas se han servido a placer con la complicidad de los funcionarios del Estado, quienes han ganado y ejercido control económico... tanto para el Estado como para ellos mismos”. El resultado: 110 individuos controlan el 35% de la riqueza rusa, de acuerdo con Dawisha. La autora describe cómo se gestó la fusión entre la policía secreta (no olvidar que Putin fue agente de la KGB en Dressden cuando la caída del Muro), la mafia y los oligarcas con tentáculos que abarcan casi cada aspecto de la vida en Rusia e incluso más allá de ésta. Nada que agregar, desde luego, de los controles absolutos que ejerce el Estado sobre los medios de comunicación, en especial de la televisión.
Putin es un hombre del pasado, deliberada, ideológica y funcionalmente. Considera inaceptable e injusta la disolución de la URSS y quiere “sus” antiguos territorios de regreso. Quiere volver al pasado en tiempos presentes en que la Guerra Fría terminó. Su intención y conveniencia es revivirla para tener campo fértil de acción en sus pretensiones por controlar la región y de pasada mortificar al resto de Europa (al grado de que Merkel ya no habla con él oficialmente). De aquí su belicosidad que lo ha llevado a confrontarse con Europa y EU. Al tiempo que sus ímpetus autoritarios se afianzaron.
El Estado ruso está compuesto por billonarios autócratas (World Affairs destaca el peligro al que está expuesto Putin dada su fortuna estimada en 40 billones de dólares y guardada en bancos de Suiza), una mafia fortalecida, un régimen policiaco y un gobierno personalista y autoritario que alucina con una nueva era de Guerra Fría y de nacionalismo patriótico. Lo cierto es que las políticas de Putin, desde la anexión de Crimea, han tendido a un mayor aislacionismo.
Las sanciones castigan los intereses económicos no de Rusia, sino de los rusos, toda vez que Putin ha ordenado al Banco Central inyectar millones de rublos para rescatar los sectores castigados por las sanciones de Occidente, que en realidad son los socios empresariales que ha reclutado con prebendas.
Lo cierto es que a pesar de la crisis de credibilidad de Putin, la sociedad rusa sigue poniendo sus esperanzas en el resurgimiento imperial ruso. A la luz de esto, cabe esperar que Putin continúe impunemente en el poder por un no muy largo plazo. No obstante, puede ocurrir antes que la jugada estratégica de Putin haya ya puesto a Rusia, a los rusos y a él mismo en una posición de zugzwang, que es un término del ajedrez que denota una condición en la cual el rey debe moverse, pero no se puede porque cualquier movimiento resultaría en jaque mate.
*Investigador y profesor visitante en el Lateinamerika–Institut, de la Freie Universität Berlin
Twitter: @JLValdesUgalde
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