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El futuro de la política de Estados Unidos (II y último)

José Luis Valdés Ugalde 08/03/2015

Decía en la anterior entrega que en Estados Unidos se vive una lucha de poder en cuyo proceso se ha producido una seria crisis ideológica al interior del sistema político, en particular dentro del Partido Republicano (PR), que se juega su futuro frente a este tsunami ideológico; esto ha impactado negativamente en el curso de decisiones de Obama, tanto al nivel de la política interna, como en la arena de decisiones de la política exterior y en los avances de EU hacia una prevención efectiva de lo que considero una relativa, aunque gradual pérdida de poder a nivel global.

En este contexto vendrán las elecciones primarias. En el que será un largo preámbulo electoral, EU confronta una transición crítica entre las tensiones del pasado y una idea avanzada de futuro que, incluso, la pueden hacer fracasar desde la polarización pronunciada que se ha generado. La propuesta avanzada plantea que EU le tome el pulso a asuntos internos, como el de la reforma política y el sistema de salud, y al entorno global desde una posición menos determinísticamente hegemónica y sin mesianismos agonizantes. Pero sí desde una posición más realista y correspondiente con los nuevos tiempos del sistema internacional, que han ubicado a Washington en una posición de agudo, pero real y potencial declive, lo que afecta su potencial actuación como actor solitario y vigilante del sistema global en el nuevo siglo. Es decir, se trataría de que Washington renuncie al papel característicamente unipolar que lo distinguió desde la Guerra Fría.

Ante la posibilidad de que el PR opte por un candidato del establishment republicano como Jeb Bush, en el Partido Demócrata (PD) se ve como casi un hecho la candidatura de Hillary Clinton (candidata también del establishment demócrata). Esto podría convertir la contienda en un enfrentamiento, de nueva cuenta, entre un Clinton y un Bush, hecho que daría muy poca originalidad al proceso que carecería de las ideas que revitalizarían el debate que urge, al que muchos consideran como caduco sistema político. Se necesita un proceso competitivo, que alerte a los partidos tradicionales acerca de los graves pendientes. En el PD tendríamos a Elizabeth Warren, la más seria contendiente después de Clinton, y entre quienes una alianza sería una muy interesante novedad para sectores de votantes que nuevamente descreen de la política. También están Bernie Sanders, quien forzaría el debate sobre temas económicos, o Jim Webb, quien podría profundizar en el debate sobre la guerra y la paz. En la lista de posibles contendientes están dos exgobernadores influyentes: Martin O’ Malley, de Maryland, y Deval Patrick, de Massachusetts. Por otro lado, se está en espera de la decisión que el vicepresidente Joe Biden tome, la cual es muy probable que sea en el sentido de abstenerse de participar. A estas alturas no importa tanto quién desafíe a Clinton. Lo trascendental será que los demócratas entiendan la importancia que tendrán el desafío y los debates a fin de profundizar en ideas renovadoras que den al PD una verdadera base argumental y popular para retener la Casa Blanca y producir una nueva infraestructura electoral en estados como Iowa, las Carolinas y Texas (este último podría volverse azul si se convence a sectores de latinos y negros predominantes en el estado). Pero también que el Comité Nacional del PD entienda que debe fijar una agenda de debates que el PR ya tiene, así como promover la competencia a su interior.

Mucho tendrán que ver en esto las decisiones de Obama en los próximos meses. Más importante será, sin embargo, que los votantes puedan ver que hay una alternativa a la polarización y que las políticas de Obama (muchas de ellas fracasadas, pero deseadas) pueden tener una alternativa de sana continuidad frente a la ofensiva que representan las posiciones perniciosas del PR (el partido del “no”). Para que este resultado óptimo pueda obtenerse, habría que esperar, primero, que la señora Clinton anunciara sus intenciones y terminara así con el impasse y, segundo, como favorita que es, que establezca una comunicación inmediata con los contendientes mencionados, especialmente con Warren, a fin de lograr acuerdos políticos de trascendencia,  que incluyan unir al partido vía la participación plural y eventual alianza para definir la fórmula (¿Clinton-Warren?). Lo opuesto sería más de lo mismo y desperdiciar el capital político que ha supuesto la elección histórica de Obama.
*Investigador y profesor visitante en el Lateinamerika–Institut, de la Freie Universität Berlin

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