José Luis Valdés Ugalde 22/03/2015
El más reciente número de Foreign Affairs (FA) dedica su sección principal al problema de la raza y el racismo en varios textos importantes (Foreign Affairs, The Trouble with Race, Vol 94, No. 2, Abril 1 de 2015). Con la llegada de Barack Obama a la presidencia pensábamos que en Estados Unidos había llegado el momento de la era posracial, que impactaría favorablemente las relaciones sociales y la cohesión social en EU y otros países del mundo occidental. No obstante, según Lawrence Bobo, en EU atestiguamos aún la prevalencia de lo que él llama Laissez-faire Racism. El desarrollo del concepto nos plantea un hecho: Estados Unidos podrá haber arribado a un momento histórico posracista, pero nunca a uno posracial.
La legislación a favor de los derechos de la minoría negra que inició JFK y continuó Johnson en los sesenta favoreció la creación de normas que dieron gradualmente a la población negra mayores derechos y libertades, al grado de que hoy el blindaje antirracista consagrado en las leyes ad hoc es total. No lo es, sin embargo, el prejuicio por razones de raza. Lo cual impacta negativamente a la población negra en temas como igualdad, empleo, salud y educación; se trata aún de una población desprotegida, expuesta, debido a los múltiples recelos que dominan la cultura de la tolerancia en EU y la percepción de sectores del poder y de la sociedad acerca de tal minoría, y que se identifican por la discriminación; como la que provocó en agosto pasado el asesinato policiaco en Ferguson en contra del joven negro no armado Michael Brown. Otros hechos similares ocurrieron en Nueva York y otras regiones de EU, que acabaron con la vida, incluso, de ciudadanos mexicanos.
La minoría negra “con derechos plenos” sigue siendo objeto de prejuicios en razón de su color y raza. El ejemplo más objetivo, que sin duda es y será tema en ulteriores análisis, es la llegada de Obama a la presidencia (un caso de derecho legal de un ciudadano con derechos políticos), al tiempo que se ha confrontado con limitaciones que le niegan el pleno ejercicio del poder político en virtud del hecho de que en la visión (soterrada e hipócrita) de amplios sectores de población blanca, incluidos políticos prominentes como John Boehner, el Speaker de la Cámara baja, su condición de negro le resta legitimidad a su investidura. Prevalece un acentuado pensamiento entre sectores de población blanca que no toleran que se contradiga la máxima histórica que reza: la Casa Blanca (construida con mano de obra esclava) no está destinada a ser ocupada por un Presidente negro. Obama, pues, no ha contado con el beneficio de la duda. Esto es lo que se llamaría habitar aún en un mundo no posracial en EU: el derecho legal para “ser ciudadano pleno” existe, pero no el reconocimiento legítimo para ello. EU vive aún en un apartheid cultural que repercute en la vida política y social.
Así, el multiculturalismo definido como el espacio social poblado por la diversidad racial, usualmente resultado de la migración, ciertamente ha ensamblado mejor en la sociedad estadunidense que en la europea. Según Kenan Malik (The Failure of Multiculturalism. Community versus society in Europe, en el FA ya referido), el término “envuelve tanto una descripción de la sociedad como una prescripción para manejarlo”. No obstante, aunque los pendientes en EU son grandes, países como Francia, RU y Alemania lo enfrentan más críticamente. El temor sobre el intenso reclutamiento de jóvenes europeos para militar en la yihad global es un hecho objetivo que ha desanimado a los Estados y a las sociedades para aceptar la inclusión. Los atentados en París contra Charlie Hebdo lo han demostrado. Pero también han hecho que se desenmascare el mito de la diversidad y de la inclusión de la minoría islámica, así como la urgencia de que se revise esta grave falla, toda vez que los migrantes no tienen un lugar asignado en la narrativa cultural de estas naciones, como sí ocurre en EU; es decir, los migrantes no han sido incorporados como agentes de cambio social. El multiculturalismo es una realidad compleja que está en crisis: estas manifestaciones en el seno del mundo occidental acuñó la filosofía multiculturalista como el espacio de la diversidad, son consecuencia de una “tolerancia” que, a la vez, intimida y coarta las libertades de los sistemas democráticos occidentales.
*Investigador y profesor visitante en el Lateinamerika–Institut, de la Freie Universität Berlin
Twitter: JLValdesUgalde
El más reciente número de Foreign Affairs (FA) dedica su sección principal al problema de la raza y el racismo en varios textos importantes (Foreign Affairs, The Trouble with Race, Vol 94, No. 2, Abril 1 de 2015). Con la llegada de Barack Obama a la presidencia pensábamos que en Estados Unidos había llegado el momento de la era posracial, que impactaría favorablemente las relaciones sociales y la cohesión social en EU y otros países del mundo occidental. No obstante, según Lawrence Bobo, en EU atestiguamos aún la prevalencia de lo que él llama Laissez-faire Racism. El desarrollo del concepto nos plantea un hecho: Estados Unidos podrá haber arribado a un momento histórico posracista, pero nunca a uno posracial.
La legislación a favor de los derechos de la minoría negra que inició JFK y continuó Johnson en los sesenta favoreció la creación de normas que dieron gradualmente a la población negra mayores derechos y libertades, al grado de que hoy el blindaje antirracista consagrado en las leyes ad hoc es total. No lo es, sin embargo, el prejuicio por razones de raza. Lo cual impacta negativamente a la población negra en temas como igualdad, empleo, salud y educación; se trata aún de una población desprotegida, expuesta, debido a los múltiples recelos que dominan la cultura de la tolerancia en EU y la percepción de sectores del poder y de la sociedad acerca de tal minoría, y que se identifican por la discriminación; como la que provocó en agosto pasado el asesinato policiaco en Ferguson en contra del joven negro no armado Michael Brown. Otros hechos similares ocurrieron en Nueva York y otras regiones de EU, que acabaron con la vida, incluso, de ciudadanos mexicanos.
La minoría negra “con derechos plenos” sigue siendo objeto de prejuicios en razón de su color y raza. El ejemplo más objetivo, que sin duda es y será tema en ulteriores análisis, es la llegada de Obama a la presidencia (un caso de derecho legal de un ciudadano con derechos políticos), al tiempo que se ha confrontado con limitaciones que le niegan el pleno ejercicio del poder político en virtud del hecho de que en la visión (soterrada e hipócrita) de amplios sectores de población blanca, incluidos políticos prominentes como John Boehner, el Speaker de la Cámara baja, su condición de negro le resta legitimidad a su investidura. Prevalece un acentuado pensamiento entre sectores de población blanca que no toleran que se contradiga la máxima histórica que reza: la Casa Blanca (construida con mano de obra esclava) no está destinada a ser ocupada por un Presidente negro. Obama, pues, no ha contado con el beneficio de la duda. Esto es lo que se llamaría habitar aún en un mundo no posracial en EU: el derecho legal para “ser ciudadano pleno” existe, pero no el reconocimiento legítimo para ello. EU vive aún en un apartheid cultural que repercute en la vida política y social.
Así, el multiculturalismo definido como el espacio social poblado por la diversidad racial, usualmente resultado de la migración, ciertamente ha ensamblado mejor en la sociedad estadunidense que en la europea. Según Kenan Malik (The Failure of Multiculturalism. Community versus society in Europe, en el FA ya referido), el término “envuelve tanto una descripción de la sociedad como una prescripción para manejarlo”. No obstante, aunque los pendientes en EU son grandes, países como Francia, RU y Alemania lo enfrentan más críticamente. El temor sobre el intenso reclutamiento de jóvenes europeos para militar en la yihad global es un hecho objetivo que ha desanimado a los Estados y a las sociedades para aceptar la inclusión. Los atentados en París contra Charlie Hebdo lo han demostrado. Pero también han hecho que se desenmascare el mito de la diversidad y de la inclusión de la minoría islámica, así como la urgencia de que se revise esta grave falla, toda vez que los migrantes no tienen un lugar asignado en la narrativa cultural de estas naciones, como sí ocurre en EU; es decir, los migrantes no han sido incorporados como agentes de cambio social. El multiculturalismo es una realidad compleja que está en crisis: estas manifestaciones en el seno del mundo occidental acuñó la filosofía multiculturalista como el espacio de la diversidad, son consecuencia de una “tolerancia” que, a la vez, intimida y coarta las libertades de los sistemas democráticos occidentales.
*Investigador y profesor visitante en el Lateinamerika–Institut, de la Freie Universität Berlin
Twitter: JLValdesUgalde
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