José Luis Valdés Ugalde
03/05/2015
Hillary Clinton se ha lanzado al ruedo electoral con el eslogan: “Todos necesitan un campeón. Yo quiero ser tu campeón”. Apunta como la favorita para obtener la nominación de su partido a la candidatura presidencial. Aunque están por definirse algunas precandidaturas, como la de Elizabeth Warren senadora por Massachusetts, ocupante de la curul que por mucho tiempo tuvo Edward Kennedy y representante de la izquierda demócrata, por el momento no se ven perspectivas claras de que vaya a ser desplazada. Al tiempo que es la candidata a vencer, la rival más importante para Hillary será Hillary misma.
Veamos por qué. Se trata de una política profesional con años de experiencia, como una primera dama proactiva (suyo es el primer esfuerzo por reformar el sistema de salud que Obama retoma), después como senadora por Nueva York, luego como precandidata perdedora frente a Obama en 2008 y como jefa de la diplomacia de EU. Es una política equipada con inteligencia y experiencia. Ha logrado obtener las simpatías de públicos amplios. De acuerdo con una encuesta de CNN, Clinton pasó de tener un apoyo popular de cerca de 67%, cuando era secretaria de Estado, a un nada despreciable 55%; curva de descenso debido a su transición como funcionaria a la vida civil. Cuenta con gran simpatía entre sectores de la población, cuyas causas de emancipación han sido explícitamente apoyadas por Clinton: cuenta con un apoyo por encima de 50% entre las mujeres, la población homosexual, la población no blanca, entiéndanse así las poblaciones afroestadunidense y latina (votantes demócratas fijos). Además, cuenta con el precedente sentado por Obama, primer jefe de Estado negro de la historia del mundo occidental, en donde la política democrática sigue dominada mayoritariamente por la clase política blanca. Esto pavimenta el camino para que Hillary se proyecte como líder de EU. Hay que agregar que del lado republicano le esperan contrincantes atrapados por el ultraconservadurismo, cuestión que los ubica en la premodernidad política acerca de muchos temas como el del aborto, la Reforma Migratoria, los derechos de las mujeres, los homosexuales y la población negra. Y esto puede representarle ventaja.
Por otro lado, Hillary tendrá que remontar algunos pasivos potenciales que la persiguen. El primero es si podrá quitarse de encima la sombra de su esposo, el expresidente Clinton (cuestión improbable dado que Bill Clinton y su popularidad significan más un activo, con todas sus desventajas). El segundo será defenderse de las críticas sobre su voto a favor que, como senadora, otorgó para emprender la guerra fallida de George W. Bush. El tercero y más reciente será el grado de responsabilidad a su cargo como secretaria de Estado por el ataque al consulado estadunidense en Bengasi, Libia, donde murió el embajador Christopher Stevens. Sobre esto la oposición republicana ha sugerido una supuesta mala administración de la señora Clinton de su cuenta electrónica privada, en la cual habría habido correos (aparentemente borrados) relacionados con esta crisis. Y el cuarto se refiere a un tema que Jeb Bush (el candidato del establishment republicano y muy probable candidato) también afrontará: el de su pertenencia a una “dinastía” que ha dominado el espectro político por más de tres décadas. Esto no tendría que ser raro en un país que ha tenido a los Kennedy o a los Roosevelt a cargo de segmentos importantes de la política estadunidense.
A Clinton le espera resolver el conflicto entre estos dos lados de su persona política. Como menciona The Economist (abril-11-17, 2015), lo que realmente importará en la campaña de Clinton, es cuál será su programa económico y social, así como su plan de política exterior. El precedente que le hereda Obama será determinante y como una palanca. No obstante, tendrá que distanciarse del Presidente para ser una alternativa creíble. Tanto esto, como pasar de ser celebridad a candidata y “campeona”, implicará un gran desafío: dos aspectos, que, de manejar bien, le pueden dar la presidencia de EU por primera vez a una mujer.
Hillary Clinton se ha lanzado al ruedo electoral con el eslogan: “Todos necesitan un campeón. Yo quiero ser tu campeón”. Apunta como la favorita para obtener la nominación de su partido a la candidatura presidencial. Aunque están por definirse algunas precandidaturas, como la de Elizabeth Warren senadora por Massachusetts, ocupante de la curul que por mucho tiempo tuvo Edward Kennedy y representante de la izquierda demócrata, por el momento no se ven perspectivas claras de que vaya a ser desplazada. Al tiempo que es la candidata a vencer, la rival más importante para Hillary será Hillary misma.
Veamos por qué. Se trata de una política profesional con años de experiencia, como una primera dama proactiva (suyo es el primer esfuerzo por reformar el sistema de salud que Obama retoma), después como senadora por Nueva York, luego como precandidata perdedora frente a Obama en 2008 y como jefa de la diplomacia de EU. Es una política equipada con inteligencia y experiencia. Ha logrado obtener las simpatías de públicos amplios. De acuerdo con una encuesta de CNN, Clinton pasó de tener un apoyo popular de cerca de 67%, cuando era secretaria de Estado, a un nada despreciable 55%; curva de descenso debido a su transición como funcionaria a la vida civil. Cuenta con gran simpatía entre sectores de la población, cuyas causas de emancipación han sido explícitamente apoyadas por Clinton: cuenta con un apoyo por encima de 50% entre las mujeres, la población homosexual, la población no blanca, entiéndanse así las poblaciones afroestadunidense y latina (votantes demócratas fijos). Además, cuenta con el precedente sentado por Obama, primer jefe de Estado negro de la historia del mundo occidental, en donde la política democrática sigue dominada mayoritariamente por la clase política blanca. Esto pavimenta el camino para que Hillary se proyecte como líder de EU. Hay que agregar que del lado republicano le esperan contrincantes atrapados por el ultraconservadurismo, cuestión que los ubica en la premodernidad política acerca de muchos temas como el del aborto, la Reforma Migratoria, los derechos de las mujeres, los homosexuales y la población negra. Y esto puede representarle ventaja.
Por otro lado, Hillary tendrá que remontar algunos pasivos potenciales que la persiguen. El primero es si podrá quitarse de encima la sombra de su esposo, el expresidente Clinton (cuestión improbable dado que Bill Clinton y su popularidad significan más un activo, con todas sus desventajas). El segundo será defenderse de las críticas sobre su voto a favor que, como senadora, otorgó para emprender la guerra fallida de George W. Bush. El tercero y más reciente será el grado de responsabilidad a su cargo como secretaria de Estado por el ataque al consulado estadunidense en Bengasi, Libia, donde murió el embajador Christopher Stevens. Sobre esto la oposición republicana ha sugerido una supuesta mala administración de la señora Clinton de su cuenta electrónica privada, en la cual habría habido correos (aparentemente borrados) relacionados con esta crisis. Y el cuarto se refiere a un tema que Jeb Bush (el candidato del establishment republicano y muy probable candidato) también afrontará: el de su pertenencia a una “dinastía” que ha dominado el espectro político por más de tres décadas. Esto no tendría que ser raro en un país que ha tenido a los Kennedy o a los Roosevelt a cargo de segmentos importantes de la política estadunidense.
A Clinton le espera resolver el conflicto entre estos dos lados de su persona política. Como menciona The Economist (abril-11-17, 2015), lo que realmente importará en la campaña de Clinton, es cuál será su programa económico y social, así como su plan de política exterior. El precedente que le hereda Obama será determinante y como una palanca. No obstante, tendrá que distanciarse del Presidente para ser una alternativa creíble. Tanto esto, como pasar de ser celebridad a candidata y “campeona”, implicará un gran desafío: dos aspectos, que, de manejar bien, le pueden dar la presidencia de EU por primera vez a una mujer.
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