15 de Noviembre de 2015
Francia es, hoy por hoy, el país más inseguro de la UE y esto se tiene que detener. De nuevo, París se cimbra y con ella el mundo. El pasado viernes 13 se sufrieron varios atentados simultáneos en diversas localidades de la Ciudad Luz, en los que perdieron la vida un número todavía indeterminado de personas.
Hasta ahora se sabe que ocurrieron siete ataques coordinados, entre ellos varias explosiones cerca del Estadio de Francia durante un juego amistoso de futbol entre Francia y Alemania, tiroteos en dos restaurantes, en un bar, en un centro comercial y una toma de rehenes en la conocida sala de conciertos Bataclan. De acuerdo con los informes policiales, los ataques han dejado hasta ahora, al menos, 128 víctimas mortales y 250 heridos, 99 de los cuales se encuentran en “estado crítico”.
El 13 de noviembre de 2015 será, como lo fue el 9/11, un punto de inflexión para Francia y el mundo en la lucha contra el terrorismo. ¿Qué es lo novedoso de estos ataques? Primero su multiplicidad. En unas horas, los terroristas perpetraron siete ataques en forma casi simultánea. Segundo su grado de barbarismo provocó los ataques más sangrientos en tierras europeas desde que se inició la guerra contra el terrorismo. Tercero, de acuerdo con los informes de las agencias de seguridad, hubo un alto grado de colaboración interna para permitir que los yihadistas operaran, lo cual nos demuestra que el EI ha tenido un gran éxito en su campaña de reclutamiento a través de las redes; esto demuestra, lamentablemente, que los fundados temores en los países occidentales son ciertos: el enemigo está adentro y convive con las sociedades a las que eventualmente atacará y esto ya se vio desde el 7 de enero de este año, cuando tres ciudadanos franceses y yihadistas de Al-Qaeda y el EI perpetraron una masacre también en París, en la que decapitaron a la dirección de la revista satírica Charlie Hebdo, que había plantado cara al extremismo islámico usando el humor satírico de sus caricaturas para criticar el uso político de Mahoma que éste hace. Asimismo, los dos días siguientes, el 8 y el 9 de enero, el mundo atestiguó cómo un solo individuo en curiosa coincidencia con las acciones de los responsables del anterior hecho, penetraba en un mercado judío parisino matando a cuatro rehenes, después de matar a una mujer policía en plena calle. Y en cuarto y último lugar, se ha podido demostrar que por primera vez los terroristas se autoinmolan al atentar en suelo europeo, como fue el caso en las detonaciones en el estadio de futbol y en el Bataclan.
De acuerdo con los informes policiales, dos hombres no identificados armados con rifles Kaláshnikov abrieron fuego en los restaurantes Le Petit Cambodge y Le Carillon dejando entre 12 y 14 muertos y una decena de heridos. Sobresale aquí, que éste y los otros seis ataques tienen un alto contenido simbólico, destacándose que François Hollande se encontraba, junto al ministro de Relaciones Exteriores alemán, presenciando el partido. No se diga el hecho de que el concierto en el Bataclan era conducido por el grupo estadunidense, Eagles of Death Metal y que los atentados contra paseantes hayan ocurrido en dos de los distritos (el 10 y el 11) más concurridos de París en noche de viernes. El desafío en contra del poder presidencial francés (el EI acusa a Francia de ser el país que “porta la cruz” en su contra) y la sociedad civil global es claramente demostrativo de que el EI (que ya reivindicó su autoría) ha emprendido una escalada en su estrategia (el avión ruso caído en octubre pasado en el Sinaí quizá fue el primer aviso), todo lo cual no augura para nadie un futuro tranquilo y sí altamente incierto en lo que se refiere a la convivencia civilizada internacional. Y esto incluye cuidar el respeto por igual para todos los inmigrantes en Europa.
Esté o no debilitado el EI, lo cierto es que la coalición de países que lo combate en Siria, principalmente, habrán de acordar con urgencia una salida integral a la crisis (que incluya por ahora la lamentable permanencia de Bashar al-Assad, el protegido de Putin), lo cual supone identificar completamente las fuentes de financiamiento y la articulación celular principalmente al interior de las sociedades de Occidente. Sólo con estas medidas, entre otras fundamentales, se podrá cancelar de por vida la existencia de esta escalofriante expresión terrorista que nos amenaza a todos por igual.
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