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Adiós a las armas




El presidente Barack Obama no se da por vencido en ninguno de los críticos temas que directamente ha introducido al ruedo político y frente a los que los republicanos, cautivos de una derechización rampante, se defienden como gatos boca arriba, cual dogma de fe, sin argumentos, sólo con consignas.

10 de Enero de 2016

Inventa mundos nuevos y cuida tu palabra;
El adjetivo, cuando no da vida, mata
Vicente Huidobro

Como diría el poeta chileno Vicente Huidobro, son esclavos de la consigna, así como lo son las izquierdas enredadas de nuestro continente y de otros territorios que sufren los coletazos extremistas de ambas corrientes ideológicas. En política, el propósito del estadista es el de ser, sobre todo, efectivo y, si de pasada se puede, también seductor. Obama es ambas cosas. En su entrevista del jueves pasado con Anderson Cooper de CNN y ante un público plural hizo una defensa honesta, cautelosa y analítica del control de armas en su país. Estableció claramente que su propósito no es desarmar a los estadunidenses, que en nombre de la segunda enmienda se abastecen de armas para protegerse, sino de evitar que caigan las armas equivocadas en las manos equivocadas. Habló también de la tendencia a desvirtuar su reciente acción ejecutiva por sus opositores en las cámaras y en el lobby más poderoso en favor de las armas, la Asociación Nacional del Rifle. Lo que Obama ha hecho ha sido provocar un debate nacional sobre un tema polémico que nadie había querido afrontar y, de pasada, hacer que sus oponentes republicanos y aliados demócratas se resbalen y se definan (adelantó que no apoyará a ningún candidato que no se pronuncie en favor del control de armas). Y no es poca cosa el tema en un país que tiene a la población más armada per cápita en el mundo, 30 mil muertes anuales por armas y que sólo en diciembre pasado consumió un millón 600 mil armas de todo calibre, la mayor venta en un mes en dos décadas.

Esto ocurre en momentos en que la violencia y las matanzas a manos de criminales, terroristas y también policías, llegan a un extremo intolerable. La masacre de San Bernardino, California, el reciente atentado en Filadelfia contra la policía a manos de un seguidor del Estado Islámico y los asesinatos de afroestadunidenses en Illinois y otras partes son algunos de los muchos hechos de violencia dirigida y casual que se han vivido durante la presidencia de Obama. Los partidarios de la portación de armas en forma indiscriminada, no regulada y sin la verificación de los antecedentes penales de los consumidores o del registro adecuado del vendedor, basan su resistencia en la segunda enmienda de la Constitución. Se trata de una defensa que ya no corresponde a los tiempos en que, previo a la revolución de 1760, lealistas (probritánicos) y patriotas (independentistas) se enfrentaron, armándose estos últimos para defenderse de la corona y de la tiranía. Esto ya no es una realidad vigente en la actualidad. Y Obama así lo ha palpado y el público estadunidense también: más de 60% de la población está con Obama en su propuesta de control de armas. Ni está sometido EU a una tiranía o imperio, ni nada tendría que hacer una agrupación de ciudadanos armados si la atacara el propio ejército estadunidense.

Al margen de este debate muy estadunidense hay que decir que resulta antiético en una sociedad democrática plantear la defensa de su seguridad con el argumento de las armas como primera escala estratégica. Ni la seguridad de la sociedad estadunidense está resguardada por poseer un arsenal e incluso una pistola de gran calibre, ni la posesión de armas garantiza que EU no pueda ser atacado por actores no estatales, como el Estado Islámico, tal y como ocurrió en 2001 y en 2015. Y, en esto, Obama tiene un punto en su favor que eventualmente prenderá en el seno del debate. Al introducir de nuevo otro tema que captura el interés nacional, el presidente Obama ha demostrado ser un buen político, lo cual se mide en parte por la gran cantidad de opositores que, desesperados, recurren a la diatriba y no al argumento racional para combatirlo. Así como la novela autobiográfica de Hemingway, que titula este artículo, tuvo 47 finales por la indecisión de su autor, la historia que inicia Obama sobre el tema, y casi al final de su mandato, empieza ya a tener desenlaces varios en EU. Es de esperarse que el que prevalezca sea el de la moderación y la cordura cívica de sus ciudadanos y dirigentes.

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