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El nuevo déspota americano



El 14 de junio cuando se celebrará la última elección primaria en Washington, DC, o incluso antes, podremos enterarnos de los resultados de las elecciones primarias estadunidenses. Si Donald Trump resulta ser el candidato republicano y es electo Presidente de EU (escenario ni propicio ni deseado), el mundo no se va a acabar, pero sí se va a estremecer.

06 de Marzo de 2016

Lo que, ciertamente, habrá ocurrido es que el debate argumental y político se habrá degradado enormemente en ese país. La vulgaridad y la ignorancia manifiesta que el propio Partido Republicano (PR) dejó crecer en el discurso y en la persona política de Trump no tendrá reversión en el tiempo. El daño hecho está. Trump representa a un sector extremista, pero también enojado, ignorante y prepotente de la sociedad estadunidense y nada de lo que ha propuesto puede siquiera ser materializado en los hechos. ¿O acaso revertirá el pacto nuclear firmado con Irán por las cinco potencias del Consejo de Seguridad de la ONU, más Alemania y avalado por la UE? ¿Cerrará la embajada de EU en La Habana, recientemente abierta? ¿Se confrontará con China? ¿Tirará una bomba nuclear en contra del Estado Islámico (EI) en Irak y Siria? Yo dudo que pueda y que el pueblo estadunidense lo deje. ¿O no? Trump representa al charlatán más espectacular que ha producido la historia política de EU. Se trata del nuevo déspota en el firmamento político de las Américas. El cinismo político, que en el nombre de la anticorrección política, muestra, es una expresión de su desprecio por la etiqueta política, por la política misma y por sus reglas democráticas que, incluso, Vladimir Putin (otro déspota al más puro estilo soviético y zarista) cumple aunque a medias. Se trata de un antipolítico devenido en político puro y subversivo frente a la cosa pública.

Pero también es el producto y la más grotesca expresión de la descomposición del PR, pero que no sabe cómo logrará deshacerse de él antes de que sea tarde. En efecto, los republicanos ven en Trump al mayor pasivo de su historia y el impedimento mayor para llegar a la Casa Blanca. Como se ha argumentado en este espacio, una facción extremista del PR y tolerada por su cúpula, ha sido responsable desde 2008, año en que se eligió a Barack Obama, del mayor obstruccionismo legislativo del que se tenga memoria y de la contaminación ideológica, tanto en el interior del legislativo como del propio partido. Los senadores Ted Cruz y Marco Rubio, quienes se erigen en salvadores del PR, atajando a Trump, han sido corresponsables del altisonante tono y del crecimiento exponencial de Trump. No sólo por representar posiciones retrógradas frente a Obama, sino or no oponerse desde el primer día a su narrativa incendiaria. Recordemos que Rubio, como miembro del Comité senatorial de relaciones exteriores, ha vetado el nombramiento de la embajadora designada en México, Roberta Jacobson, por haber sido fundamental en el restablecimiento de relaciones con Cuba. Y como estos, ha habido numerosos ejemplos de cómo el PR, tolerando las posiciones extremistas de sus cuadros, le ha permitido a su extrema derecha avanzar, al tiempo que ha creado grandes vacíos políticos. Estos vacíos han sido un regalo de oro para Trump, quien se ha posicionado hábilmente en ellos, ocupándolos con su retorcida retórica. Ayudado por esta enorme inhabilidad y cobardía política de la dirigencia republicana, Trump ha podido hacerse presente y vender sus venenosos productos. Se trata de un perfecto Frankenstein de los republicanos, de su prensa y de su clientela..

Se caracteriza por un temperamento despótico que no es previsible que cambie ni siendo candidato, ni presidente. Su mexicanofobia e islamofobia; sus insultos a las mujeres, a los minusválidos y a los veteranos de guerra; sus amenazas a la prensa crítica; su desprecio por un juez latino por su origen; sus veladas advertencias a los donantes de otras campañas de reservarse ese derecho; su admiración por Putin, Mussolini y los responsables chinos de la masacre de Tiananmen, son factores que hacen palidecer a otros déspotas históricos del continente americano y de otros latitudes. Pero también dan paso a lo que George F. Will ha denominado como “autoritarismo anticonstitucional”. La sola idea de que los estadunidenses lo elijan para ocupar la silla más poderosa del planeta pone los pelos de punta y amenaza con hundir a EU en el mayor de sus desprestigios.

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