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¿Y ahora, qué hacer con Trump? I



Donald Trump negocia con la dirigencia republicana respaldo a su esperada entronización como candidato del Partido Republicano (PR). Paul Ryan, excompañero de fórmula de Mitt Romney en 2012, es hoy jefe de la mayoría republicana y presidente de la Cámara baja. Es, él mismo, un conspicuo representante del sector derechista del republicanismo que quiere negarle a Obama su derecho a legar, con sus reformas, valor agregado a la famélica democracia estadunidense.

15 de Mayo de 2016

También, es un necio opositor a aceptar que el calentamiento global es consecuencia de la mano del hombre. Sin embargo, a diferencia del enclenque Marco Rubio, quien humillado y vapuleado por Trump, salió de la contienda primaria después de perder Florida, su estado, pero que ahora lo respalda sin pudor, Ryan la está pensando dos veces antes de ofrecerle su importante apoyo al magnate e ilusionista político. Cosas de la política del hueso.

Si Trump sale airoso de su esfuerzo unionista, estará acercando al PR a la esperada unidad y a su probable triunfo. Éste, no obstante se ve complicado si atendemos a las cifras nacionales del desafecto por Trump. Según Político, 75% de mujeres, 66% de independientes, 80% de adultos jóvenes y 85% de hispanos, no lo quieren. A nivel nacional y considerando todos los subgrupos, el 65% de población ve a Trump no favorablemente. No se diga el alto porcentaje de afro estadunidenses y de población musulmana, agraviadas ambas sin parar por Trump, que votarían en su contra. Existe, según The Washington Post, otro dato adicional que desfavorece al señor Trump. Si Hillary Clinton, la favorita de los demócratas, ganara Florida, que cuenta con 29 votos electorales (según Político, Clinton le ganaría a Trump por 13 puntos) y además, ganara los 19 estados que han votado por los demócratas desde 1992, más Washington, D.C., ganarían al PR con 271 votos electorales. El PR la tiene complicada: con sus 13 estados duros ganados en las últimas seis elecciones, obtiene sólo 102 votos electorales; es decir, tiene que buscar 168 votos para llegar a la cifra mágica de 270, todo lo cual, le resultará más complicado que obtener los 29 votos que ofrece la Florida a los demócratas. Si esto no fuera suficiente, tenemos que al interior de los grupos del PR, Trump tiene una impopularidad que va del 51% al 56%; sólo entre los grupos blancos evangélicos protestantes, Trump es visto mal por el 41% de este sector. En fin, el propio Trump es su propio enemigo y así lo ven los moderados republicanos que tiemblan cada vez que despotrica contra las mujeres, los hispanos y demás sectores que con esto se ven rechazados y, seguramente, se alinearán con los demócratas.

Con respecto al Partido Demócrata (PD), se puede observar un escenario complejo y una cierta polarización entre Sanders y Clinton. Después de su triunfo en Virginia Occidental, la campaña de Sanders se fortaleció. Aun así, todo parece indicar que Clinton se perfila como la ganadora y esto lo comprobará en las elecciones que quedan de mayo (Oregon, Kentucky y Washington), pero sobre todo las que se avecinan en junio, principalmente en California, estado decisivo. Así como se perciben prospectos de ruptura en el PR, en el PD es visible un escenario similar, si Sanders y sus muchos seguidores decidieran apartarse, formar un Frente Amplio y no otorgarle su apoyo a Clinton. Esto sería el peor escenario político para EU, toda vez que le daría el triunfo a Trump quien podría llegar muy sólido y con un partido unido. En ambos casos, no obstante, se observa la existencia de una corriente al interior que combate el statu quo partidista y no sorprendería que esto provocara el fin del sistema bipartidista conocido hasta hoy, si es que emergiera una tercera fuerza proveniente de cualquiera de las dos fuerzas políticas. La moneda está en el aire. Lo cierto es que el sistema político estadunidense ha dado de sí y esto lo evidencia el hecho de que los extremos insatisfechos están atizando el fuego. En todo caso, lo que está a la vista es cómo la política local e internacional podrían ser condenadas al naufragio si un mercenario político como Trump, quien dice cinco o más cosas distintas sobre un mismo tema cada vez que expela una ocurrencia, pero que, sobre todo, fomenta el odio y el resentimiento entre su base social, fuera electo presidente del país más poderoso (y con él, mucho más peligroso) del planeta.

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