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Mentiras, raza, sadismo y poder (I)

Empieza a ser más claro para los medio y el público atento que Donald Trump construye un discurso a base de mentiras en contra de todo y de todos.

18 de Septiembre de 2016
La tendencia sadista es el deseo de hacer
a otros sufrir o verlos sufrir. Este sufrimiento
más frecuentemente es sufrimiento mental.
Su objetivo es dañar, humillar, avergonzar a otros,
o verlos en situaciones embarazosas y humillantes.
Erich Fromm, El miedo a la libertad.

Este discurso ha sido una constante en su campaña en contra de mexicanos, musulmanes, mujeres, discapacitados, veteranos de guerra y afroestadunidenses. 
Y esta constante no ha sido suficiente para que su candidatura haya perdidomomentum, a tal grado que, al día de hoy, las encuestas lo acercan críticamente a Hillary Clinton y lo convierten en un candidato elegible. Una de las razones de esto es que hay un sector de estadunidenses muy resentidos que se identifican con él pero, sobre todo, que los medios no han sabido encuadrarlo en el centro de sus enormes contradicciones. Y esto ocurre en gran medida porque para estos (CNN), Trump es garantía de marketing y porque, además, sorprendentemente éste ha logrado imponerles la agenda y engañarlos dada su estatura mediática innegable.
Hace cinco años que Trump le exigió públicamente al presidente Obama su certificado de nacimiento. Quería que éste comprobara si era ciudadano estadunidense y que no había nacido en Kenia y, posteriormente, hubiera sido educado en Indonesia bajo la fe musulmana. Además, pidió que Obama presentara pruebas de que se había graduado como abogado de Harvard y de que, además, efectivamente se había convertido en el primer negro en ser electo presidente de laHarvard Law Review, la revista de derecho de esta universidad. De un solo tiro el indeseable señor Trump cuestionaba que Obama fuera estadunidense, profesara el cristianismo (religión a la que Obama se adhiere) y, además, fuera intelectualmente apto para ser un digno abogado egresado de esa muy prestigiosa universidad (y antes de la Universidad de Columbia en Nueva York). Obama presentó su certificado de nacimiento y aun así Trump insistió en que éste podría ser apócrifo. En dos palabras: sadismo puro.
Así, Trump sembró las dudas sobre la nacionalidad de Obama y otras que apuntaban a descalificarlo como Presidente; y con esto sentó las bases para el fortalecimiento del movimiento hiperconservador, los llamados birthers, que había detonado en 2008. Y, ahora, tenemos que, en el contexto de la campaña presidencial, hace pocos días declaró: “Obama nació en Estados Unidos, punto”. Así, tiránicamente y sin mediar disculpa alguna para Obama. Es claro que su objetivo inmediato es ganar el voto negro que no tiene y no obtendrá. Los legisladores del bloque afroestadunidense han manifestado su rechazo frontal, contundente a este peculiar mea culpa de Trump, lo han calificado de “fraude” y le han exigido disculpas públicas.
Afirma Patricia J. Williams (The Nation, sept. 26-oct. 3) que “lo que el candidato republicano quiere es una guerra cultural, no la Presidencia”. Efectivamente, Trump ha hecho lo que está en los diccionarios de la Alt Right a la que se ha asociado; la que a su vez está alineada con el supremacismo y nacionalismo blancos, el antisemitismo (“no somos racistas, sólo odiamos a los judíos”), el populismo de derecha, el nativismo y el movimiento neorreaccionario. Todas estas corrientes del extremista nacionalismo blanco, incluido el Ku Klux Klan y su Grand Wizard, David Duke, hoy candidato al Senado y quien ha apoyado a Trump sin que éste se haya deslindado de él, son antifeministas, antimulticulturalistas, antipluralistas, antimusulmanes, antinegros y antilatinos. En suma, no son demócratas y se inclinan hacia el totalitarismo. Son ellos los que están marcando la pauta de la narrativa trumpista y es a sus seguidores (hoy empoderados) a quien esta narrativa se dirige. Piensan que la gente blanca está genéticamente predispuesta a ser más moral e inteligente que la población negra y que algunas razas son inherentemente superiores a otras, y se rechaza la idea de que las razas son básicamente equivalentes o intercambiables. Al proyecto misógino-xenófobo más agresivo de la historia de EU y a la insularidad cultural se aúna la insularidad comercial y económica que Trump pregona a cada oportunidad. Se reivindican la idea de la “fortaleza estadunidense” y el derecho a la pertenencia en función del derecho de raza. Por lo tanto, se niega la pertenencia a la nación en virtud de la condición de ajenidad de toda raza que no sea la blanca. Es así que Trump representa y predica el regreso al apartheid estadunidense que tanto dañó el tejido social de su país.

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