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Trump en Los Pinos. ¿Pero qué necesidad?


Pero qué necesidad. Para qué tanto problema No hay como la libertad de ser, de estar, de ir, de amar, de hacer, de hablar, de andar así sin penas. Juan Gabriel. Trump, el candidato leninista, medio lleno y medio vacío, quiere ser presidente a toda costa. En esta ocación utilizó a un jefe de Estado para pasar por tal y esto ocurrió en el recinto mismo en el que EPN atiende: Los Pinos
04 de Septiembre de 2016
La persona política de Trump fue legitimada en uno de los centros del poder nacional de América Latina. El jefe del Estado mexicano, directamente, le dio ese espacio de legitimidad y le facilitó lucir presidenciable. Le regaló la pasarela. Lo demás es antropología del humor político y decadencia sistémica de la peor y más lamentable hechura.
El efecto Trump ha provocado en todos los actores que lo rodean acciones erráticas; desde los propios republicanos que no lo pudieron o quisieron contener cuando inició su chocante campaña, hasta los demócratas, a quienes les está costando trabajo leerlo y combatirlo con claridad y contundencia, además de una confusión generalizada, tanto narrativa como estratégica: no se sabe qué quiere ni a qué se refiere cuando habla. Lo que queda claro es que se ha convertido en un provocador que a la primera de cambio insulta a los demás en razón de su raza, etnia, género, discapacidades físicas, nivel de IQ. El suyo es un discurso de odio y división; agresivo y con un alto contenido mitómano, misógino, xenófobo y discriminatorio. Es, además, autoritario: durante sus mítines azuza a sus seguidores a sacar a golpes a los oponentes que lo cuestionan, como ocurrió contra manifestantes afroestadunidenses en uno de sus mítines. Trump es un líder populista con carisma relativo, pero con una preocupante efectividad mediática, he ahí el problema. Como he sostenido en este espacio, se trata de un hombre con la personalidad de un sicópata, todo lo cual lo hace “el hombre más peligroso del mundo”, como lo describió Der Spiegel (1 de febrero de 2016). Algunos lo han comparado con Hitler y su belicoso narcisismo; esta sola similitud representa implícitamente un peligro para la paz y la estabilidad en EU y en el mundo nuclearizado de hoy. Trump, quien en el fondo aboga por un Estado policiaco y por un EU feroz es, sin cortapisas, un caso aparte que amenaza la tradición democrática estadunidense.
Ante esto y la muy incisiva y agraviante agresión originaria de Trump contra mexicanos de fuera y dentro de EU, ha resultado inquietante que de entre el equipo cercano de EPN haya emergido un genio de la teoría de juegos que le recomendara que recibir a Trump era una gran idea. Más aún, preocupa que no se haya previsto que invitar genéricamente a ambos candidatos en las circunstancias descritas sería más para beneficio de las aspiraciones presidenciales del republicano que es el colero; esto lo demostró con su discurso en Phoenix el miércoles pasado, después de despedirse de EPN. Ante el desastroso resultado y el uso que Trump hizo de esta reunión, todo parece indicar que el tiro salió por la culata. ¿No se imaginaron que era improductivo para su marketing político presentar a los dos políticos más impopulares del momento juntos en un contexto de tal volatibilidad? Ahora, más mexicanos desprecian a EPN y muchos más a Trump. De eludir la estrategia de contingencia contra Trump desde el pasado 16 de junio, México acabó interviniendo en el proceso electoral. ¿Jugó con fuego el gobierno?, ¿o todo fue deliberado y padecemos la infiltración en el Estado de un priismo pro-republicano? En todo caso, ahora veremos el grado de irresponsabilidad de Estado de esta decisión en el apuntalamiento de Trump en la contienda y en el nivel de decepción de los demócratas y de Hillary Clinton ante esto, incluido el peligro de que la candidata favorita haya ya decidido que prefiere no salir en la foto con EPN. Si Trump es presidente, valdrá lo mismo haberlo invitado, pues, como lo ha demostrado, su respeto ante cualquiera que no sea Putin es nulo. Pero si Clinton es electa presidenta de EU, habremos de ver un enrarecimiento nunca antes visto en la relación bilateral hasta que EPN se vaya. Después de este desastre de política pública, la política internacional y muy en particular la estadunidense de este gobierno ya no se sostiene. En el ámbito de las relaciones bilaterales el sexenio ya ha terminado y nos hemos quedado con un palmo de narices. Como lo escribió y cantó nuestro gran artista, recientemente fallecido, ¿“pero qué necesidad” teníamos todos de caer tan bajo y volvernos el hazmerreír de medio mundo?


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