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Mentiras, raza, sadismo y poder (II)


Así como se ve imposible el triunfo de Trump, se ve muy complicado el quehacer del próximo gobierno de Hillary Clinton. Me preocupa en principio el problema de cómo ella podría reconstruir el tejido social roto desde los noventa. Ocurre que encontrará a un país partido por la mitad. Se trata del EU rural y de sectores de clase media urbana que han quedado desplazados de las nuevas oportunidades que la tercera revolución industrial ha generado. La globalización no sólo ha implicado un proceso de integración comercial tan complejo como desordenado y con resultado muy desequilibrado, sino también una revolución tecnológica que demanda emplear cuadros con altos grados de preparación. 
02 de Octubre de 2016
Es un hecho (polémica incluida) que no ha sido sólo el desplazamiento laboral el que ha influido en la producción de una masa de población resentida, que se ha convertido en un receptor ideal de los discursos nacionalistas nativistas que han predominado en países de Europa Central principalmente y ahora en EU con Trump. A este resentimiento se agrega el de la reivindicación de los derechos de raza y religión en el proceso de conformación del orden y organización social, todo lo cual incluye el rechazo a la multitud de migrantes que llegan de todo el mundo debido a los efectos negativos de la globalización, de las guerras y los conflictos locales en Oriente Medio y en África del Norte. Blanquitud y cristianismo, por encima de negritud e islamismo en Europa. En EU lo mismo, más el rechazo a la otredad migrante, de color latino principalmente, y a la antigua negritud que define a EU históricamente; no se diga la fobia en contra de los musulmanes, culpables, en este discurso, de la penetración terrorista.
Más que estar sólo loco, Trump es la expresión discursiva pura y llana de este descontento en el que diversos sectores de la sociedad estadunidense se encuentran. Se trata de una población mayoritariamente blanca de clase media baja que envejeció y no avanzó en escolaridad, habiéndose quedado estancada en los niveles de secundaria y preparatoria y, en consecuencia, se quedó atorada frente a los avances veloces del fenómeno globalizador. Como pudo observarse en el primer debate presidencial entre Clinton y Trump, este último no fue capaz, sin embargo, de estar a la altura de una propuesta integral que convenciera a la mayoría de electores, no se diga a su clientela fija. De los 90 minutos, Trump logró aprovechar con relativo éxito los primeros 20. Adoleció de la resistencia del maratonista, talento que Clinton sí tiene debido a su largo tiempo en el oficio político y a un mayor talante profesional y conocimiento profundo de los temas. Además de sus generalizaciones (TLCAN, México y China culpables de la crisis económica, musulmanes culpables de la crisis de seguridad, etc), lo demás fue una exhibición de demagogia y mitomanía, que ha llevado al New York Times, alWashington PostUSA Today y diarios locales, así como a miembros delestablishment político y económico, a rechazarlo enfáticamente. Aunque ciertamente la polarización social y económica tiene sus raíces en el interior mismo del sistema del que forman parte, estos importantes sectores de opinión se encuentran atemorizados por el temperamento de Trump. Su incontinencia se percibe como potencial incompetencia y torpeza en el arte de gobernar para todos, todo lo cual se podría traducir en la generación de crisis locales y globales mayores a las que ya enfrenta EU, particularmente en este momento de relativo declive hegemónico en el que se encuentra. Con Trump a la cabeza, Washington entraría en un proceso de polarización aún mayor y quizá irreversible, toda vez que no tiene propuestas de solución a los problemas que sean conciliatorias: las suyas son recetas totales e inflexibles. Si esto se traslada al orden global, podríamos ver, por lo pronto, el fin del Pacto Atlántico dada su demanda de condicionar la existencia de la OTAN, entre otros temas delicados con graves implicaciones.

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