The New York Times lo ha llamado “el
infierno republicano”. Las palabras, las mentiras y los agravios de Donald
Trump se están convirtiendo en su propia prisión. Como profecía autocumplida,
Trump ya se encuentra hoy en medio de un naufragio largamente anunciado; su
candidatura se encuentra en constante caída libre.
16
de Octubre de 2016
Después del video ventilado por The Washington Post, en el que
desprecia a las mujeres, condenándolas a la vil condición de meros objetos
sexuales, ya nada será igual para el exanimador neoyorquino. A esta revelación
han seguido, hasta ahora, once mujeres denunciantes que lo acusan de una
práctica de abuso sexuales, que sigue nítidamente una línea de conducta
consistente: abordarlas en público y en privado (aviones, bares, habitaciones
de hotel), sin previo aviso ni permiso, manoseando groseramente sus cuerpos y
tomándolas de los genitales, exactamente tal y como en el video él lo describe
(“agarrarlas por los genitales”), 160 personalidades del Partido Republicano
(PR) entre congresistas y gobernadores lo han abandonado y se han concentrado
en sus campañas locales, estatales y distritales. Ciertamente hacen esto con el
temor fundado de perder la mayoría en las dos cámaras. Paul Ryan, jefe de la
mayoría republicana, en una decisión audaz y de pronóstico reservado, decidió
tomar distancia de su candidato y concentrarse en apoyar las campañas de sus
colegas que en muchos estados clave podrían enfrentarse a una probable derrota
en las urnas, todo lo cual puede implicar la pérdida de las mayorías camarales
para el PR. Por si esto no fuera suficiente, empresarios congregados en la
Cámara de Comercio de EU han anunciado a la cúpula del PR que se concentrarán
en apoyar financieramente las campañas congresionales, ahora que el triunfo
presidencial de Trump se desvanece.
Y esta decisión no
es para menos: los empresarios republicanos ven con temor cómo sus candidatos
al Congreso en Nevada, Nueva Hampshire, Indiana, Carolina del Norte, Misuri y
Pensilvania pueden perder sus sitios como parte de la mayoría republicana. Sólo
en el Senado, la mayoría del PR es de 54 contra 46 y según los mapas
electorales actuales ambos partidos están empatados con 46 y están por
definirse, en reñida contienda, ocho asientos senatoriales. Aunque la Cámara de
Representantes tiene aún una sólida mayoría republicana, con el efecto Trump y
en pleno proceso de renovación integral, esta mayoría podría perderse o bien
disminuir riesgosamente, permitiendo a una presidenta Clinton gobernar con
soltura en los próximos cuatro años.
Así pues, Trump lo
logró, con la complacencia del PR: fracturó al partido de Lincoln y lo condenó
a un doloroso y azaroso proceso de renovación. Desde el momento en que Trump
inició su precampaña con una narrativa cargada de impulsos mitómanos,
propinando insultos a mansalva en contra de todos sus contrincantes; desde que
en junio de 2015 acusara a los mexicanos de violadores y maleantes;
posteriormente amenazara con imponer un veto a los ciudadanos musulmanes y
despreciara a una familia dorada de origen musulmán (veteranos y caídos de
guerra); arremetiera contra las mujeres llamándolas perras y puercas, hasta
ahora, en que después de un segundo debate en el que acosó física y verbalmente
a Hillary Clinton y emergieran las revelaciones de las mujeres víctimas de su
acoso, ya se empezaba a gestar la crisis monumental en la que el proceso
electoral se ha sumido.
Ahora que se ha dado el rompimiento
con la nomenklatura del PR y tal y
como parece observarse, Trump se ha decidido equivocadamente por mantener su
conocida línea de ataque en aras de mantener su base electoral, vendiéndose
como una víctima inocente de la gran prensa y de los Clinton, es muy probable
que veamos cómo Clinton empezará a distanciarse en las preferencias electorales
con miras al tercer debate del próximo 19 de octubre y finalmente consolidarse
y resultar victoriosamente electa Presidenta. Si es así, Trump habrá devorado a
Trump, no sin antes haber provocado la peor crisis política de la era moderna
en EU.
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