Con Trump llegó a EU un momento estelar de la tragicomedia política que en el pasado remoto y cercano tuvieron a Hitler, Mussolini y Berlusconi como protagonistas estelares. Esta vez, el constructor de ilusiones de concreto, con sus tuits y su sintaxis atormentada, se asemeja, para demérito de Ignatius J. Reilly, personaje central de la gran obra que titula este artículo, al individuo inadaptado y anacrónico que sueña con que el modo de vida medieval, así como su moral, reinen de nuevo en el mundo. Gran novela tragicómica en todo su esplendor, escrita por John Kennedy Toole y la cual recomiendo ampliamente para adentrarnos en el surrealismo de cabaret al que el trumpismo ha sometido al mundo entero.
16 de Abril de 2017
El mundo al revés. Se pensaba, y Trump intentó convencernos de eso, que la era de Obama había producido el momento más polarizante en la relación entre Washington y Moscú desde los tiempos de la Guerra Fría. Durante su ruidosa campaña, Trump elogió la cleptocrática autocracia de Vladimir Putin como modelo, como un ejemplo de valentía e inteligencia. Prometió normalizar relaciones con el autócrata ruso y aliarse para confrontar los peligros comunes. Ahora, Trump bombardea Siria, aliado ruso, después de que Bashar al-Assad gaseara a más de 100 conciudadanos, niños y mujeres principalmente; y su secretario de Estado anuncia una campaña contra el lamentable líder por ser el victimario del pueblo sirio. Los rusos reaccionan y amenazan, junto a Irán, con serias represalias contra Washington en caso de que emprenda otro golpe militar. ¿En dónde quedó el TrumPutinismo que parecía que iría viento en popa en contra del pacto originario de la alianza occidental? Parece que, como todo lo que Trump toca, quedó enterrado en el pantéon trumpista de las muchas ofertas al vapor que el magnate hizo y que no podrá cumplir cabalmente. El asunto sirio es por demás grave, siniestro y lamentable desde todos los puntos de vista. Primero, es una tragedia humanitaria solapada por Rusia y Occidente antes y después de que se instaurara el nacionalismo árabe Baazista fundado por el padre del inclemente Al-Assad. Y, sin afán de adentrarnos en la historia del coloniaje franco-británico y posterior dominación estadunidense, diríamos que, en el presente, Siria sigue siendo una pieza clave del rompecabezas geopolítico de la región.
Bombardear Siria y después, ¿qué? Trump no lo sabe, no sólo por ser un ignorante funcional, sino por el hecho de que no tiene la más mínima idea de estrategia de combate, ni conocimiento del teatro de guerra. No es creíble el sentimentalismo usado por Trump para vengar a los niños gaseados, pero existe la posibilidad de que al bombardear pudiera lograr distanciarse del caliente Putingate en el que se metió cuando presumiblemente se alió con Putin para ganar la elección y con quien se ha enojado porque no le ha correspondido a sus mensajes amorosos. Y existe una última alternativa (por demás perversa, pero típica de un malvado de su talla) del porqué del bombardeo: ante su permanente caída en las encuestas (sólo 40% apoya su gestión) quiso recuperar, sin éxito, la credibilidad perdida. Trump y su desorganizado equipo quisieron ganar momentum y avanzar en su cruzada esquizoide. Lo que es cierto es que Trump ha podido reunir a su alrededor a un equipo dividido y que a la vez se le opone con sordina. Ivanka, su hija, pudo haber influido en el bombardeo de Trump. A pesar de que el general Mattis, secretario de Defensa, afirmara que el bombardeo fue un éxito, otras versiones de prensa e inteligencia estiman que de los 59 misiles lanzados, sólo una treintena atinó en los blancos. Su yerno ha sido comisionado como enviado especial en Irak y, por último, su tóxico consejero, Bannon, después de ser despedido del CSN, se expone ahora al embate de los neoconservadores que lo quieren fuera. Todo un desorden en el centro del poder global. ¿Una conjura de los necios en contra de su necio mayor? De pronóstico reservado, querido (a) lector (a).
16 de Abril de 2017
El mundo al revés. Se pensaba, y Trump intentó convencernos de eso, que la era de Obama había producido el momento más polarizante en la relación entre Washington y Moscú desde los tiempos de la Guerra Fría. Durante su ruidosa campaña, Trump elogió la cleptocrática autocracia de Vladimir Putin como modelo, como un ejemplo de valentía e inteligencia. Prometió normalizar relaciones con el autócrata ruso y aliarse para confrontar los peligros comunes. Ahora, Trump bombardea Siria, aliado ruso, después de que Bashar al-Assad gaseara a más de 100 conciudadanos, niños y mujeres principalmente; y su secretario de Estado anuncia una campaña contra el lamentable líder por ser el victimario del pueblo sirio. Los rusos reaccionan y amenazan, junto a Irán, con serias represalias contra Washington en caso de que emprenda otro golpe militar. ¿En dónde quedó el TrumPutinismo que parecía que iría viento en popa en contra del pacto originario de la alianza occidental? Parece que, como todo lo que Trump toca, quedó enterrado en el pantéon trumpista de las muchas ofertas al vapor que el magnate hizo y que no podrá cumplir cabalmente. El asunto sirio es por demás grave, siniestro y lamentable desde todos los puntos de vista. Primero, es una tragedia humanitaria solapada por Rusia y Occidente antes y después de que se instaurara el nacionalismo árabe Baazista fundado por el padre del inclemente Al-Assad. Y, sin afán de adentrarnos en la historia del coloniaje franco-británico y posterior dominación estadunidense, diríamos que, en el presente, Siria sigue siendo una pieza clave del rompecabezas geopolítico de la región.
Bombardear Siria y después, ¿qué? Trump no lo sabe, no sólo por ser un ignorante funcional, sino por el hecho de que no tiene la más mínima idea de estrategia de combate, ni conocimiento del teatro de guerra. No es creíble el sentimentalismo usado por Trump para vengar a los niños gaseados, pero existe la posibilidad de que al bombardear pudiera lograr distanciarse del caliente Putingate en el que se metió cuando presumiblemente se alió con Putin para ganar la elección y con quien se ha enojado porque no le ha correspondido a sus mensajes amorosos. Y existe una última alternativa (por demás perversa, pero típica de un malvado de su talla) del porqué del bombardeo: ante su permanente caída en las encuestas (sólo 40% apoya su gestión) quiso recuperar, sin éxito, la credibilidad perdida. Trump y su desorganizado equipo quisieron ganar momentum y avanzar en su cruzada esquizoide. Lo que es cierto es que Trump ha podido reunir a su alrededor a un equipo dividido y que a la vez se le opone con sordina. Ivanka, su hija, pudo haber influido en el bombardeo de Trump. A pesar de que el general Mattis, secretario de Defensa, afirmara que el bombardeo fue un éxito, otras versiones de prensa e inteligencia estiman que de los 59 misiles lanzados, sólo una treintena atinó en los blancos. Su yerno ha sido comisionado como enviado especial en Irak y, por último, su tóxico consejero, Bannon, después de ser despedido del CSN, se expone ahora al embate de los neoconservadores que lo quieren fuera. Todo un desorden en el centro del poder global. ¿Una conjura de los necios en contra de su necio mayor? De pronóstico reservado, querido (a) lector (a).
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