En no pocas ocasiones, la UNAM se ha visto confrontada por desafíos, resultado de los acontecimientos locales y globales. La universidad es, ciertamente, una de las instituciones más acabadas de México. De hecho, de entre las instituciones fundadas por el México del siglo XVI al XXI, es quizá la que mayor legitimidad ha logrado conservar.
20 de Agosto de 2017
Desde la UNAM, pensamiento y acción han ido a la par. Desarrolla investigación de primera calidad, vinculada a los grandes problemas nacionales y globales, y ha ofrecido, con las limitaciones presupuestarias conocidas, alojamiento académico a miles de estudiantes de grado y de posgrado. También ha sido espacio de asilo político a los grandes perseguidos de la Tierra, recuérdense a los refugiados españoles, sudamericanos y centroamericanos que han buscado en nuestro país refugio y en la UNAM un espacio académico que les diera oportunidades a sus expectativas de especialización y continuidad a sus labores docentes y científicas.
El exilio español nos dio intelectuales y científicos de la talla de Carlos Bosch García, Óscar de Buen, Juan Antonio Ortega y Medina, Wenceslao Roces y Adolfo Sánchez Vázquez, por mencionar sólo algunos de los muchos que enriquecieron y acompañaron las rutas del debate científico y humanístico mexicano. Vasconcelos promovió una universidad que fuera centro de pensamiento, pero también un espacio plural y armónico para el debate acerca de los grandes problemas de México, de las Américas y posteriormente del mundo. Esta vocación universal ha llevado a la UNAM a destacarse entre sus pares mexicanos y de la América Hispana, como una entidad plural e incluyente indispensable y cuya vocación por el pensamiento crítico es piedra fundacional, está profundamente arraigado en su alma.
Su creciente empeño en internacionalizarse, la ha llevado a tener representaciones en EU, Canadá, Europa y China. La UNAM se acerca al mundo y a los problemas específicos que se viven en las diferentes latitudes. Es pues, una universidad que al tiempo que amplía su proyecto al exterior, se vuelve fiel representante de la nación a la que sirve. Y en este ejercicio, desde luego, la UNAM aprende de sí misma y de las otras entidades hermanas a través de las cuáles tiene presencia en el extranjero. Podríamos decir, que nuestra universidad se vuelve una, más cosmopolita y conocedora de la realidad global.
En este contexto, la UNAM no puede pasar por alto los procesos de transformación que el mundo vive, más aun cuando las oleadas del extremismo están imponiéndose en contra de las tradiciones democráticas que distinguen al Estado liberal moderno. Ni tolerancia frente al yihadismo fanático y asesino ni tolerancia frente al demagógico escepticismo sobre cambio climático, ni el negacionismo acerca de la existencia del holocausto ni ante la violación de los derechos humanos de los migrantes y refugiados, todos ellos ciudadanos universales a fin de cuentas.
La UNAM es una institución de inteligencias críticas y de saberes científicos y humanísticos, y se ha preparado por décadas para entender desde la razón científica y humanista las problemáticas sociales, económicas, culturales, políticas y científicas. Hoy en día, nuestra universidad no puede pasar por alto la amenaza que representan el terrorismo islámico y el extremismo protofascista, representado por Donald Trump y por sus seguidores, los supremacistas blancos, los neonazis y los racistas del KKK, que acaban de amenazar a todos sobre la factibilidad de que EU regrese a las guerras culturales que tanto daño hicieron al tejido social. Tampoco puede pasar por alto el contexto socioeconómico en que se apostan estos movimientos, tanto en Austria (FPO), Holanda (PVV), Hungría (Jobbik), Polonia (PiS) y demás países donde la discriminación, la xenofobia o la tiranía se instalen para someter pueblos y sistemas enteros.
Como lo dijo The Economist, Trump es el hombre más peligroso del mundo. Para México, representa una amenaza especial, toda vez, que su deshilachado (pero peligroso) movimiento atenta contra los derechos civiles, incluidos los de nuestros connacionales, hoy perseguidos por su narrativa autoritaria y por las hordas que la acompañan. Si el Estado mexicano se resiste a sumar esfuerzos con la academia pública en este esfuerzo, es hora de que nosotros sumemos fuerzas desde la universidad a fin de acompañar a la sociedad, que padece el veneno regado por la intolerancia. La UNAM nunca quedará ausente de una encomienda así.
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