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Un año de pesadilla TrumpPutinista

Hace más un año que estoicamente hemos repasado y escrito sobre la presidencia de Trump. Se trata de un periodo en que la mayoría ciudadana parece estar lamentando con vergüenza la Presidencia de tan incómodo personaje (su índice de aceptación, el más bajo históricamente, no rebasa 34%)

12 de Noviembre de 2017

No se digan las preocupaciones del resto de los habitantes y líderes de este planeta que día con día atestiguan cómo se rebaja la política de Estado a los niveles de estulticia y vulgaridad más bajos de la historia de la Presidencia estadunidense. Al menos, por estas dos razones, la Presidencia de Trump es un fracaso de alto riesgo. De hecho, ya se auguraba por la mayoría de los observadores razonables desde que, como candidato, se convirtió en un vándalo político, como lo advirtió a tiempo Haslett, (Adam Haslett, Vandal in Chief, The Nation, 24/10/16). Y es de alto riesgo debido a que ante tanto fracaso, la desesperación que esto conlleve, pueda llevarlo a tomar medidas desesperadas, como bombardear Corea del Norte o provocar aún más a Irán.

Lo más reciente de la corrupción trumpista: Paul Manafort, exdirector de la campaña trumpista y amigo personal del Presidente, ha sido acusado de lavar más de 75 millones de dólares, resultado de sus tratos con el gobierno de Víctor Yanukóvich, expresidente de Ucrania, protegido de Putin, sospechoso, además, de robar 12 mil millones de dólares del erario. Manafort está bajo el régimen de prisión domiciliaria, así como su socio Rick Gates, quién también está sometido a arresto domiciliario. Se ha sabido que Manafort y sus socios no eran los únicos acusados, George Papadopoulos, exasesor de política exterior, ha confesado haber mentido al FBI sobre sus contactos rusos y se encuentra ya como testigo protegido del FBI.

Se sabía que otros miembros de la campaña trumpista, J.D. Gordon y Carter Page, se reunieron con diplomáticos rusos coludidos contra Clinton; de hecho, Page renunció por esto a la campaña. Para rematar, se acaba de dar a conocer que Jared Kushner, yerno y asesor especial de Trump, junto con el fallido Flynn se reunieron con el embajador ruso en la Torre Trump, en diciembre de 2016. De nuevo, la trama TrumpPutinista persigue a la Presidencia más groseramente corrupta, mentirosa y mediocre desde Nixon.

Con la presidencia de Trump se desdibujaron los patrones de ética políticos, así como se afectó importantemente la tan cuidada coalición conservadora. Se está sometiendo al sistema político a múltiples presiones y se ha buscado el desgaste de las instituciones republicanos. Desde su inicio y fundamento, el trumpismotiene las características clásicas de un movimiento desestabilizador, lo cual no es poca cosa, si atendemos a que esto ocurre desde el centro del poder de una potencia, aunque en declive relativo, aún con gran poder en varios temas y zonas de interés global. Se trata de un movimiento tribal que no valora ni los principios ni la verdad. Las ideas han sido sustituidas con desplantes impulsivos sin dirección estratégica o incluso programática. El trumpismo fragmentó al Partido Republicano y fulminó de un lance a sus teóricos, Edmund Burke y William F. Buckley Jr.., a los cuales reemplazó por las ocurrencias reaccionarias de Ann Coulter y Milo Yiannopoulos, ambos asociados con la Alt Right. Ni siquiera la vulgaridad política del Tea Party había podido desangrar el tejido político del conservadurismo, como lo ha hecho el trumpismo.

Se trata de un movimiento involutivo y antidemocrático. No defiende la causa de la democracia, sino tiende hacia la compactación de los espacios más duros e inhóspitos de la política por medio de la intolerancia. El trumpismo es antipluralista y antiincluyente. En consecuencia, su narrativa y acción políticas descansan en el desprecio a la diferencia y la diversidad. Es antiliberal tanto en lo político como en lo económico. Representa todo lo que se había dejado atrás en la segunda posguerra y la Guerra Fría y refuerza tradiciones como el Macartismo, una de las peores épocas de la moderna quema de brujas. Es, en suma, un punto de inflexión para la modernización política en EU y el resto del mundo, y de cuya evolución dependerá la sobrevivencia de la tradición democrática estadunidense y mundial. Como bien lo anunció Der Spiegel: “Trump es el hombre más peligroso del mundo”.

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