Todos los errores cometidos por Donald Trump, como los hizo en el pasado por cualquier estadista, tendrán repercusiones de mediano y quizá muy corto plazo. El desafío que Trump representa a la democracia estadunidense es aún una cuestión en disputa.
18 de Febrero de 2018
Los padres fundadores aprendieron mucho de Alexis de Tocqueville, el historiador francés, autor de una obra seminal, La Democracia en América. Entre los principios asimilados por ellos estaba el de que se debían de implementar medidas que aseguraran que una sociedad libre se resguardase, no sólo de los crímenes de líderes poderosos (como el caso de Nixon), sino que también pudiera ser defendida de “la negligencia, los errores, ciertos descuidos en la defensa de la paria, ejemplos peligrosos, las semillas de la corrupción”, entre otros males que atentan contra el orden cívico-político de una democracia.
Si bien la institucionalidad democrática y el federalismo tan diestramente diseñados por los fundadores, han demostrado ser de una solidez indiscutible ante los embates de Trump, la gobernanza democrática (junto a la parálisis y degradación de la misma), ya empieza a evidenciar agotamiento. Esto ocurre, principalmente, por el hecho de que se han violado muchas de las normas de convivencia democrática, entre ellas la de incitar a la violencia privada con el fin de radicalizar y sostener a su base clientelar más dura y provocar con ello la emergencia de las temidas guerras culturales, dejadas, aparentemente, atrás. También es conocido el evidente peligro que supone el uso de un lenguaje beligerante y ofensivo contra sus oponentes, toda vez que esto enrarece el clima político y polariza no sólo a los actores políticos, sino a toda la sociedad que éstos representan. La violencia verbal de Trump agita los ánimos y las voluntades de los hacedores de política, así como representa un contagioso mal ejemplo para las generaciones más jóvenes. En este sentido, Trump ha demostrado ser
un sujeto que despliega más instinto que estrategia. De aquí su impredictibilidad y sus cambiantes posturas, prácticamente en todos los asuntos de la cosa pública.
Y peor aún, este comportamiento compulsivo lo hace patente ante millones de personas a través de su rui-
dosa cuenta de Twitter.
Todo lo anterior ha afectado la legitimidad y la credibilidad del líder a nivel local y mundial. Trump es el primer presidente en la historia que se mantiene en un muy bajo porcentaje de aprobación (45%-47%, habiendo subido
la desaprobación en la última semana 5 puntos: 52%), desde que inició su presidencia, sin señales aún de que pueda remontar las cifras. Esto habla de la pésima percepción que se tiene de su gestión, de su eficacia y
de su voluntad de servir el interés general. Un interesante estudio de opinión entre millennials de todas las razas, (Obama vs Trump in the Minds of Millennials, Black Youth Project, 2016) arroja información muy significativa si consideramos que se trata de la generación más grande
de estadunidenses y que, ciertamente, influirá determinantemente en las elecciones intermedias. Por ejemplo, 77% de asiáticos, 76% de afroestadunidenses, 76% de latinos y 67% de blancos,creen que Trump no es capaz de respetar a aquellos con los que está en desacuerdo. También 66% de latinos, 60% de asiáticos, 59% de afroestadunidenses y 54% de blancos dicen que Trump hará la vida más difícil para individuos y grupos que deseen ejercer su derecho a disentir y a protestar. Y así como la mayoría de estos grupos, salvo en el caso de los blancos, consideran que Obama fue un gran presidente, la mayoría de los cuatro grupos afirman que Trump será un mal presidente (a “poor president”).
En estas cifras se muestra el pulso de un sector fundamental de la sociedad estadunidense y también
la evidencia de cómo la torpeza y la negligencia de un liderazgo anómalo como el de Trump pone en peligro la gobernanza democrática en EU, en un momento
de desequilibrios locales (las matanzas perpetradas por estadunidenses, en su gran mayoría blancos; y no latinos, asiáticos o afroestadunidenses) e internacionales
que requieren más destreza, diplomacia y habilidad política que nunca. Los peligros que nos acechan durante la presidencia de Trump, no son pocos ni menores y así parece pensarlo el público en EU, parte del cual seguramente fue votante suyo.
18 de Febrero de 2018
Los padres fundadores aprendieron mucho de Alexis de Tocqueville, el historiador francés, autor de una obra seminal, La Democracia en América. Entre los principios asimilados por ellos estaba el de que se debían de implementar medidas que aseguraran que una sociedad libre se resguardase, no sólo de los crímenes de líderes poderosos (como el caso de Nixon), sino que también pudiera ser defendida de “la negligencia, los errores, ciertos descuidos en la defensa de la paria, ejemplos peligrosos, las semillas de la corrupción”, entre otros males que atentan contra el orden cívico-político de una democracia.
Si bien la institucionalidad democrática y el federalismo tan diestramente diseñados por los fundadores, han demostrado ser de una solidez indiscutible ante los embates de Trump, la gobernanza democrática (junto a la parálisis y degradación de la misma), ya empieza a evidenciar agotamiento. Esto ocurre, principalmente, por el hecho de que se han violado muchas de las normas de convivencia democrática, entre ellas la de incitar a la violencia privada con el fin de radicalizar y sostener a su base clientelar más dura y provocar con ello la emergencia de las temidas guerras culturales, dejadas, aparentemente, atrás. También es conocido el evidente peligro que supone el uso de un lenguaje beligerante y ofensivo contra sus oponentes, toda vez que esto enrarece el clima político y polariza no sólo a los actores políticos, sino a toda la sociedad que éstos representan. La violencia verbal de Trump agita los ánimos y las voluntades de los hacedores de política, así como representa un contagioso mal ejemplo para las generaciones más jóvenes. En este sentido, Trump ha demostrado ser
un sujeto que despliega más instinto que estrategia. De aquí su impredictibilidad y sus cambiantes posturas, prácticamente en todos los asuntos de la cosa pública.
Y peor aún, este comportamiento compulsivo lo hace patente ante millones de personas a través de su rui-
dosa cuenta de Twitter.
Todo lo anterior ha afectado la legitimidad y la credibilidad del líder a nivel local y mundial. Trump es el primer presidente en la historia que se mantiene en un muy bajo porcentaje de aprobación (45%-47%, habiendo subido
la desaprobación en la última semana 5 puntos: 52%), desde que inició su presidencia, sin señales aún de que pueda remontar las cifras. Esto habla de la pésima percepción que se tiene de su gestión, de su eficacia y
de su voluntad de servir el interés general. Un interesante estudio de opinión entre millennials de todas las razas, (Obama vs Trump in the Minds of Millennials, Black Youth Project, 2016) arroja información muy significativa si consideramos que se trata de la generación más grande
de estadunidenses y que, ciertamente, influirá determinantemente en las elecciones intermedias. Por ejemplo, 77% de asiáticos, 76% de afroestadunidenses, 76% de latinos y 67% de blancos,creen que Trump no es capaz de respetar a aquellos con los que está en desacuerdo. También 66% de latinos, 60% de asiáticos, 59% de afroestadunidenses y 54% de blancos dicen que Trump hará la vida más difícil para individuos y grupos que deseen ejercer su derecho a disentir y a protestar. Y así como la mayoría de estos grupos, salvo en el caso de los blancos, consideran que Obama fue un gran presidente, la mayoría de los cuatro grupos afirman que Trump será un mal presidente (a “poor president”).
En estas cifras se muestra el pulso de un sector fundamental de la sociedad estadunidense y también
la evidencia de cómo la torpeza y la negligencia de un liderazgo anómalo como el de Trump pone en peligro la gobernanza democrática en EU, en un momento
de desequilibrios locales (las matanzas perpetradas por estadunidenses, en su gran mayoría blancos; y no latinos, asiáticos o afroestadunidenses) e internacionales
que requieren más destreza, diplomacia y habilidad política que nunca. Los peligros que nos acechan durante la presidencia de Trump, no son pocos ni menores y así parece pensarlo el público en EU, parte del cual seguramente fue votante suyo.
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