En los diferentes procesos de paz, llevados a cabo en diversas partes del mundo, se han implementado medidas para allanar los caminos de la paz y la reconciliación. Así sucedió en Irlanda, en Colombia y en alguna medida en los procesos de democratización en el Cono Sur. También en el Congo Belga, Filipinas, Indonesia, Angola, Sudán, India, Paquistán, entre otros. Recientemente, la rendición de ETA, ofrece una alternativa para que el conflicto vasco, que tiene casi 60 años de antigüedad, se pueda resolver por la vía constitucional
13 de Mayo de 2018
Para Martín y Julia, mi héroe y mi heroína, ¡siempre!
En todos los casos, los diferentes modelos de pacificación han respondido a la necesidad de llevar a buen término una transición política que fue precedida, obstaculizada o interrumpida por algún conflicto de carácter armado anticolonialista, antiautoritario o independentista, que, por definición evitaba el entendimiento entre las partes, a fin de arribar a una paz negociada y duradera, y a una inserción política por parte de la disidencia en el gobierno. En estos procesos, el Estado asumió el papel de jugador convocante a lo que los demás actores (que llamaremos actores políticos) respondieron en formas variables.
Según los expertos en modelos de procesos de pacificación, el principal objetivo de estos es el de producir las condiciones para que el régimen político optimice las condiciones de gobernanza y pueda así alcanzar, en un contexto de reconciliación, idealmente completo (aunque altamente complejo), nuevos niveles de bienestar económico-político. De acuerdo con uno de ellos (Vicenc Fisas) existen cinco niveles: desmovilización y reintegración de los combatientes a las filas, principalmente de las fuerzas armadas (Angola, Congo, El Salvador y Colombia). Reparto del poder político, económico o militar (Liberia, Somalia, Burundi), que generalmente se vuelve muy complicado por la reincidencia y antagonismo de los diferentes grupos armados. El tercer modelo es el del intercambio. Este aplica al caso del conflicto nuclear entre EU y Corea del Norte, el principal valor del intercambio es el compromiso de no agresión de EU a cambio de la desnuclearización del actor subordinado. El cuarto modelo es el de las medidas de confianza, en el cual los actores involucrados negocian sus diferencias como potencias nucleares (India y Paquistán). Y el quinto es el denominado fórmulas de autogobierno y afecta casos como el de Filipinas, Sudan, Sri Lanka o Senegal. En los cinco modelos se incorpora la figura del mediador que, generalmente, está representado por organismos internacionales como la ONU, la OEA, gobiernos y ONGs. Y el objetivo en todos los casos es lograr una transición política, no sólo cesar ataques.
En el actual contexto electoral mexicano y dada la polémica causada por la propuesta de AMLO de ofrecer amnistía al crimen organizado y a los corruptos, México podría entrar, aunque muy forzadamente, en el primer modelo. Existen estudios en Gran Bretaña y EU que abordan críticamente los temas de la memoria y el olvido, respecto a conflictos que dejaron abiertas muchas heridas en la sociedad. Tal es el caso de la represión genocida y etnocida en el Cono Sur y Guatemala. En Argentina, el presidente Alfonsín promulgó en 1987 la ley de obediencia debida, la cual liberaba de cargos a los mandos bajos de la milicia que obedecía órdenes de los altos mandos a cargo del terror de Estado. En la mayoría de estos estudios se propone un no al olvido de los actos de represión, desaparición y muerte, y en consecuencia, no a la amnistía y sí a los juicios, tal y como ha sucedido también en Alemania. Tramposamente, el equipo de AMLO ha querido ajustar esta ley y las tesis de Hannah Arendt (Eichmann en Jerusalén, acerca de la banalidad del mal), quien en ningún momento eximió de responsabilidad a todos los nazis encargados de organizar y ejecutar el Holocausto para justificar su propuesta de amnistía. ¿Por qué no es posible? Porque el crimen organizado no persigue para nada lograr por la vía de la violencia, una solución a una crisis política o económica de Estado; porque, al igual que los corruptos no son ni representan una fuerza política-militar con la que negociar alguna resolución de conflicto. En suma, no hay precedente en este mundo que haya ofrecido a los saqueadores de las arcas nacionales ni a los traficantes de droga, armas, personas y asesinos de inocentes, amnistía ni perdón. Gravísimo y alevoso servirse de un tema tan sensible, con el único propósito de secuestrar votos.
Académico de la UNAM y miembro regular de la Academia Mexicana de Ciencias
Twitter: @JLValdesUgalde
13 de Mayo de 2018
Para Martín y Julia, mi héroe y mi heroína, ¡siempre!
En todos los casos, los diferentes modelos de pacificación han respondido a la necesidad de llevar a buen término una transición política que fue precedida, obstaculizada o interrumpida por algún conflicto de carácter armado anticolonialista, antiautoritario o independentista, que, por definición evitaba el entendimiento entre las partes, a fin de arribar a una paz negociada y duradera, y a una inserción política por parte de la disidencia en el gobierno. En estos procesos, el Estado asumió el papel de jugador convocante a lo que los demás actores (que llamaremos actores políticos) respondieron en formas variables.
Según los expertos en modelos de procesos de pacificación, el principal objetivo de estos es el de producir las condiciones para que el régimen político optimice las condiciones de gobernanza y pueda así alcanzar, en un contexto de reconciliación, idealmente completo (aunque altamente complejo), nuevos niveles de bienestar económico-político. De acuerdo con uno de ellos (Vicenc Fisas) existen cinco niveles: desmovilización y reintegración de los combatientes a las filas, principalmente de las fuerzas armadas (Angola, Congo, El Salvador y Colombia). Reparto del poder político, económico o militar (Liberia, Somalia, Burundi), que generalmente se vuelve muy complicado por la reincidencia y antagonismo de los diferentes grupos armados. El tercer modelo es el del intercambio. Este aplica al caso del conflicto nuclear entre EU y Corea del Norte, el principal valor del intercambio es el compromiso de no agresión de EU a cambio de la desnuclearización del actor subordinado. El cuarto modelo es el de las medidas de confianza, en el cual los actores involucrados negocian sus diferencias como potencias nucleares (India y Paquistán). Y el quinto es el denominado fórmulas de autogobierno y afecta casos como el de Filipinas, Sudan, Sri Lanka o Senegal. En los cinco modelos se incorpora la figura del mediador que, generalmente, está representado por organismos internacionales como la ONU, la OEA, gobiernos y ONGs. Y el objetivo en todos los casos es lograr una transición política, no sólo cesar ataques.
En el actual contexto electoral mexicano y dada la polémica causada por la propuesta de AMLO de ofrecer amnistía al crimen organizado y a los corruptos, México podría entrar, aunque muy forzadamente, en el primer modelo. Existen estudios en Gran Bretaña y EU que abordan críticamente los temas de la memoria y el olvido, respecto a conflictos que dejaron abiertas muchas heridas en la sociedad. Tal es el caso de la represión genocida y etnocida en el Cono Sur y Guatemala. En Argentina, el presidente Alfonsín promulgó en 1987 la ley de obediencia debida, la cual liberaba de cargos a los mandos bajos de la milicia que obedecía órdenes de los altos mandos a cargo del terror de Estado. En la mayoría de estos estudios se propone un no al olvido de los actos de represión, desaparición y muerte, y en consecuencia, no a la amnistía y sí a los juicios, tal y como ha sucedido también en Alemania. Tramposamente, el equipo de AMLO ha querido ajustar esta ley y las tesis de Hannah Arendt (Eichmann en Jerusalén, acerca de la banalidad del mal), quien en ningún momento eximió de responsabilidad a todos los nazis encargados de organizar y ejecutar el Holocausto para justificar su propuesta de amnistía. ¿Por qué no es posible? Porque el crimen organizado no persigue para nada lograr por la vía de la violencia, una solución a una crisis política o económica de Estado; porque, al igual que los corruptos no son ni representan una fuerza política-militar con la que negociar alguna resolución de conflicto. En suma, no hay precedente en este mundo que haya ofrecido a los saqueadores de las arcas nacionales ni a los traficantes de droga, armas, personas y asesinos de inocentes, amnistía ni perdón. Gravísimo y alevoso servirse de un tema tan sensible, con el único propósito de secuestrar votos.
Académico de la UNAM y miembro regular de la Academia Mexicana de Ciencias
Twitter: @JLValdesUgalde
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