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¿Por qué la izquierda vota por la derecha?


La izquierda pre y post marxista, acompañantes varios incluidos, miró al futuro pragmáticamente (aunque en algunos casos no menos doctrinariamente, como Delinke en Alemania) desde el fin de la guerra fría hasta ahora


27 de Mayo de 2018

Frente al llamado fin de las ideologías, del cual ni la política global ni la local se han repuesto, muchas cosas cambiaron en el debate político entre las izquierdas y las derechas ¿fue ese un cambio epocal radical, hoy no del todo entendido desde la política y la sociedad tradicionales, no se diga la política ideológica?
Por ahora, es pregunta.

El asunto es que la política se corrió al centro para evitar el colapso sistémico al que se exponía la política y la política electoral de las fuerzas de izquierda. De ésta y otras carencias y vacíos son responsables los propios actores que conducen el sistema mismo
y de cuya decadencia actual son irresponsables al
haberse alejado de su esencia representativa. La clase política se recluyó en su zona de confort a costa de la gente que la llevó al poder. Y en una acción proporcionalmente correspondiente, la población les dio la espalda, los “rechazó” y ante la emergencia profunda que provocó la decadencia, esta misma población optó por votar por el pasado: el reemergente soberanismo de extrema derecha y otros asociados de ideología incierta.

La crisis de las izquierdas ocurre en el marco de una creciente anomia de la política y la economía. La primera le falla a la democracia y la segunda le falla al modelo capitalista, agotado y constreñido por la “globalización negativa”. La clase política entra a una crisis de legitimidad profunda en la medida en que gradualmente se convierte, desde la indiferencia cupular, en un paria irreconocible para la ciudadanía, toda vez que perdió su esencia representativa. Por su lado, la ineficiencia productiva y distributiva del modelo neoliberal produce profundos vacíos y somete a la orfandad a amplios sectores de las poblaciones locales más que a las globales. Estudios recientes demuestran que mientras la inequidad global disminuye, la inequidad en el seno de las naciones aumenta. En ambos terrenos encontramos amplios sectores de población sumidos en la apatía y optando por las nuevas fuerzas nacionalistas regresivas, que apuestan por un discurso nativista de viejo cuño y xenófobo, que convence a sus nuevos votantes de sus virtudes redentoras. De aquí, la intensidad subsecuente del soberanismo “dogmático” que apuesta a la ascensión al poder a expensas del propio modelo democrático liberal que les permitió a esas fuerzas su existencia.

Como alternativa emergente a esto, se observa una tendencia hacia un progresismo de centro (si se puede decir esto). El conservadurismo tradicional y la izquierda han sido rebasados por las nuevas luchas y disidencias sociales emergentes, que desde hace tiempo tienen en el movimiento feminista, los diversos movimientos de las llamadas minorías (color, género, raza, clase, grupos marginados), un punto de referencia clave y con el cual hay que coincidir; sobre todo si atendemos al peligro que suponen fuerzas como el trumpismo, que pretenden erradicar estas reivindicaciones y logros. Al mismo tiempo ocurre una crisis de las transiciones políticas debido a la emergencia de los populismos reaccionaros, ante los que las fuerzas tradicionales se alían para hacerles frente. Sucede en Alemania, en donde el socialcristianismo y la socialdemocracia han unido esfuerzos para mantener una oferta democrática que permita garantizar los valores, principios e instituciones de la democracia liberal. En Alemania, esta coalición ha tenido éxito político y económico para el gobierno de la canciller Merkel.

Está por verse hasta qué punto será viable en México esta alianza para detener el soberanismo reaccionario y autoritario de Morena. Dependerá en gran medida de cuánto del voto inconforme, independiente, pero indeciso, vaya a ir a favor de la coalición entre una izquierda de capa caída (PRD), un movimiento emergente y minoritario, pero que ha demostrado cierto vigor político últimamente y de una derecha centro estable y sólida, representada prístinamente por Anaya, pero atrapada por su pasado fallido. En cuanto al PRI, habremos de ver, quizá, a un movimiento que, dada su ya visible agonía política y en aras de lograr su sobrevivencia, opte por votar también por la coalición izquierda derecha y de paso, evitar que su engendro morenista deje su propósito de poder en un mero intento.



Académico de la UNAM, miembro del SNI y miembro regular de la Academia Mexicana de Ciencias

Twitter: @JLValdesUgalde

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