Estado secuestrado
¿hay crisis de Estado en México? ¿De gobernabilidad? ¿Estamos frente a un momento de estatalidad limitada? ¿De crisis profunda, aunque zonal, de gobernanza estatal?
El tono y el pulso de las campañas de los candidatos presidenciales no parecen ser la expresión honesta, nítida de esta preocupación manifiesta y expresada en el ánimo del respetable público conciudadano. Aunque los temas de corrupción, inseguridad y crisis de gobernanza están relativamente articulados dentro del ensamblaje discursivo y de la agenda electorera de cada una de las tres opciones presidenciales, no lo está el de la profunda degradación de la ética democrática y cívica que asola el tejido político y social de la República, y que amenaza con la deformación profunda de la civilidad en la que viviremos todas las generaciones ciudadanas en los próximos años, pero, principalmente, la de nuestros hijos. Un futuro a la deriva.
Ya lo escribió el pasado 5 de mayo, mi querido amigo y colega, Diego Valadés, con la presentación de datos duros ofrecidos por ONGs internacionales: asistimos a la ocupación del Estado por parte de lo más oscuro que puede haber en el subsuelo de sistema político alguno. Esta vez no es el actuar de las mafias neoyorkinas del siglo pasado, o las colombianas de últimas décadas, o las de las dictaduras del Cono Sur. Se trata del enquistamiento en el aparato estatal de
la mafia, compuesta por nueve organizaciones criminales, que con el tiempo han instaurado una triste época de narcopolítica. Desde el gobierno de Felipe Calderón se respondió a esta crisis de descomposición con la llamada “guerra contra el narcotráfico”, estrategia fallida que continuó Peña Nieto, con el fatídico resultado de 234 mil muertos entre los dos sexenios. Sólo para dimensionar el sinsentido de esta estrategia, el gobierno de Peña Nieto contabiliza ya el 94% de
los asesinatos registrados en todo el sexenio de Calderón. Sólo de enero a la fecha van más de diez mil asesinatos, un promedio de 90 personas asesinadas por día (más 10 mil desaparecidos en el sexenio de EPN): un horrendo pacto de sangre el que sellaron ambos mandatarios y por lo cual la historia los juzgará como se merecen.
Según la DEA, hay seis cárteles de gran peligro: el de Sinaloa, el de Juárez, el del Golfo, el Jalisco Nueva Generación, el de los Beltrán Leyva y los Zetas. La PGR ha agregado tres más: La Familia Michoacana, el Cártel de Tijuana y los Caballeros Templarios. Según los datos oficiales con los que contamos, todas estas bandas tienen estatura transnacional, toda vez que llevan mariguana, cocaína, heroína, metanfetaminas y precursores químicos a 51 países de los cinco continentes, valiéndose de alianzas con criminales con base en Colombia, Italia y algunos países africanos, entre otros. Siendo el Cártel de Sinaloa el que mayor cobertura tiene, con 44 países en su radar.
El número de muertos, el aumento indiscriminado de la violencia que tiene tan preocupada a la República entera, la proliferación y el reposicionamiento geográfico de los cárteles en todo el país es evidencia del enorme fracaso de la estrategia del Estado mexicano en este rubro. Para entender la magnitud del fracaso de la estrategia y la crisis de gobernabilidad que han sumido al país en un estadio de estatalidad limitada, hay que detenerse en los altos índices de corrupción y en la enorme indiferencia e impunidad institucional con que se atiende una crisis generalizada que ya es tragedia nacional. En su último reporte sobre índice de percepción de la corrupción, Transparencia Internacional ofrece datos devastadores: México ocupa el lugar 135 de 180 naciones evaluadas y, de un rango del 0 al 100, donde 0 es el peor resultado y 100 el mejor, México obtiene una calificación de 29, quedando al nivel de países como Papúa Nueva Guinea, Paraguay, Rusia, Kirguistán y Laos. La disfuncionalidad del gobierno no sólo es resultado de un deliberado mal diseño institucional, sino que es consecuencia de la devastadora acción humana. Se trata de un asunto de seguridad nacional de dimensiones gravísimas que no se está valorando con la dedicación y sensibilidad que son propias de una emergencia nacional. Y, hasta el momento, no hemos recibido una propuesta integral de ninguno de los candidatos para detener este deterioro que ha sitiado al Estado y, en consecuencia, a la nación entera. Estoy cierto de que el que haga la mejor propuesta de entre los tres candidatos, tendrá el voto de muchos mexicanos, entre ellos el mío.
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