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¡Y nos amábamos tanto!

¡Y nos amábamos tanto!

No es con amor solamente que se mantiene una relación fraternal o de trabajo. Se requiere comprensión y respeto. Los socios comerciales son eso, socios comerciales; los aliados, son aliados en la formación de un frente de defensa para velar por su seguridad
05 de Agosto de 2018
Las relaciones entre socios, primero, tienen que armarse coherentemente para llevar a cabo una sociedad duradera y una alianza, basadas en el entendimiento mutuo de los problemas comunes y la disposición para dialogar las diferencias. Así. Sin subliminar. Ya después veríamos si se puede hablar de amistad. EU, pero el Washington de Trump más, viola sistemáticamente toda etiqueta de la diplomacia y de las buenas maneras en su trato a los mexicanos, a sus representantes y al país entero con esquizofrénica energía. Y esto aún no acaba. Es mi hipótesis, que no acabará hasta que el bufón en jefe se retire por el bien de todos y principalmente de EU, al que le ha hecho un daño supremo en tres años.
Es bien sabido que la coherencia en la práctica de la política exterior está ausente en Washington. De nuevo se evaporó el Centro Racional de Decisiones. El proyecto de política internacional brilla por su ausencia. También se reconoce que EU ha perdido más que nunca la brújula en esta coyuntura TrumpPutinista. El presidente sufre de un narcisismo explosivo y una obsesión por imponer un capitalismo vulgar. Esto ha sentado un precedente extraño en la historia de las relaciones con el mundo, pero en particular con sus aliados europeos: nunca se había visto que el miembro de un bloque aliado se salga de este y lo confronte, como lo ha hecho Trump frente a la UE y la OTAN. No se diga frente a su sociedad también histórica con sus dos socios del TLCAN, México y Canadá. A los últimos como a los primeros, se la ha pasado amenazándolos sin parar, al grado de que los europeos se plantean ya hibernar y definir una política de defensa y comercial independiente, y para sí, mientras Trump dure en el poder.
Este verano caliente no se olvidará. Quedará para la historia. Los anales habrán documentado la extrema vulgaridad de Trump en su periplo inolvidable por Bruselas, Londres y Helsinki, una bizarra saga de la que no se tiene precedente en la historia de la diplomacia de EU. En su viaje, Trump quiso dejar claro quién manda en este mundo. A la canciller Angela Merkel la acusó de ser “cautiva de Rusia”; a la primer ministra británica le dijo que Boris Johnson, ministro de Exteriores, renunciante y proBrexit, sería un buen primer ministro. Y a la UE y a la OTAN, los redujo a nada menos que basura. “Tu aliento es muy feo. Alguien te ha dicho esto antes”, le espetó Trump a Larry King en 1989, para demostrar que se puede poner a la defensiva a cualquiera con esta táctica agresiva, (citado en Hibernation. How Europe can survive the Trump era, por Dirk Kurbjuweit, Der Spiegel, 21 de julio de 2018). Así es Trump. La anterior es una excelente perla de cómo acostumbró —durante el tiempo en su inframundo empresarial— y de cómo intenta hacerlo ahora, negociando asuntos de Estado de la mayor importancia, tales como el calentamiento global, la crisis energética, los derechos humanos, la migración y la carrera nuclear.
Por otro lado, en México se eligió por mayoría avasallante la opción populista en la persona de AMLO, lo cual podría representar un estancamiento mayor de nuestra política exterior, anclada en los viejos principios soberanistas del nacionalismo revolucionario. Esto puede ser grave, si: 1. México no se planta claramente frente a los estadunidenses, 2. No diversifica con el resto del mundo sus relaciones internacionales y 3. No se pronuncia a favor del respeto a los derechos humanos y la democracia en aquellos países en que estos están en peligro, como en Nicaragua.
En la carta enviada a Trump por AMLO con buena intención, se ignora que la política comercial es aprobada por el legislativo estadunidense, con quien se tendría que estar hablando ya para conseguir los apoyos que el gobierno requiera si quiere que el TLCAN se mantenga como un acuerdo trilateral. Hay que conocer el funcionamiento de la Presidencia y el Congreso para lograr el cometido, aunque, por lo demás, como ya enuncié arriba, Trump no es de los que entienden razones. Su personalidad está dominada por un narcisismo explosivo, que lo lleva a plantear la imposición de un capitalismo vulgar. Es una nueva “bestia política”, como diría Der Spiegel, que no se presagiaba en el horizonte de la Alianza Atlántica. Y hay que conocerlo para saber cómo tratarlo.
La responsabilidad de AMLO es grande. No veo cómo evadir el tema del muro o de no “pelearse” con un bullying y basar su política con EU en el amor y la paz.

Académico de la UNAM, miembro del SNI y miembro regular de la Academia Mexicana de Ciencias
Twitter: @JLValdesUgalde

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