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Boris Johnson, el terminator insular

Cuando uno visita las casas del Parlamento de Westminster, en pleno centro histórico de Londres, lo primero que se observa es su neogótica solidez. Se trata, al tiempo, del palacio real más antiguo de Londres, así como de la sede del legendario poder legislativo británico. Contiguo a esta histórica construcción, se encuentra la Plaza del Parlamento (Parlament Square), que acoge las esculturas de algunos primeros ministros históricos del Reino Unido. De entre estos, el que mejor vista tiene al parlamento británico, es Winston Churchill, quien situado en la esquina noreste de la plaza, sobresale como la figura más cercana al famosísimo “Big Ben”, representación histórico-estética de la grandeza política moderna de ese país, de la cual el propio Churchill es protagonista principalísimo. Churchill, el Gran León, es, ciertamente, la figura histórica británica de la modernidad más sólida y venerada por propios y extraños, toda vez que nos muestra al hombre que representó una luz de esperanza en una de las épocas más oscuras de Europa y de la humanidad.
Digamos, que Churchill, junto con Roosevelt y Stalin, fue el gran operador estratégico que logró salvar a la democracia británica y el futuro político de Europa y del mundo entero, de las garras de la tiranía más destructiva que ha tenido el mundo moderno. ¿Qué dirían hoy estos tres insignes personajes, frente a la presencia de Boris Johnson, Donald Trump y Vladimir Putin, actuales líderes de sus respectivos países? Dado que el juicio histórico a Stalin ya nos mostró el perfil tiránico que lo aleja en definitiva de los demócratas Roosevelt y Churchill, y lo acerca más a Hitler; y que Putin es hoy una síntesis irrisoria del neo zarismo y neo sovietismo heredados por la Gran Rusia, nos quedan sólo sus otros dos acompañantes para realizar un paralelismo frente a sus dos herederos, que se acercan más a la figura de guasones que la de estadistas. Sólo una idea terrorífica: ¿imagina usted a Johnson, Trump, y Putin afrontando con decoro y responsabilidad, crisis como la Gran Depresión, la segunda guerra mundial o una nueva crisis de mísiles como la de Cuba?

Yo no. Y no sólo por la ineptitud manifiesta de estos personajes en el manejo de crisis, sino por el hecho mismo de que son ellos los causantes de las mismas. Para muestra observe usted el Brexit, Irán y Crimea, para darnos una idea de que los mayores liderazgos mundiales son un subproducto fiel de su carácter anómalo y destructivo, y que hoy tienen en vilo los complicados equilibrios políticos, económicos y militares del mundo. El caso del Brexit es notable. El advenedizo primer ministro, Boris Johnson (BJ), acaba de asaltar, desde el interior mismo del corazón parlamentario de ese país fundacional de la democracia moderna, al sistema político británico en su complejo conjunto. Al decretar la suspensión del Parlamento con la monstruosa anuencia de la reina, del 11 de septiembre al 14 de octubre, intenta descarrilar la salida negociada del RU de la UE y opta por una salida dura que impactará negativamente el PIB y el valor de la libra, así como el euro y el dólar. Aparte de significar un impulso autárquico de parte de Johnson, este movimiento representa a la vez, un golpe de estado a la institucionalidad democrática británica. Y también representa un golpe nodal a la tradición democrática liberal. 
BJ pretendería instaurarse como un nuevo Zar británico. A menos de que ocurra lo siguiente: que a través de un voto de desconfianza del parlamento, Johnson se vea obligado a convocar a elecciones generales y simultáneamente se convoque a movilizaciones generales, las cuales ya empezaron a darse en las calles de Londres. También podría sobrevenir una huelga parcial o general que paralizara al gobierno, obligándolo a ceder e incluso a irse a su casa. En todo caso, BJ ha provocado de la peor manera una crisis constitucional y de representación, toda vez que Johnson, si bien fue electo por la mayoría de su partido para sustituir a la fracasada lideresa del conservadurismo, Theresa May, no fue electo por el pueblo británico. Este momento presenta, además, como dice Yasha Mounk (“Lo que BJ ha hecho a la democracia más estable del mundo”, Letras Libres, 28/09/19), un conflicto entre soberanía popular y parlamentaria. La británica es la señal más nueva y ominosa de como una elite autárquica furiosa y soberbia, quiere desmantelar la democracia, desde el interior de la democracia misma

Comentarios

  1. Chepo, gran articulo.

    eso de que el BJ quiera instaurarse como zar, pues no andas lejos en lo absoluto. theresa may lo quiso hacer. solamente hay que buscar y comprender el contenido del famoso "withrawal bill" y podremos ver lo que en Westminster se conoce como "Henry VIII powers". buscalo. legalmente el gobierno puede gobernar por decreto. Cuando salio, yo proteste diciendo que esto era un golpe de estado silencioso, me tiraron a pendejo.

    te mando saludos. Soy German, hijo de pepita.

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