El 25 de julio de los corrientes, en una
conversación telefónica que era secreta y que se desclasificó el jueves pasado,
con todas las implicaciones políticas que esto tendrá, Donald Trump le dice a
Volodímir Zelenski, el presidente ucranio, “se está hablando del hijo de [Joe]
Biden (en referencia a Hunter Biden, que tuvo negocios en Ucrania mientras su
padre era vicepresidente), que Biden detuvo la investigación y que mucha gente
quiere averiguar eso, así que lo que puedas hacer con el fiscal general de EU
será genial … Rudy Giuliani (abogado personal de Trump) sabe muy bien lo que
está pasando y es un tipo muy capaz. Si puedes hablar con él y con el fiscal
general, será genial. Biden fue por ahí presumiendo de que había detenido la
investigación, así que si puedes mirar eso”; para paso seguido rematar: “tu
economía va a ir mejor de lo que yo predije”. A esto Zeleneski responde: “como
hemos ganado la mayoría absoluta en nuestro parlamento, el próximo fiscal
general ser´100% mi candidato. Él o ella analizará la situación específicamente
de la compañía que mencionaste en este tema.” Antes de esta parte, Trump, ya le
había advertido al ucranio, “EU ha sido muy, muy bueno con Ucrania. No voy a
decir que sea recíproco porque las cosas que están pasando no son buenas”, sin
aclarar para nada qué es lo que Ucrania tendría que hacer para estar en buenos
términos con Trump, pero si dejándole al manso de Zelenski la oportunidad para
complacer a Trump.
Cuando
Trump habla con mandatarios extranjeros, lo hace dándoles órdenes o usando humillaciones
e insultos, tal y como lo ha hecho con Trudeau, Merkel y Macron. En este caso,
también habla como mafioso. Hace tratos como mafioso e impone sus términos a
sus contrapartes como mafioso. En julio 21 de 2018 así me referí sobre este
tema en esta columna: “Trump tiene un pasado turbio, lodoso. Todos lo saben,
tanto en el ámbito de los negocios de la construcción, en donde se le llegó a
vincular con la mafia neoyorquina, como en su vida privada. Compra y vende, lo
mismo lealtades que prostitutas y vive constantemente en los linderos de la más
baja podredumbre existencial. Es el rey desnudo del siglo XXI y del nuevo caos americano
y la impunidad despótica.”
Trump, es verdaderamente una
anomalía democrática en un país, que como afirma Nancy Pelosi, líder de la
cámara de representantes, tiene que decidir si continúa siendo una república
(citando a Benjamin Franklin, Pelosi, preguntó: “¿qué tenemos, una república o
una monarquía? Una república si somos capaces de mantenerla”). El tono
provocador e Trump, su manía mitómana (en promedio media docena de mentiras al
día) y su violación permanente del protocolo legal y político desde antes de su
llegada a la sala ova, no sólo ha exacerbado los ánimos en Washington, sino que
también ha creado ya una crisis constitucional de profundidades impredecibles.
Dada la flagrancia con la que Trump violentó el orden constitucional al invitar
abiertamente a un líder extranjero a involucrarse en el proceso electoral
estadunidense, Pelosi, no tuvo otra opción que abrir el proceso de destitución,
que implica que la cámara baja vote por el desafuero y destitución del
presidente en su calidad de juez instructor y fiscal, para que paso seguido,
sean los dos tercios del Senado en su calidad de juez, los que tomen la
decisión final. Este proceso tendrá un fuerte impacto en la elección
presidencial y muy seguramente polarizará a los estadunidenses y los distraerá
de los temas centrales de la agenda política y ciudadana que está al centro del
debate.
A Trump siempre le han
gustado las luchas de lodo. Es en ese escenario en donde es capaz de hacer las
trampas que lo distinguen. En este sentido, Trump muy viene puede estarse
relamiendo de contento, toda vez que seguramente cree que esta es su
oportunidad para, desde la polarización, distraer la atención y ganar la
reelección. O bien, puede ocurrir el escenario opuesto, a saber, que sus
correligionarios le den finalmente la espalda y no respalden esta vez el
desaseo del político más corrupto de la historia moderna de EU. Al tiempo que
la ciudadanía haga consciencia del peligro de votar por un individuo
desequilibrado e irresponsable y darle un giro completo a la historia política
de ese país. De hecho, para eso se escribió la Constitución. “Si el líder de la
nación se prueba que es corrupto, que invade sus derechos, abandona sus
obligaciones o abusa de su autoridad”, el mecanismo de destitución le abre el
camino a Nosotros el Pueblo (We the
People), para deshacerse del déspota. La moneda está en el aire.
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