Para empezar esta reflexión, hay que decir
que Evo Morales (EM) no es, ni Jacobo Árbenz en 1954, ni Salvador Allende en
1973. Para empezar, estos, desde sus respectivas trincheras reformistas, nunca
violaron los preceptos constitucionales de sus respectivos países (Guatemala y
Chile), mismos que fueron los que los llevaron a ocupar la presidencia de sus
países con toda legitimidad. Asimismo, tampoco se erigieron en víctimas lastimosas
de ningún complot. En cambio, Morales si lo ha hecho. Frente al mito que ha
hecho de sí mismo y frente a las evidencias de sus fraudes electorales, ahora
optó por calificar a su victimarios de golpistas y de racismo en su contra;
aunque ciertamente algo hay de golpe en este asunto y mucho de racismo, esto no
nos tiene porqué intimidar al hacer el análisis del asunto de su salida de
Bolivia y su posterior arribo a México en calidad de asilado.
Lo mismo aplica,
desde luego a la variable económica y la del progreso que durante su
presidencia, Morales logró, al haber generado un crecimiento económico
importante y un nuevo contrato social que generó un nuevo momento de cohesión
social en Bolivia, logros que hoy están a punto de estallar en pedazos debido a
su intransigencia antidemocrática. Lo esencial de mi desarrollo aquí tiene que
ver con la cuestión democrática, que al ser alterada y violentada por el mismo EM,
le quitó a éste la oportunidad de pasar a la historia como el primer presidente
indígena y progresista exitoso de su nación con fundamento y legitimidad
democrática. En este sentido la presidenta interina, Jeanine Áñez y la nueva
cúpula militar represiva, son producto de sus actos ilegítimos y en buena
medida y, desafortunadamente también, son parte de la obra que lega a Bolivia y
al continente: y la cual , malo para él,
terminó en un gran despropósito democrático. Aquí nos referiremos a eso.
Realidades conceptuales
y políticas tan enquistadas en nuestro continente, como golpe de estado,
dictadura y estado de sitio, han sido estudiadas por politólogos de la estatura
de Samuel Huntington y Alain
Rouquié, por mencionar sólo a dos de los muchos que han investigado la
participación de los militares en política. La salida de Evo de Bolivia está
precedida por una renuncia presidencial y por una saga política que deja mucho
que desear, toda vez que se asemeja a los casos venezolano, nicaragüense,
ecuatoriano (a medias) y muy probablemente el argentino, con el regreso del
Kirchnerismo. En todos, salvo en el último, ha habido abuso del poder
transicional en el marco de un régimen democrático, Con relación al golpe y sus
implicaciones socio políticas, ya de por si dramáticas en Bolivia, considero
que muy bien se puede establecer la siguiente secuencialidad causal de
“golpes”. La primera etapa tiene que ver con la ya conocida autorización de la
SCJ, de octubre de 2019, a EM para competir en las elecciones de 2020, violando
la Constitución y el resultado del referéndum para cambiar ésta. Seguidamente, tenemos
la muy mexicana “caída del sistema” que provocó el propio EM ante la inminente
derrota electoral por más del 10%, que lo imposibilitó legalmente para
continuar en el poder. Es decir, Evo era ya un presidente ilegítimo antes de
salir de La Paz. Y por tanto, su proclamación como “presidente electo” por
cuarta ocasión, resultó, no sólo inefectiva políticamente, sino también
fraudulenta. Como sugiere el distinguido analista socio político, Fernando
Bazúa, estos 3 primeros “golpes” secuenciales fueron asestados por Morales.
Dentro de toda la maraña en la que nos adentró EM, ocurrió,
en efecto, un cuarto “golpe”: la “sugerencia” a EM hecha pública, del alto
mando de las Fuerzas Armadas bolivianas, para que renunciara, aun cuando en los
hechos Evo ya había reconocido su propio fraude al convocar a nuevas
elecciones, en las cuáles, él, por “derecho humano”, impuso que tenía que
participar. Este cuarto golpe, en efecto, fue asestado por los militares
bolivianos, quienes ahora reprimen los levantamientos promovidos por EM desde
nuestro país. El quinto “golpe”, sin duda el más inteligente de parte de EM,
fue su renuncia, junto con la de todos sus partidarios que estaban en la línea
sucesoria constitucional, destinado todo ello a abandonar su compromiso de
Estado, dejando un vacío de poder legal. Y para acabarla, el sexto “golpe”: la autoproclamación
presidencial de Añez por un Congreso sin quórum, con la participación del alto
mando militar, generando todo ello la imposición del actual Gobierno ilegal de
Bolivia. Naturalmente, los “golpes” más vistosos y en los que casi todos
focalizan su atención son el cuarto y el sexto. Tengo la convicción de que
Allende y Árbenz, dos grande líderes socialdemócratas, valientes y convencidos,
nunca hubieran recurrido a las artimañas de Evo, para aferrarse al poder.
¿Merece Evo Morales nuestro asilo político? Seguiremos.
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