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¿Qué hacer con el patio de enfrente?

La pregunta es pertinente en los tiempos de la Cuarta Transformación. Nunca habíamos enfrentado tan dolorosa lección de Estados Unidos desde los tiempos del presidente estadunidense James K. Polk, quien dobló y corrompió a un Santana dispuesto y ruin para la entrega de la mitad de nuestro territorio. Aquel fue un acto inescrupuloso al que México se sometió en forma abyecta. Y que nos ha convertido ad eternum en una víctima chillona del imperialismo bárbaro y obsceno que tanto nos odia y odiamos.

Después de la saga Pompeio-Ebrard, y de la saga López Obrador-Trump-Barr. De la descarada imposición y anuencia del gobierno de México de una política migratoria represiva, de seguridad y de relaciones con América Latina (Evo Morales) a la imagen de Donald Trump, ¿nos queda algo de nuestra muy solfeada soberanía? ¿O algo de gracia republicana?

Este gobierno le ha concedido al de Trump todo lo que quedaba de una política exterior ya de por sí famélica. La entrega ha sido veloz y es mayor incluso de lo que le concedieron otros gobiernos previos. La cuestión es, ¿cómo lidiar con el Coloso del Norte? Para empezar a enterar al gobierno de este país y a nuestros queridos lectores sobre lo que implica una relación como la que tenemos con EU, valdría la pena hacer algunas precisiones. Para acabar pronto, no somos iguales. Somos diametralmente opuestos y diferentes. México guarda una posición asimétrica, de subordinación frente a Estados Unidos, por más que prediquemos bravuconamente y de dientes para afuera una independencia inexistente.

Nuestra relación con EU es una relación patológica, llena de prejuicios y de simulaciones. Por ejemplo, nuestra clase alta, muy antiyanqui (desde luego, es menester incluir a la clase política, corrupta o no), se lleva sus capitales a los mercados financieros de allá, Nuestra clase media no se cansa de hacer los clásicos viajes de compra (shopping) en los grandes centros comerciales del sur y norte de nuestro vecino del norte. Y nuestra clase trabajadora migra irremediablemente al mercado gringo en busca del “sueño americano”, con las inconveniencias intrínsecas, que los convierte en víctimas de persecución socio policiaca en forma permanente. Además, somos receptores, desde EU, de más del 80 por ciento del total de la IED extranjera que llega a México. El contenido mexicano en nuestras exportaciones es pequeño, y cada vez más a raíz de la firma del T-MEC. Entonces, ¿de qué soberanía estamos hablando?

De acuerdo con diversos estudios (entre ellos, J. Velasco Grajales, Cambio y Continuidad en las relaciones México-EU), la relación México-Estados Unidos tiene varios componentes, a saber, México representa sólo una parte de la política exterior estadunidense, es decir, México resulta importante para EU, pero no equivale a su prioridad en términos de política exterior; en cambio, para México, EU es una prioridad que opaca en términos generales nuestra relación con el mundo; esta relación ha desembocado en una asimetría delineada a partir de la historia de cada parte; se trata de una relación compleja con una intermesticidad dominante; la relación bilateral es interdependiente, por lo que aunque asimétrica, para ambos Estados, la relación es un factor cuantioso en la política interna; y por último la rutina predomina en el desarrollo de la relación, lo cual quiere decir que difícilmente habrá algún factor que cambie la naturaleza de la misma.

Hoy más que nunca, Estados Unidos se ha instalado en México con una mayor determinación y soltura. La razón no es sólo que Trump, aprovechando las debilidades estructurales del país, haya decidido imponer su tono a la misma. También han influido dos cosas de nuestro lado: la ausencia total de una visión estratégica en política exterior y estadunidense (dos temas distintos) por parte de este gobierno y la enorme impericia de parte del gobierno para entender la realidad de EU. Y la debilidad sorprende más, dada la extraordinaria legitimidad que reviste la elección de Andrés Manuel López Obrador. En todo caso, los hechos hablan por sí solos. Y además, reflejan de nueva cuenta lo poco que sabemos qué hacer con el patio delantero y lo mucho que nos hemos acostumbrado a ser el patio trasero. Lo cual no deja de ser triste para México. ¡Felices fiestas a todos los lectores!

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