Del Río Bravo al Suchiate, el México de la 4T vive la crisis existencial más grave en sus dos fronteras, en lo que va del siglo. Y una tragedia en política exterior inédita en México. Todo esto ocurre debido al hecho de que el gobierno de Andrés Manuel no ha comprendido cabalmente la dimensión de la crisis en la que ha sumido a la nación su subordinación al trumpismo. No se trata aquí de hacer un recuento rudimentario de defensa de la vulnerada soberanía o una crítica chovinista al renovado impulso intervencionista de Washington.
Quiero apuntar al análisis crítico de lo que ya se considera orbi et orbi, como una política entreguista del gobierno. Nunca vista, ni en las épocas más complejas de la relación bilateral durante los gobiernos priistas o panistas. La actual es una entrega completa de la plaza a un sujeto como Trump, que utilizará sin descanso la cuestión mexicana para reelegirse. Esta oportunidad se la han regalado a Trump, Andrés Manuel y Ebrard, quienes parecen más miembros del conservador Partido Republicano, que Mitch McConnell, el líder republicano en el Senado.
Y esto ya ocurrió en un mitin de Trump, en el cual afirmó, refiriéndose a la política migratoria represiva del gobierno de México: “el Presidente es amigo mío, está haciendo un gran trabajo, es una situación difícil, pero México está, de hecho, –pronto lo descubrirán– pagando por el muro. Al final, el muro está siendo muy gentilmente pagado por México”. Experto en humillaciones, clásicas de un tiranuelo, Trump humilló al Presidente mexicano y de pasada puso en evidencia cuán complacido se encuentra con la política migratoria seguritizadora que el débil gobierno de la 4T le ha puesto en charola de plata al presidente de EU más antimexicano de la historia moderna. Resulta incomprensible la degradación en la que ha caído la política bilateral mexicana pero, por otro lado, es entendible, sobre todo si tomamos en cuenta el vacío en el cual la misma se encuentra debido a que la Cancillería no ha articulado ninguna política coherente en esta dirección. Este gobierno no tiene política exterior y el vacío dejado como consecuencia lo ha llenado Donald Trump, quien es virtualmente el jefe de la Cancillería mexicana
La total ausencia de una política interdoméstica y exterior ha provocado que se abandonen y, aún peor, se expongan las dos fronteras a riesgo de una mayor inseguridad existencial. Tanto en el sur como en el norte, México ha puesto en operación dispositivos represivos en contra de los migrantes centroamericanos y, de paso, de los mexicanos, quienes han quedado intimidados frente a las políticas policiacas de su gobierno; todo lo cual nos ha expuesto ante el mundo y debilitado internamente (¿quién se creerá ahora en EU la posición soberanista, y ahora hipócrita, de México en defensa de los connacionales?). Dentro de estas medidas policiacas, se incluyen las restricciones que la Secretaría de Gobernación, a través del INM, ha impuesto a las organizaciones civiles y religiosas (no a todas ellas) que tienen presencia en la región sur y que apoyan a los migrantes frente a la violación de los derechos humanos cometidos por las autoridades mexicanas. Este hecho es la confirmación implícita y explícita de que el gobierno mexicano está dispuesto a llegar hasta la represión en contra de civiles, de familias completas, con tal de complacer a Trump. Andrés Manuel y la 4T, enmudecidos y solapando la persecución contra las voces críticas, como la de Muñoz Ledo, están atrapados en su propio laberinto, acrítico y simulador. México quedó también atrapado, entre una frontera sur subdesarrollada y represiva, y una al norte, en donde la prepotencia agresiva y expansionista de Trump ha desarticulado la gobernanza subnacional y deshecho el tejido social. Ambas políticas fronterizas, pues, están subordinadas a Washington y a los caprichos que un autócrata le impone al otro, subordinado y hoy sumamente debilitado, arrinconado por la realidad que, a falta de contrapesos formales, se convierte en su contrapeso único
Por lo demás, un nuevo frente, aún más peligroso, y que atenta contra la política del estado laico, se abrió en el sur. Según reporta Roberto Vera (Proceso, 19/01/20), dada la incapacidad para afrontar los flujos migrantes, el INM recurrió a los buenos oficios de un buen amigo del Presidente. Se trata del pastor Arturo Farela Gutiérrez, líder de la Confraternidad Nacional de Iglesias Cristianas Evangélicas (Confraternice), quien, en la frontera sur, ya empezó a instalar refugios para los migrantes. ¿La iglesia evangélica, afín a Andrés Manuel, encargada de implementar el “poder suave” del gobierno? ¡Aguas!
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