En mi contribución anterior terminé la primera parte de esta serie con la siguiente pregunta: “el ascenso de Sanders plantea una disyuntiva: ¿podrá un outsider socialdemócrata y populista convencer de que un giro a la izquierda, histórico en EU, será la salida a una crisis sistémica y de liderazgo de otro outsider populista antidemócrata?”. Por lo pronto hay que decir que, contra todo pronóstico, el senador socialista por el estado de Vermont se ha vuelto el favorito de la contienda y un referente a seguir. Al momento de escribir estas líneas, en el estado de Nevada (36 delegados en disputa), en el que el expresidente Joe Biden aparecía como favorito, Sanders ganó por aplastante mayoría, 34% de los votos, rebasando a Biden con gran rapidez en la semana previa a la elección. En Carolina del Sur (54 delegados en disputa) ciertamente Biden se mantiene como favorito (32.8) y el importante voto negro lo favorecerá, Sanders se ha instalado en segundo lugar con 21%. En Texas (228 delegados) en donde Biden era claro favorito, Sanders se acerca a 22.3%, dos más que Biden. En California (415 delegados), estado clave en la contienda, Sanders va arriba con 28.3%, frente a 14% de Biden. Los demás candidatos, Warren, Buttigieg, Klobuchar y Bloomberg, el magnate y exalcalde de Nueva York, que ha invertido en publicidad 400 millones de dólares de su propio peculio, están distantes de estos dos candidatos y, a reserva de conocer los resultados del súper martes (3 de marzo), fecha definitoria en la contienda, todo parece indicar que se puede dar una confrontación final entre el carismático candidato populista Sanders, y el centrista Biden, estrella solitaria y aún el favorito del Partido Demócrata (PD).
Tomando en cuenta que, del total de los 3,979 delegados necesarios para decidir esta elección primaria, sólo 1,991 se necesitan en una primera vuelta para proclamar al candidato demócrata, es notable que Sanders lleva una marcha espectacular hasta el momento (29.2% contra 18% de Biden a nivel nacional) y ha desafiado las consideraciones iniciales, que apuntaban a Biden como el favorito en una contienda nacional en la que el centro político se vería más empoderado para llegar a la elección de noviembre y con más posibilidades de derrotar el extremismo de Trump. Ahora, esto ha cambiado notablemente y otro candidato de extremos, pero, al contrario de Trump, un demócrata moderado como Sanders, se posiciona poderosamente, desplazando potencialmente al centro progresista que representa el exvicepresidente de Barak Obama. De aquí que la pregunta inicial sea relevante para el futuro del sistema político de Estados Unidos y, en gran medida, para el futuro de las relaciones regionales y globales entre EU y el resto del mundo. Sanders, un político antilibre comercio, que simpatiza con La Habana y Caracas y que desde hace 15 años tiene una posición ambigua sobre el control de armas, ha cautivado a grandes masas de clase media (incluidos jóvenes latinos que le dieron el triunfo en Nevada), prometiendo un sistema de salud universal que ha dicho, simplistamente, que lograría aumentando los impuestos a los súper ricos, sin especificar cómo disectaría el presupuesto para cubrir el enorme costo de este proyecto. En esto, Biden ha sido más cauteloso y, si bien apoya el llamado Obama Care –del que fue coautor–, no aventura las buenas nuevas de Sanders. Este aspecto del programa de Sanders ha levantado muchas dudas, al igual que ha ocurrido con Warren, quien lo promete en términos similares. El ala izquierda del PD está escindida y parece inclinarse por Sanders, quien gradualmente le está quitando las banderas a la senadora Warren. Lo que estaría por verse en esta carrera por el liderato demócrata es si ese sector logra conservar el músculo y ser capaces, hacia el final de la contienda, de unir y no escindir aún más un frente antiTrump, imprescindible en este momento crítico de la democracia estadunidense. Sólo recordemos la candidatura de izquierda de George McGovern en 1972 y su estrepitosa derrota ante Nixon (Tricky Dick).
la comarca
El gobierno mexicano más sumiso ante EU que conozca mi generación es regañado por el Coloso del Norte. Ante la ola de violencia en México, el embajador estadunidense estalló y le espetó a Alfonso Durazo: “Es algo deprimente. ¿Qué es lo que se propone hacer que sea distinto de lo que se ha hecho hasta ahora? No hemos tenido resultados”. Bien leída, esta expresión habla del enojo del tirano naranja y del enorme riesgo de seguridad nacional que nuestro gobierno representa para Washington. Producto de las torpezas de Ebrard y del Presidente, éstas no son buenas noticias para la salud de la relación bilateral.
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