La izquierda menos moderada del Partido Demócrata (PD), encabezada por el precandidato socialista, Bernie Sanders, parece haber sido contenida por el centro progresista encabezado por el exvicepresidente Joe Biden. Después del súper martes del 3 de marzo, en el cual Biden arrolló a un pujante Sanders, vimos la retirada de Peter Buttigieg, Amy Klobuchar y Elizabeth Warren de la carrera por la nominación demócrata, lo cual pone a la transición democrática estadunidense en un momento álgido.
Los primeros dos precandidatos se han pronunciado por Biden, quien al ganar recientemente Carolina del Sur y del Norte, así como Michigan, Mississippi, Missouri y la mayoría de los estados en la elección del segundo supermartes, el 10 de marzo, se posiciona como el claro favorito con 885 delegados vs 732 de Sanders (153 de diferencia); una realidad matemática que le impone a Sanders un cambio de estrategia y, eventualmente, su retiro de la contienda. Esto mismo tendrá que decidirlo también Warren, la precandidata perdedora del ala izquierda demócrata. Sobre todo si, como parecen indicar las encuestas, la posición de Biden es muy fuerte en las próximas primarias de Florida (65%), Pensilvania (39%), Illinois (57%), Ohio (57%), Arizona (51%).
A la luz de esta realidad, pareciera que Sanders estará muy lejos de obtener la cantidad mágica de 1991 delegados.
Lo anterior indica que la opción socialdemócrata se derrumba como opción dominante dentro del espectro político de los demócratas, pero no necesariamente se elimina como opción de presión para que, en el marco de lo que tendrá que ser un frente amplio con una estrategia agresiva contra Trump, Biden incorpore algunas de sus principales banderas. Tal sería el caso de la reforma al sistema de salud, el apoyo a los estudiantes de universidad, la reforma migratoria y las políticas en contra del calentamiento global. Medidas que, tanto Sanders como Warren, han enarbolado en forma sistemática durante sus largos meses de precampaña.
Así, la correlación de fuerzas se encaminaría a armar un frente amplio y consolidado, toda vez que Sanders –más que Warren– lo entienda así y no boicoteé a Biden.
De continuar, entonces, la tendencia ganadora de Biden, un escenario como este puede, a la vez, dar pie para que el Partido Demócrata se convierta en una opción conciliadora en momentos en los que la alta tensión provocada por el discurso disruptivo de Trump (además de sus desaciertos declarativos en tiempos del COVID-19), exige que las fuerzas políticas regresen a la moderación.
Si como el termómetro demócrata parece indicar, la gente está pidiendo abandonar el extremismo (cosa que ya puso a Sanders y, seguramente, pondrá a Trump contra las cuerdas), será muy probable que haya en las filas de votantes un amplio espectro de indecisos que estarían esperando que por fin se les envíen señales conciliatorias para recuperarse del desgaste al que Estados Unidos ha sido sometido, social, política y culturalmente por el trumpismo. Esta mayoría, por lo pronto silenciosa, podría definir el futuro de la política en Estados Unidos. Así lo ha entendido Biden y los sectores muy cercanos al establishment demócrata. Ven, con razón, que el discurso alarmista del soberanismo nacionalista de derecha e izquierda puede romper los consensos precarios y aislar aún más a nuestro vecino del norte y dejarlo fuera de las jugadas que este país solía emprender en tiempos no tan remotos.
Por lo demás, como ocurre con todos los ciclos históricos, estos 14 años de declive democrático, en los que el pluralismo y la inclusión socio política han estado bajo el asalto de fuerzas políticas extremistas emergentes en todo el mundo, podrían estar llegando a un momento de desgaste terminal (al menos en Estados Unidos).
Las elecciones que vienen en dicho país podrían dar la pauta para que este ciclo se invierta (derrota de Trump incluida) y los sistemas políticos puedan recuperar el ímpetu democrático para salvarse a sí mismos.
Es muy previsible que las primarias demócratas sean el indicador de esta potencial tendencia. Dentro de tantas malas noticias que nos rodean este prospecto anima el optimismo de la ciudadanía universal.
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