Bernie Sanders se retiró de la contienda por la nominación presidencial del Partido Demócrata. El 8 de abril pasado Sanders así lo anunció y dejó a Joe Biden el camino abierto para convertirse en el rival de Trump y, si la suerte y el coronavirus lo dejan, probablemente se convertirá en el nuevo presidente estadunidense. Aunque aún no está muy claro si Sanders y Warren —las dos cabezas de playa de la izquierda demócrata— apoyarán a Biden, es muy probable que ésta no sea la misma historia que se vivió en 2016. Ese año, Hillary Clinton ganó la nominación demócrata y en un arranque de soberbia, ni Sanders ni Warren la apoyaron. Es muy probable que esto haya influido en el último minuto en su estrecha derrota frente a Trump en los llamados swing states (Michigan, Ohio, Missouri, Pensilvania). No obstante, en esta ocasión, el mismo retiro temprano de Sanders (impensable en 2016) es un indicador de su cambio de actitud y de visión estratégica frente a un objetivo que comparten todos los demócratas: sacar a Trump de la Casa Blanca y recuperar y mantener su mayoría en el Senado y en la Cámara de Representantes respectivamente.
En su anuncio de renuncia a la precandidatura, Sanders declaró, “no puedo en buena conciencia continuar con una campaña que no puedo ganar y que interferiría con el importante trabajo de todos en esta hora”. En efecto, el exvicepresidente Joe Biden lleva en su cuenta 1,217 delegados frente a los 914 de Sanders. Una diferencia de 303. Siendo que el total de delegados necesarios para ganar la candidatura es de 1,901, era matemáticamente imposible que Sanders pudiera alcanzar a Biden. De aquí su declaración, más que realista y que muestra a un Sanders asumiendo ya como propia una faceta distinta, con el propósito de lograr introducir en la agenda del candidato Biden los temas que postuló durante su precampaña, a saber, gratuidad en el acceso a los estudiantes de licenciatura y un sistema de salud amplio e integral para la mayoría de estadunidenses, todo lo cual ya era un componente de las políticas de Obama, a las que Biden con seguridad se sumará. Y en esto último Trump se encuentra en total desventaja, sobre todo frente a los adultos mayores, quienes han resentido las reducciones al presupuesto de salud. Según una encuesta de CNN de ayer sábado, Biden supera a Trump entre la población mayor a 65 años, por 13%. Si esta tendencia continúa, Trump perderá la batalla entre este importante sector del votante estadunidense.
En realidad, Sanders perdió la batalla política frente al COVID-19 y la ideológica ante el establishment demócrata. A raíz de la renuncia a la contienda de Peter Buttigieg y Amy Klobuchar y en el preámbulo del supermartes de marzo pasado, así como de las elecciones en Carolina del Sur —contiendas en las que Biden arrasó—, amplios sectores demócratas (incluidos los votantes trabajadores blancos) veían en peligro sus posibilidades de derrotar a Trump si Sanders resultaba candidato. Además de esto, Sanders perdió votos entre los fieles jóvenes, pero, sobre todo, perdió en definitiva el apoyo del votante afroestadunidense en estados como Alabama, Mississippi, Virginia y las Carolinas. Mucho para Sanders. El error político-ideológico de Sanders fue haberse concentrado sólo en un ala ideológico-política de los demócratas, lo cual significa un traspié garrafal en un sistema político como el estadunidense, en el cual la población de los indecisos en votaciones nacionales es críticamente importante. Asimismo, omitió un dato clave en política partidista: una mayoría decisiva –el 60%— del electorado demócrata está compuesto de hombres y mujeres leales al establishment, tradicionalmente de centro, así como de sindicatos y diversos comités de partido alineados con este sector. Hay que agregar a esto que el electorado representado por los demócratas como una muestra del indicador nacional, no está interesado en una “revolución política” como la de Sanders.
Aunado a este 60% que representa al esta-
blishment, tenemos más datos sobre la correlación de fuerzas demócrata que ilustran mi análisis: la izquierda progresista, la organización negra Black Lives Matter y los socialistas democráticos de EU, representan sólo el 20% de fuerza; por su parte, el grupo de los “neoliberales” demócratas, a quienes no les gustan los anteriores, representan también el 20%. Lo anterior nos deja ante un panorama complejo que, si los demócratas pueden resolver, los podría llevar a la Casa Blanca en un momento muy crítico para la política de EU. Así como los republicanos no quisieron atajar el populismo trumpista en 2016, pareciera que los demócratas si se atreverán a hacer lo propio, armando una amplia coalición de centro progresista para sacar a Trump del poder.
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