Según las más recientes encuestas y un reporte de Reuters, el exvicepresidente de Obama, Joe Biden, se ha situado en la carrera preelectoral estadunidense como el claro favorito por la elección presidencial contra Trump. Reuters calcula que Biden le lleva, más menos, 13 puntos de ventaja al polémico mandatario, hoy cada vez más mermado por las múltiples crisis que, debido a su torpeza política, afronta en el ámbito interno. La más reciente, el fallo de la Suprema Corte de Justicia de su país en contra del decreto de Trump contra los derechos que Obama les confirió a los Dreamers.
Es sabido que Trump está en contra de la permanencia de ese segmento de población que ingresó a Estados Unidos de la mano de sus padres inmigrantes, cuando aún eran muy pequeños y quienes crecieron como un estadunidense más, con el arraigo a la cultura y a la sociedad de ese país.
Se trata de cerca de 800 mil migrantes que se sienten y viven como estadunidenses. A este revés se suman los disturbios callejeros en contra de la violencia policiaca y el racismo instalado en la vida cotidiana de millones de afroestadunidenses y otras minorías, racismo que el presidente ha personificado a la perfección toda su vida. Y, por último, la pandemia y el mal manejo de Trump de la misma, con más de 100 mil muertes.
Estos acontecimientos serán, sin duda, usados por la campaña de Biden como armas letales en la guerra política que se avecina de aquí a noviembre 3, el día que los estadunidenses saldrán a votar por su presidente. Se tratará de una elección sin precedentes históricos en la historia política moderna de ese país. Toda vez que Trump representa, en la nación moderna por excelencia, la antítesis de progreso y desarrollo democrático. Y los estadunidenses saben esto. De aquí los números que arrojan las encuestas hasta ahora y que sitúan a Trump en una débil posición político/electoral.
Pero hay algo más que resulta inédito; desde la salida de Sanders y de Elizabeth Warren (senadora por Massachusetts y progresista moderada, al lado de Sanders) de la contienda. Se ejecutó lo que ya podría ser considerado como una jugada maestra (sobre todo si Biden triunfa sobre Trump): los demócratas recuperaron el centro progresista sin entrar en una guerra de posiciones ideológicas, pero, sobre todo, optando por una estrategia de unidad pragmática en torno al centrista Biden. Esto es, a favor de políticas antirracistas y excluyentes y a favor de una mayor cohesión social, de la defensa de los derechos civiles y cívicos esenciales, como educación, salud, justicia, inclusión y derechos de las minorías, así como a favor de las políticas en contra del calentamiento global.
Si lo anterior ocurriera, vamos a presenciar una auténtica propuesta socialdemócrata en Estados Unidos nunca vista antes (Ver, Michael Tomasky, Biden´s Journey Left, NYRB, July, 2, 2020).
Sanders, al haberse detenido ante su propia derrota, dio pie a que germinara, muy probablemente, un nuevo modelo político ideológico en EU y en las Américas que muy bien puede cambiar el rumbo del debate político.
La intromisión del trumpismo en México inició en agosto de 2016 cuando Peña Nieto invitó a Trump a Los Pinos y le confirió trato de estadista. Los demócratas, sin decirlo, nos odiaron. Y hoy nos odian más por varias razones. La principal es que Palacio Nacional y Cancillería sigan rindiéndole tributo a un barbaján como Trump, aceptando los términos impuestos de una política migratoria, tanto antimexicana como anticentroamericana y, básicamente, trumpista. Así las cosas, en la era de la 4T, México se sometió a las políticas de frontera del presidente más antimexicano y derechista que ha tenido EU.
¿Por qué ocurrió esto y cuáles serán las implicaciones para AMLO ante el probable triunfo de Biden? Los demócratas no olvidan el desaire a Hillary Clinton, cuando se le invitó, en segundo plano, a Los Pinos en 2016, por lo cual, no quieran ni saber de Ebrard ni de AMLO, por el momento.
Segundo, Biden impondrá nuevos términos al T-MEC, sobre todo en lo que se refiere al tema de los derechos laborales (Pelosi ya lo anunció). Pero, más importante aún, presionará en la agenda democrática mexicana, que hoy en día gira más hacia la autocracia que a la democracia. Y esto puede bien ser una buena noticia de la cual dependerá buena parte de los acontecimientos políticos con miras al 2020. Con Biden en la presidencia de EU, AMLO tendrá que cuidarse, más aún si la fuerza con la que llegue a la Casa Blanca el demócrata legitime una nueva propuesta progresista y democratizadora ante la cual, la de Morena, no sólo se debilitaría, sino también se desnudaría. Aguas con Biden.
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