Las tareas del presidente electo, Joe Biden son inmensas e intensas. Después de haber sido capaz —luego de una campaña política audaz y sin rodeos— de quitarnos a Donald Trump de encima, ahora le toca, con el fin de lograr la recuperación completa de la credibilidad sistémica y democrática entre sus conciudadanos y aliados, de garantizar que no tendremos otro Trump en 2024 o 2028. O, mejor dicho, que en el mundo no volvamos a tener otro Trump, nunca. Y podamos confiar así, en que nuestra imperfecta democracia cumpla con las faenas de su remodelación tan urgente como esperada, por una ciudadanía ávida de respuestas y expectativas de democracia social, política y económica. Justamente esto último es lo que se canceló durante el oscuro período presidido por esa amorfia política llamada trumpismo.
Derrocar al trumpismo ya fue, como hecho histórico, una victoria cultural operada por el sector más progresista del establishment, mientras el sector más reaccionario de éste y su brazo societal, apuntalaban con optimismo la opción trumpista, sin notar que ésta estaba creando las condiciones para su autodestrucción. No obstante, cabe pensar que este triunfo aún relativo del establishment pueda ser sólo temporal y no podamos aún avizorar, la repercusión completa del shock que supone la salida de Trump del poder. Sus huestes están ardidas. Y él deja la presidencia con muchos millones en su haber —recolectados por estas huestes— y sin restricción legal alguna para usarlos para afianzar su causa. Al margen de esta circunstancia de temporalidad aún incierta, Biden desarrolla un plan de gobierno con un gabinete que rompe récords de pluralidad y diversidad. Ha nombrado a representantes de absolutamente todas las minorías, incluyendo la india nativa, al haber designado a la diputada Deb Haaland como ministra del interior. Todo lo cual hace que el nuevo gobierno esté encaminado a gobernar con un sentido plural y de equidad que fue abandonado por el trumpismo. Claramente, el gobierno de Biden busca soluciones de reconciliación y de convencimiento a ese amplio sector que apoyó al trumpismo para convencerlos de que una civilidad moderna es la única solución a los graves problemas políticos, económicos y sociales que enfrenta EU como nunca antes en su historia.
El primer pendiente es darle una solución a la crisis de salud con medidas preventivas óptimas; para este fin Biden establecerá las pautas correspondientes a las medidas sanitarias para las comunidades más afectadas, al tiempo que fortalecería los recursos del equipo médico. Paralelamente, se busca contrarrestar la crisis de los más de 13 millones de desempleados, tasa, que aunque mejorada en meses recientes, alcanza el 15 por ciento. El plan de estímulo económico para la recuperación, incluye la instalación de seguros de desempleo, condonaciones fiscales para los gobiernos estatales, acceso al crédito y la puesta en marcha de licencias por enfermedades para que la población tenga un sustento económico, mientras tengan problemas de salud que les impidan trabajar. En política exterior la prioridad de Biden y de su nominado secretario de Estado, Antony Blinken, es el regreso de EU al multilateralismo. Entre las prioridades están reafirmar el compromiso con la OTAN, el regreso a la OMS, fortalecer la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, recuperar el acuerdo nuclear con Irán, fortalecer las relaciones con diversas naciones como China y Rusia, restablecer el Security Council Directorate for Global Health Security and Biodefense y establecer el puesto de subsecretario de Estado para supervisar una nueva oficina de seguridad sanitaria global y terminar con la política discriminatoria en contra de la inmigración musulmana. Como parte de este plan multilateralista se encuentra el componente ambiental. En este sentido, el nombramiento de Haaland será un valor agregado, toda vez que el Departamento del Interior tiene bajo su control el 20% de la superficie del país, ergo, el total de los parques nacionales, que en EU contribuyen a la salud ambiental en forma determinante. Se plantea el proceso de reinserción de Washington al acuerdo de París y dar paso a nuevas regulaciones ambientales y revertir aproximadamente cien medidas regresivas de Trump, con el fin de poder cumplir con las metas de cero emisiones netas en 2050. Con este proyecto Biden y EU se encaminan a blindarse del trumpismo y conformar, a sus 78 años de edad, el gobierno más progresista y con sentido humanista desde los tiempos de F.D. Roosevelt. Todo un gran acontecimiento, que podría equiparar a Biden con los demócratas nórdicos desde un país con una crisis democrática que podría ser, todavía hoy, estructural.
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