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Geopolítica en la era de Biden, II y último

En su explicación sobre las características que tiene el ejercicio del poder en un orden nacional o internacional democrático, el teórico del poder, Joseph Nye (The Powers to Lead, Oxford University Press, 2008), alude al significado y peso que tiene el liderazgo en la conducción de la gobernanza política y económica. Nye plantea que la atracción que despierta una conducción inteligente sobre los gobernados, es determinante para obtener la legitimidad que el liderazgo en democracia requiere, toda vez que la ausencia de este liderazgo generalmente es sustituida por el vacío de poder, la desconfianza y la arrogancia del líder en cuestión.

Mi argumento aquí es que el presidente Joe Biden requiere y requerirá de un ejercicio del poder efectivo y afirmativo, amplio, a la luz, sobre todo, del ejercicio anómalo de poder del que Donald Trump hizo y todavía hace gala, sin medir las consecuencias del desgaste que esto tendría para su presidencia y para la fuerza intrínseca que se perdió sobre la funcionalidad estatal y, en última instancia, en la gobernanza toda durante sus cuatro años de gestión. Al haber dejado Trump, vacíos, era esperable que Biden, tras su triunfo, los aprovechara al máximo. En más de dos meses de presidencia, la gestión de Biden se ha caracterizado por su vocación por la eficacia y por impulsar un gobierno de unidad nacional. El índice de aprobación más reciente —55% de apoyo en las encuestas nacionales—, parecen indicar que Biden ha logrado superar por ahora, la zaga maldita que el trumpismo le habría heredado a Estados Unidos. Es claro, pues, que Biden ha aprovechado el tiempo para revertir la pesada herencia del trumpismo. Y definir así una nueva geoestrategia interna y externa que conlleva ya al delineamiento de una nueva geopolítica que, seguramente trascenderá en los próximos meses. Es menester decir que esto podrá ser aún más realista de considerar la variable reeleccionista que Biden ha introducido ya a su discurso, como quedó de manifiesto en su declaración al respecto en su primera conferencia de prensa realizada el pasado 25 de marzo de los corrientes

En los sesenta o más días que tiene como presidente, Biden ha demostrado que el ejercicio de llenar vacíos puede ser posible, al menos en varias áreas destacadas. La primera es la pandemia y el impulso que el presidente le está dando al sistema de vacunación en contra de covid 19. Es de admirarse, de sorprender y también motivo de envidia, el ritmo de vacunación que ha logrado Estados Unidos bajo el liderazgo de Biden. Por lo pronto, en su conferencia de prensa Biden anunció que en coincidencia del cumplimiento de los 100 días de gobierno, se vacunaría a un total de 200 millones de estadunidenses, cubriendo más de la mitad de la población total de EU. Al ritmo que va la vacunación, es muy probable que esto se cumpla. El siguiente asunto —ya comentado aquí— fue el lanzamiento del plan de rescate por 1.9 billones de dólares, que ya se ha traducido en dinero duro para una mayoría de estadunidenses sumidos en el abandono y la desesperanza por las malas políticas del trumpismo. Si atendemos a la historia de las reelecciones, este dato, junto al primero, puede otorgar dividendos a la causa reeleccionista del presidente Biden, quien, eventualmente se podría convertir en el muro de contención en contra de marea trumpista.

Otro tema de enrome trascendencia que refleja el interés de Estado de Biden es el de la seguridad fronteriza, asociado este al tema de la migración indocumentada. La concentración de solicitantes de asilo provenientes del Triángulo Norte (Honduras, El Salvador y Guatemala).es cada vez mayor. A diferencia del displicente trato que este tema recibió por parte del gobierno de Trump, Biden se lo ha planteado como un tema de urgente prioridad, sobre todo en lo que se refiere a la creciente presencia de niños que se encuentran solos, ya por decisión de los padres de mandarlos en esas condiciones o por la política que Trump practicó de separar a los hijos de los padres. Tanto para Estados Unidos como para México éste es un pendiente que se mantiene igual que en el gobierno de Trump. La diferencia del lado mexicano es que en esta ocasión el gobierno de AMLO no parece estar dispuesto a cooperar con Biden, como sí lo estuvo en los tiempos de Trump. En esos tiempos, México cedió a la extorsión del trumpismo, pero en esta ocasión no lo quiere asumir como problema propio (por las buenas), sobre todo si atendemos a que ya se empieza a reflejar un importante incremento de migrantes mexicanos (8% +), entre la masa de migrantes indocumentados. En la nueva geopolítica estadunidense, éste es un problema que se entiende como el plexo solar de la relación común y ciertamente está resultando altamente riesgoso para la estabilidad de la relación bilateral, que México, en esta ocasión, no responda a los llamados de Washington de asumirlo como una corresponsabilidad, que, aunque asimétrica, es y será la prioridad central para Biden y su relación con México.

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