México ha minado la necesaria confianza que debiera de conservarse entre sus aliados y socios para lograr alcanzar los compromisos y objetivos comunes que, principalmente en el interior del T-MEC, se tienen contemplados. Se percibe un claro malestar debido a varias circunstancias en Washington, Ottawa y otras capitales latinoamericanas, por el desastroso voto de México en la OEA en la que se desconocía el resultado electoral en Nicaragua. México fue uno entre un puñado de pequeñitos islotes, que se abstuvo frente a la farsa electoral que organizaron Ortega y Murillo. Esta forma de conducir la diplomacia mexicana responde más a un despropósito y a una simulación que evidencia la poca integridad que hay en la cancillería y Palacio Nacional, para asumir una postura digna ante los atropellos de los derechos humanos y la democracia en Nicaragua y en otros países, como Venezuela y Cuba. El sexenio quedará marcado con una gran mancha, ética y política, por lo que ya es una saga de desfiguros que se quieren sostener falsamente en los principios de no intervención, que tanto se pregonan demagógicamente en México, desde que la Doctrina Estrada fue elevada a rango constitucional. Y esto lo saben en EU y Canadá. Los de la Doctrina Estrada eran otros tiempos.
En el marco de la Cumbre Norteamericana, éste como otros temas seguramente habrán sido insertos en las discusiones de los funcionarios y ya veremos cuál es el alcance que tendrán en los acuerdos finales entre los tres países. En este sentido, otro tema de debate es la reforma eléctrica. Hemos visto al embajador Ken Salazar movilizarse frenéticamente en contra de la aprobación de una reforma, que es muy probable (debido en parte a esto) que ya haya sido sepultada en el congelador. Los pronunciamientos de los empresarios, de congresistas de varios estados y del gobernador de Texas han sido intensos y difíciles de rehuir por más que apelemos neuróticamente a la defensa de la soberanía (no olvidemos que, como en Europa, el T-MEC representa parcialmente cesión de soberanía). Por lo pronto, el presidente Biden ya propuso la integración energética trilateral, medida que muy bien podría neutralizar a AMLO y a su sector bolivariano en esta materia. Y que estaría seguida de posicionamientos políticos y legales, no necesariamente de Washington, pero sí de los particulares y sus abogados que no están dispuestos a que se les expropie su inversión. Y que están dispuestos a hacer el trabajo que la Casa Blanca no quiere hacer. Tanto en EU como acá esto se llama exigencia de certeza jurídica que, ciertamente, la reforma tal y como fue desaseadamente propuesta, niega a dichos actores. En palabras del embajador incómodo, las inversiones multimillonarias que hicieron empresas estadunidenses en el sector eléctrico, contaron “con el respaldo de EU”. Más claro ni el agua, y ya Salazar ha recurrido a las armas de la política, más que de la diplomacia para defender los intereses privados de EU, y no es de sorprenderse, siempre ha sido así. Abochorna el hecho de que el gobierno de México no lo haya previsto y de que continúe tercamente, al igual que con su anquilosada política exterior, queriéndose imponer, exponiendo el interés nacional. La resistencia al proteccionismo estadunidense podrá incluirse en los acuerdos, principalmente entre México y Canadá. Hubo otros temas álgidos junto al proteccionismo, como la migración, tanto la que va de sur a norte, como la que reside en EU desde hace años en forma irregular. En este terreno, AMLO declaró que “balconearía” a los congresistas que se opusieran a la iniciativa de Biden, al grado de que los haría perder cara frente a su base electoral. Esto es improbable y más bien pienso que son (en Texas ya se levantaron) y serán los congresistas estadunidenses quienes acoten a AMLO y, en alguna medida (probablemente más que el propio Biden), cuestionen sus tendencias autocráticas, a nivel doméstico, pero también en los asuntos intermésticos ya señalados.
En la relación bilateral con EU, se espera la discusión sobre los temas de seguridad. La ley firmada por Biden para procesar a los miembros de los cárteles que atenten contra los agentes estadunidenses, es una señal de largo plazo de que EU procederá a proteger (extraterritorialmente) sus espacios de soberanía en territorio mexicano (Biden está diciendo que no removerá a sus agentes), llámense agentes de la DEA, el FBI y la CIA, sobre lo cual ciertamente no se ha logrado ver transparencia total en México, en el sentido de cuál es el nivel de presencia que tienen aquí. Siempre se ha dicho que en la confianza y la eficiencia está la base de un buen entendimiento. Está por verse si esto puede cumplirlo México ante la descomunal falta de funcionalidad que ha demostrado durante estos tres años.
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