A diferencia de México, el presidente Joe Biden ha definido con claridad sus estrategias globales, y muy a pesar de la fallida salida de Afganistán (por lo poco pausada que ésta fue), éstas se han mantenido en práctica progresiva. Destaca, principalmente la decisión de Washington de acercar posiciones con los aliados tradicionales y relegados por Trump. El reencuentro con Europa ha resultado satisfactorio y está llevando la alianza occidental a varios puertos seguros, sobre todo en el marco de las tensiones con Rusia, cuyo presidente, parece más dispuesto que antes a provocar abiertos enfrentamientos con Bruselas y Washington, y más todavía a raíz de la brutal invasión a Ucrania.
La crisis migratoria provocada por el gobierno bielorruso en la frontera con Polonia, flagrantemente apoyada por Putin, y el conflicto creado con Ucrania parecen ser dos actos en los que se insiste por parte de Moscú, de modificar la realidad geopolítica de la Europa de pos-Guerra Fría. Esta terquedad imaginable y esperable de parte de Putin, ya condujo a un enfrentamiento con la alianza occidental. No obstante, la decisión de Biden de restablecer la institucionalidad de sus relaciones con Europa y el resto del mundo podría convertirse en el muro de contención suficiente para presionar a Rusia de acabar con la agresión en contra de Kiev. Eso en lo que toca a las alianzas internacionales de Washington.
En lo que respecta a la dimensión geopolítica de la relación bilateral México-Estados Unidos, hay que mencionar el reciente acuerdo de cooperación concretado el 14 de diciembre de 2021 entre México y EU para darnos una idea de la prospectiva que tendrá dicha relación en los próximos tres años. En efecto, el pasado diciembre se ratificó el nuevo acuerdo entre México y la Unión Americana para el combate al tráfico de armas. Ambos gobiernos inician formalmente una nueva etapa en la cooperación bilateral en seguridad. A este acuerdo se le bautizó como Entendimiento Bicentenario y busca sustituir a la Iniciativa Mérida. El mismo se enmarca dentro de las actividades del grupo de Alto Nivel de Seguridad (Ganseg), con el que, en teoría, se dará operatividad a los acuerdos y políticas en la materia. El Ganseg se dividirá en cinco subgrupos. Uno para abordar la protección a los ciudadanos, otro con el fin de prevenir crímenes transfronterizos, el tercero para perseguir a las redes criminales, uno más de carácter informativo de las fuerzas armadas y el comité binacional de cooperación. Se trata de una iniciativa que daría un nuevo comienzo a la alianza estratégica entre ambos países, todo lo cual incidirá en la geopolítica bilateral. Está por verse hasta dónde esta iniciativa mejorará el caótico marco de cooperación, que sobre seguridad, fronteras y migración ya existe entre ambos países. Por lo pronto, podemos decir que de los compromisos asumidos no se advierte que Estados Unidos deba modificar su Iniciativa Mérida de 2008. Por ello, el entendimiento resulta ser sólo un cambio de nombre a la Iniciativa Mérida. Los únicos cambios realizados, que más bien son actualizaciones, se refieren al énfasis puesto en el combate al tráfico de armas y al tráfico de personas, a la modificación del tratamiento a los consumidores de sustancias ilícitas (menos severo) y a la introducción de la obligación al combate a actividades criminales en el ciberespacio. La relación bilateral es la relación externa más importante para México (todo lo cual parece no entender AMLO), toda vez que comerciamos más de 80% con EU. Esto no parece importarle mucho al Presidente mexicano si nos atenemos a los impulsos declarativos, profundamente contradictorios, que ha tenido sobre el tema, en aras de mantener satisfechos a sectores radicales de su clientela electoral y de su grupo compacto, que estiman que conservar una posición dura con Estados Unidos, puede redituar en beneficios políticos. Preocupa, sobre todo, la relación de poca confianza que Washington deposita en sus interlocutores mexicanos debido a este hecho y a otros antecedentes que han mostrado al Presidente mexicano como poco predecible. No se diga la poca confianza que nos merece un canciller y un Presidente que decidieron moverse en “lo oscurito” para obtener supuestos beneficios económicos a cambio de una insensata cesión de soberanía en el tema migratorio, en el cual aceptamos la imposición de una política migratoria ajena.
ECUACIONES
No soy dado a revelar el contenido de mi actuar como votante, pero ante la farsa montada por el gobierno, y la cantidad de vicios y triquiñuelas cometidos por éste, me atrevo a decir que no votar en el revocatorio/confirmatorio es la mejor opción para no darle legitimidad a un proceso a todas luces anómalo e innecesario.
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