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Finlandia y Suecia detienen el juego suma cero de Putin

 Las recientes decisiones de Suecia y Finlandia de solici­tar su adhesión a la Organización del Tratado del Atlán­tico Norte (OTAN) representan, entre varios resultados, una sonora derrota al juego suma cero que Vladimir Putin ha tratado de imponerle a Europa y al mundo a toda costa. La invasión de Ucrania ha precipitado, en los meses que lleva la agresión rusa, una serie de acontecimientos que es probable que el Kremlin no se esperaba. La más importante es que, salvo el caso de Hungría, toda Europa se ha volcado en apoyo y solidaridad con Volodímir Zelenski, presidente de Ucrania. Entre otras cosas trascendentes, la UE ha sabido reaccionar unida contra los efectos más lesivos de la invasión a Ucrania, mostrando su solidaridad incondicional con ese país en los graves momentos que afronta.


La UE ha lanzado la propuesta de confiscar los activos rusos en el exterior para financiar la reconstrucción de Ucrania. Para darse una idea de la importancia de esta medida, digamos que solamente los activos del Banco de Rusia ubicados en entida­des financieras occidentales, ascienden a la alucinante cifra de 300 mil millones de euros, además de las propiedades confis­cadas a magnates rusos y ubicadas en Occidente, tales como yates y mansiones de lujo, producto del saqueo que la oligar­quía rusa con el apoyo directo de Putin ha llevado a cabo contra el pueblo de su propio país.


La adhesión de los dos países nórdicos a la OTAN resulta ser irónico. Estemos de acuerdo o no con esta histórica deci­sión de Finlandia y Suecia, la ironía radica en el hecho de que Putin invadió Ucrania para que la OTAN se alejara de Rusia y el resultado será que se acercará con la adhesión de los dos nórdicos. Como se dice, a Putin le salió el tiro por la culata y la OTAN se ve reforzada por un país, Finlandia, que tiene una fuerza militar propia y robusta, y junto con Suecia, la inversión en gasto militar ya rebasa 1% del PIB de cada uno. La perte­nencia de Estocolmo y Helsinki a la OTAN reforzará, sin duda, el frente Atlántico y frena una posible agresión de Moscú en contra de Finlandia (mil 300 kilómetros de frontera común), riesgo que ciertamente era y es real, si consideramos la his­toria y la irracionalidad con la que ha actuado Putin históri­camente, como se ha visto en Georgia, Crimea y otros frentes nacionales de la zona postsoviética. Por más que la decisión finlandesa y sueca pueda parecer temeraria, resulta, en todo caso, un movimiento preventivo y disuasivo frente al riesgo de seguridad global en que Rusia se ha convertido. Hay que decir que esta asociación ya se veía venir. Tras la anexión rusa de Crimea y el patrocinio de milicias separatistas en el este de Ucrania (el Donbás), Finlandia y Suecia experimentaron un acercamiento más notorio al bloque militar occidental, siendo especialmente visible el caso sueco por el marcado cambio en su política de defensa.


En este marco y en los momentos posteriores, Finlandia y Suecia ya no mantenían una posición neutral, no obstante, aún conservaban su carácter de naciones no alineadas militar­mente. La situación sufrió un cambio radical el 24 de febrero. Entonces, el involucramiento de las naciones nórdicas en la seguridad europea sufrió un giro radical, tanto en la dimensión de prestación de apoyos materiales a una nación en conflicto bélico como en su aproximación hacia la OTAN y la posibili­dad de su adhesión.


Conforme se desarrollaba el conflicto y se agudizaba la situación humanitaria en Ucrania, la opinión pública, los li­derazgos políticos y las figuras institucionales de Finlandia y Suecia simpatizaban en forma gradual con el proyecto de adhesión, llegando a mediados de abril de 2022 al posiciona­miento abiertamente favorable de ambas naciones, iniciando “debates” internos en cada una para la evaluación de la ido­neidad de su entrada a la OTAN. A finales de abril trascendió que ambas naciones, con el liderazgo finlandés, darían a co­nocer su decisión final a inicios de mayo. El 17 de mayo el go­bierno de Finlandia anunció formalmente, con 95% de apoyo del Parlamento, que formularía una solicitud para su ingre­so a la OTAN. El día anterior, la primera ministra de Suecia, Magdalena Andersson, anunció que Suecia también redactaría una solicitud para su ingreso a la OTAN.


Dos naciones que en el siglo XIX fueron parte de un todo (bajo el reino de Suecia), hoy se reposicionan y trascienden su neutralidad histórica (más Suecia que Finlandia), confrontan­do con esto una reacción del Kremlin, que más bien parece ser de resignación, dadas las declaraciones de Putin al respecto, quien aseguró el 16 de mayo que esta adhesión a la OTAN no supondría un “problema” ni una “amenaza inmediata”, toda vez que no se instalaran en estas nuevas fronteras bases mili­tares y misiles. Lo dijo así: “En cuanto a los nuevos miembros de la OTAN, me gustaría informarles que Rusia no tiene pro­blemas con esos estados y, por lo tanto, la ampliación a esos países no genera una amenaza inmediata para Rusia”. Putin asume, con esta declaración, que su poder bélico estará con­centrado exclusivamente en Ucrania y que su margen de ma­niobra ofensiva, militar convencional, contra otros actores está descartada, sólo por ahora: Putin es, además de un autócrata genocida, impredecible e incapaz como comandante en jefe.

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