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Lecciones de la Cumbre de las Américas

 Varias expectativas cruzadas se desarrollaron antes y durante la Cumbre de las Américas, llevada a cabo en días pasados en Los Ángeles. Por un lado, estaba el posicionamiento de los países bolivarianos, que, después del lapsus diplomático de Washington, al excluir a tres de ellos, pretendieron boicotear la cumbre, intento fracasado dada, entre otras cosas, la asistencia de Alberto Fernández, presidente argentino, y los demás miembros de la comunidad de las Américas. Aparte de Cuba, Nicaragua (que declinaron antes de que se giraran las invitaciones por parte de Biden) y Venezuela, sólo se ausentaron, aparte de México, los jefes de Estado de Ecuador y Bolivia. 


 Por otro lado, se levantó la expectativa de que, la declarada y deliberada ausencia de AMLO, en caso de que las tres dictaduras fueran excluidas por Estados Unidos, contagiaría a otros países que guardaban una opinión crítica (la mayoría de los miembros de la comunidad interamericana, por lo demás) respecto al veto de Biden y, de pasada, el embargo comercial que EU ha impuesto en contra de Cuba, cuestión que, por lo demás, ya ha sido condenada por la gran mayoría de los países de todo el continente latinoamericano. Al final de cuentas, esto no ocurrió y la coincidente presión para realizar el boicot de parte de los bolivarianos y México, fracasó. 


 Aún siendo mayoría los países que cuestionaron el veto, las ausencias no fueron, ni por mucho, las que se esperaban. Hay que decir que el propio López Obrador realizó un lobby abierto en contra de los intereses del presidente Biden, todo lo cual significó un rompimiento del protocolo diplomático, el cual dice que a tu aliado, socio o vecino no lo intentarás reventar aliándote con sus contrincantes. Este despropósito ha sido visto desde Washington con cautela, al tiempo que, con severidad, toda vez que significa un alejamiento de la pista de entendimiento que Biden había propuesto y que, en mi opinión, representa la mejor senda para el cabal entendimiento bilateral, pero que, por ahora, López Obrador se niega a adoptar por razones que sólo él y su grupo de bolivarianos que dominan su círculo cercano, saben. Creen que su antiamericanismo los puede llevar lejos y lograr el favor del voto chovinista en las elecciones por venir, cuestión que está a debate. 


 Sobre los resultados de la cumbre existen variadas posiciones. Hay un sector de la comentocracia que afirma que la misma fue un fracaso y de la cual no se extrajeron resultados contantes y sonantes. Se trata de una opinión que, desde el principio, cuando se revelaron las invitaciones y las no invitaciones, le hicieron el juego a la polvareda mediática al exagerar las implicaciones negativas que tendría no invitar a Cuba, Venezuela ni a Nicaragua, países en donde domina la violación a los derechos humanos en forma generalizada. 


 Esta postura argumenta que Biden no tiene política latinoamericana y que su actuación agudizó la polarización política existente entre varios actores interamericanos. Por otro lado, existen otras posturas menos pesimistas (que comparto) y que argumentan que, en realidad, la celebración de la cumbre y el diálogo consabido que tuvo lugar fue una demostración de que el vínculo interamericano pervive. 


 Por ejemplo, Rafael Rojas, colega de El Colegio de México, argumenta que la grieta que trataron de escenificar los países de la Alianza Bolivariana es falsa, toda vez que “la gran mayoría de los estados del hemisferio comparte la perspectiva interamericana, es decir, la presencia de América Latina y Estados Unidos en la toma de decisiones conjuntas”. (“La falsa grieta de la Cumbre de las Américas”, The Washington Post, 9 de junio de 2022). 


 En efecto, las deliberaciones y negociaciones ocurridas a nivel de cancillería o de jefaturas de Estado mostraron la relevancia y pertinencia del diálogo interamericano, todo lo cual sienta las condiciones (independientemente del desliz exclusionista de Washington) para que este diálogo persista. Nos dice Rojas: “La apuesta por el diálogo respetuoso y la colaboración para el desarrollo sigue siendo preferible al rejuego geopolítico que replica las viejas inercias de la Guerra Fría”. Con lo cual concuerdo. Esto no quiere decir que no haya tensión interamericana y desacuerdos, o que Washington tenga una política coherente en el continente. No obstante, la Cumbre de las Américas, bien pensada e incluyente para aquellos que quieran ser incluidos, puede ser un instrumento multilateral y bilateral constructivo a futuro para generar condiciones de paz, democracia y progreso económico. Al tiempo. 

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