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Tensión creciente entre la OTAN y Rusia

 A la memoria de Chabat, un gran tipo y un excelente colega.


Desde la invasión a Ucrania, en febrero pasado, las tensiones entre la OTAN y Rusia han aumenta­do considerablemente. Aun cuando Ucrania no es miembro de la OTAN, los países occidentales optaron por respaldar a Zelenski (desde afuera) en su defensa de la agre­sión de Vladimir Putin.


Los apoyos militares y económicos para la defensa, tal y como lo demostró la cumbre de Madrid, han aumentado y hoy Rusia tiene en el frente occidental un bloque de con­tención a sus impulsos bélicos más fuerte de lo que erró­neamente calculó Putin, cuando emprendió su aventura militarista, la cual hoy se sigue concentrando salvajemen­te –como ha sido desde el principio de la cobarde agre­sión– en atacar a la población civil, en centros comerciales (Kremenchuk) y en edificios de departamen­tos habitados (en Odesa ha ocurrido la última masacre de Putin, el 1 de julio). La invasión de Ucrania ha traído como consecuencia una época de rearme y la derrama de mucho más dinero que cuando los aliados de Occidente pactaron, en Gales en 2014, invertir 2% del PIB en gastos de defensa en el marco de la OTAN. Por lo pronto, en la cumbre de los aliados en Madrid se decidió asumir el compromiso de dotar a Ucrania de nuevo material bélico por valor de más de mil 900 millones de euros para hacer frente a la invasión rusa. Sólo Estados Unidos ha aprobado ayuda militar a Ucrania por alrededor de 6 mil 700 millones de euros, desde que Joe Biden asumió la Presiden­cia. Lo mismo ocurre con Reino Unido, que ya anunció un envío de ayuda suplementaria por valor de mil 160 millo­nes de euros, que incluirá defensas aéreas, drones y equi­pamiento para guerra electrónica. La danza de los millones, pues. Lo que es un hecho es que, a partir de esta cumbre en Madrid, los aliados han asumido compromisos políticos de una envergadura no conocida, al apostar por armamento más pesado y sofisticado que al principio. Todo lo cual se ajusta a los estándares de la OTAN y está claramente enca­minado a blindar a Ucrania y a defender el modelo político occidental. Así lo dijo Emmanuel Macron: “Ceder es ceder  en nuestros principios. Por eso insistiremos en el apoyo a Ucrania y en las sanciones. Si Ucrania pierde, las democra­cias pierden”.


Por otro lado, y con el fin último de fortalecer el flanco oriental fronterizo con Rusia, la OTAN ha hecho un movi­miento táctico que pretende realzar la estrategia de blindaje europeo frente a la agresión rusa. Con la invitación unánime a Finlandia y Suecia para que formen parte de la alianza atlántica, este movimiento galvaniza su nueva fuerza e in­corpora a dos poderosos países nórdicos que se suman a Dinamarca, Islandia y Noruega. La alianza entre estos países nórdicos y la OTAN manda un mensaje de unidad y cuestiona los cálculos de Putin sobre la supuesta desunión europea que su agresión supondría. En los hechos se trata de una de las alianzas militares más importantes en lo que va del conflicto. Sin embargo, el costo de la negociación para que Turquía no vetara su ingreso puede costarles a ambos países un alto rédito político en diferentes ámbitos de la sociedad sueca y finlandesa. En el memorándum trilateral que se firmó, se acordó, entre otras cosas, que, “como posibles aliados de la OTAN, Finlandia y Suecia brindan todo su apoyo a Turquía contra las amenazas a su seguridad nacional. A tal efecto, Finlandia y Suecia no brindarán apoyo al PKK (Partido de los Trabajadores de Kurdistán) ni a la or­ganización descrita como Feto (Fethullah Te­rrorist Organisation, por sus siglas en inglés) en Turquía […] Finlandia y Suecia rechazan y condenan el terrorismo en todas sus formas y manifestaciones, en los términos más enérgi­cos, y expresan su más profunda solidaridad con Turquía y las familias de las víctimas”. Lo anterior puede representar el fin de la política de asilo de ambos países, tal y como se conocía. Por lo pronto, es de esperarse que Turquía reclamará a Finlandia y Suecia la extradición de 33 personas que pertenecen a los movimientos de PKK (que es calificado de terrorista por Ankara y sus aliados occidentales), y Feto. En cuanto esto ocurra (Suecia ya empezó el 1 de julio a pro­ponerse un cambio en sus leyes de asilo), Finlandia y Suecia habrán dado un giro de 1800 en sus posicionamientos sobre el asilo y el terrorismo. Habrá que esperar reacciones encon­tradas de sus respectivas sociedades, en el sentido de que se ha olvidado que Turquía ha reprimido al pueblo kurdo sin piedad. Pero, por lo pronto, ya iniciaron un blindaje de no retorno frente a la amenaza rusa.

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