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Putin no quiso a Gorbachov

 Y Gorbachov nunca quiso a Stalin (aunque a Lenin sí) y tampoco quiso mucho a Putin, a quien propulsó Yeltsin y con quien Gorbi nunca pudo mantener una relación estable, debido al carácter etílico impulsivo de aquel. Por lo que respecta al resentimiento de Putin, la recuperación de la memoria del estado ruso putinista a favor de Gorbachov no tiene futuro. Se pretende sepultarla. Por eso Putin no asistió a sus exequias en días pasados. Despreció su herencia. Y su legado. Y tiene razón: Gorbachov fue todo lo que él nunca podrá ser, precisamente porque ahora él es la antítesis de Gorbachov. 


Este último se proyectó como un demócrata, mientras Putin es un autócrata que no respeta acuerdo alguno (véase su declaración de cancelar el acuerdo sobre exportaciones del trigo ucraniano) y manda matar o desaparecer a quien se le opone. Gorbachov tuvo la osadía de dirigir la Unión Soviética (1985-1991) y, en ese lapso, terminar con la Guerra Fría, reformar y modernizar el régimen de las libertades ciudadanas (glasnost) y reformar –liberalizar– la economía (perestroika), lo cual no se pudo lograr ni durante su mandato ni durante el período de Yeltsin, ni en las etapas posteriores, menos aún bajo el reinado de Putin, que ya va para 23 años de control central de todas las decisiones rusas. “La mayor catástrofe geopolítica del siglo XX”. Así se refirió Putin a ladisolución de la URSS y el colapso del comunismo, la cual fue irremediablemente impulsada por las medidas tomadas por Gorbachov de apertura y liberalización. El fin de la Guerra Fría, en suma, es de lo que el exagente de la KGB se queja.  Lo cierto es que –también para el lamento de Putin– la unificación de Alemania, otro de sus grandes logros, junto con la desnuclearización del mundo, fueron dos de los grandes logros de Gorbachov, por los cuales los alemanes, y millones de ciudadanos del mundo, quedaron agradecidos. 


La trascendencia de Gorbachov fue única en la historia moderna de Rusia. Dimitri Furman, el difunto académico ruso, formuló más ampliamente la cualidad única de Gorbachov: fue, según él, “el único político de la historia de Rusia que teniendo todo el poder en sus manos, optó voluntariamente por limitarlo y hasta se arriesgó a perderlo en nombre de ciertos valores y principios éticos”. En la óptica de Gorbachov, recurrir a la fuerza y la violencia con el fin de mantenerse en el poder hubiera constituido “una derrota”. A la luz de sus principios, insistía Furman, “su derrota final fue una victoria”, aun cuando —cabe añadir— él mismo no la percibiera así en ese momento. Y de este atributo es del que carece Putin, quien ve el regreso al orden de Guerra Fría como su gran (y liliputiense) triunfo. Las relaciones interpersonales entre Gorbachov y Putin tienen varios claroscuros. Inicialmente, a partir del 26 de marzo de 2000 cuando Putin fue electo primer ministro y apenas empezaba su larga hegemonía en el poder, Gorbachov confiaba en el talante democrático de Putin y no veía –o no quería ver– aún la amenaza que se cernía sobre Rusia, dado el talante autoritario de Vladimir Putin. La reacción inicial de Gorbachov, nos dice William Taubman, uno de sus biógrafos fue considerarlo una “caja negra”, un hombre sin experiencia al más alto nivel cuyo comportamiento futuro era impredecible. Justo antes de las elecciones, continúa Taubman, Gorbachov lo avaló al declarar al diario italiano La República que, ante una disyuntiva entre democracia y autoritarismo, era probable que Putin “escogiera de manera correcta” (William Taubman, Gorbachov, vida y época). Pronto los desencuentros irían a agudizarse, cuando la dosis de autoritarismo de Putin llego a volverse excesiva. Antes de eso, en realidad, Gorbachov fue profundamente indulgente con Putin, justificando su actuación en aras de “salvar el Estado”. Al final, como ya vimos, Putin manifestó un alejamiento de Gorbachov al momento de su muerte. En lo internacional, en sus últimos años, Gorbachov mantuvo una postura frente a Occidente ambigua, en particular Estados Unidos, a quien criticaba (G. W. Bush) de haber proclamado que la Guerra Fría la había ganado Washington. También aplaudió la invasión de Crimea y nunca criticó abiertamente a Putin por la invasión de Ucrania, atribuyendo a ambas partes la responsabilidad del conflicto. Se pregunta Tubman, “¿por qué se volvió Gorbachov tan agudamente en contra de Occidente? No fue él quien cambió, diría, sino las potencias occidentales, particularmente Estados Unidos, que dejaron de lado la cooperación con Moscú. Desde su perspectiva, ningún bando ‘ganó’ la Guerra Fría, que perjudicaba a ambos bandos y a la que ambos cooperaron para ponerle fin”. Éste fue el Gorbachov del final. Polémico al fin, el líder mundial transformador más destacado e interesante –junto con Obama y Merkel– de los siglos XX y XXI.

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