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Trump: ¿el principio del fin?

 Después de las elecciones intermedias en EU se empiezan a confirmar los signos de decaimiento del movimiento que Trump representa, tanto al interior del Partido Republicano (PR), como de la sociedad estadunidense. Los election deniers (negacionistas electorales) que han sostenido, con Donald Trump, la gran mentira sobre el fraude electoral, son los grandes perdedores de la contienda, todo lo cual ha ocasionado que los candidatos pertenecientes a esa corriente y que fueron apuntalados por Trump, perdieran, prácticamente todos, las contiendas por las gobernaturas, senadurías y otros puestos de elección popular que estuvieron en juego, así como los cinco referéndums sobre el aborto, ganados por los demócratas. Además de una derrota para el PR, se trata de una derrota de enormes proporciones para el trumpismo, que habrá de impactar la correlación de fuerzas en los dos años venideros hasta la nueva elección presidencial en 2024. No hubo, pues, una “ola” roja y, mucho menos, un “tsunami” rojo. Las predicciones de una enorme victoria republicana no se materializaron. Fue una elección profundamente decepcionante para el Partido Republicano. Además, fue un día desastroso para el expresidente Trump, que había esperado que una avalancha republicana lo colocara en una ruta directa hacia la nominación para convertirse en el candidato presidencial del PR en 2024. En todo caso y debido a su urgencia por salvar cara frente a los varios procesos legales que tiene en su contra y de adelantarse a los demás precandidatos potenciales, un Trump relativamente debilitado se empecinó y anunció el martes pasado su precandidatura presidencial para el 2024, en contra de la opinión de un sector importante de republicanos, incluida su nomenclatura, que estimaba inconveniente esa decisión debido a los resultados negativos que obtuvieron en el Senado y la precaria mayoría que lograron en la Cámara de Representantes (menos de 20 escaños, cuando los voceros de la fallida ola roja hablaban de hasta 60 de diferencia). De tal forma que Trump volvió a imponer el juego sucio que lo ha caracterizado, muy a pesar de su derrota electoral, de la que responsabiliza al PR.


Aparte de los muchos candidatos republicanos quemados por el espaldarazo de Trump (entre los más destacados, Kari Lake perdió en Arizona, Doug Mastriano en Pensilvania, Tudor Nixon en Michigan; todos election deniers como Trump), lo que estaba en juego en esta elección iba mucho más allá de la lucha electoral. Se trató también de una guerra cultural entre dos posiciones muy polarizadas del espectro político y los estadunidenses fueron a las urnas para dejar clara su posición al respecto de esta guerra cultural y de los muchos temas que la misma comprende. La elección en sí fue un referéndum contra Biden y el Partido Demócrata, así como también en contra de Trump. La elección tenía dos caras: una, dirimir entre estos dos personajes (ya vimos cómo Trump fue el perdedor) y la otra, definir la postura del votante sobre temas como el aborto, los derechos homosexuales, la diversidad cultural y el calentamiento global, entre otros. Como ya se mencionó, los referéndums sobre el derecho al aborto salieron airosos en estados como California y Vermont (muy progresistas), Michigan (más bien dual) y Kentucky y Montana (muy conservadores).


Así las cosas, en lugar de la ola roja, la que emergió victoriosa fue la “ola arcoíris” (sembrada por Obama y cosechada por Biden), como ya se le conoce en el ambiente político, y los grandes triunfadores de este resultado fueron el presidente Biden y el Partido Demócrata, dados los resultados en ambas cámaras, los cuales se obtienen en un contexto de baja popularidad del presidente (40%) y con la inflación más elevada en 40 años. Los votantes le apostaron al statu quo y le perdieron gusto a la desestabilizadora alternativa trumpiana, la cual, aunque aún no está todo escrito, puede que esté, después de estos comicios, herida terminalmente y empiece a decaer en el proceso político estadunidense, al grado de hacer desaparecer a Trump, pero no al trumpismo (¿qué hacer con un trumpismo sin Trump?). En todo caso, así como los republicanos están en una proporción mayoritaria en contra de que Trump compita (65%, de acuerdo a Político) y un 60% vea como desfavorable esta opción política (CBS), los demócratas estarían apostando por cultivar a su contrincante hacia 2024, como el favorito a vencer de nueva cuenta. En este escenario es más que probable que Biden sí vaya a competir y repita la victoria que lo llevaría a un segundo mandato y EU se recupere de las muchas bajas democráticas y la degradación que Trump le ha impuesto al país vecino.

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