Brasil se está moviendo muy pronunciadamente hacia al exterior. Luiz Inácio Lula da Silva ve su proyecto expansionista de política exterior como salida de lo que potencialmente será una política interna precaria, deficiente y sin consensos, toda vez que su gobierno no cuenta, ni contará en el corto plazo, con mayorías en el Congreso y no podrá hacer avanzar muchas de sus propuestas de política social. Además, falta muy poco para que las fuerzas de la derecha bolsonarista y otros sectores de la oposición al PT inicien un bombardeo sistemático en su contra. Lula fue muy activo en política exterior en sus dos periodos anteriores. Tal parece que esta vez no será la excepción y veremos un Brasil involucrado (¿con éxito?) en causas importantes, tales como la pacificación de Ucrania, la defensa (junto con China) de un mundo multipolar y la condena al unipolarismo representado por Estados Unidos. Los viajes internacionales de Lula han sido anuncios significativos de lo que será su política exterior. Destaca el viaje que hizo a China en visita de Estado a Xi Jinping y la visita que el canciller ruso, Serguéi Lavrov, hizo a Brasil, ambas en este mes: la de Lavrov responde a una gira que tuvo como destinos también Cuba, Venezuela y Nicaragua, las tres dictaduras estrella del continente. Comparada con la visita a China y el volumen de acuerdos comerciales alcanzado (más de veinte), la visita que le hizo al presidente Biden pasó desapercibida (¿otro mensaje al coloso del Norte?).
Por lo demás, ante el vacío que se ha dejado sentir en la política internacional de la política interamericana, Lula sufre la tentación de volver a jugar un papel protagónico en la región y, de ser posible, en el mundo. Y esto, al parecer, Lula está dispuesto a llevarlo a cabo en el marco de una confrontación con Occidente y Estados Unidos, y aliándose con las dos grandes dictaduras asiáticas. De hecho, los dos grandes rivales de EU, China y Rusia, están viendo con buenos ojos que el gigante sudamericano polarice sus vínculos con Washington. Revivir a los BRICS y a su Nuevo Banco de Desarrollo de su agónico abandono, parece ser uno de los pasos en el fortalecimiento de la política exterior brasileña. E incluir en este esquema a Turquía e Indonesia es también clave para lograrlo. Lula ha decidido jugar con fuego en su pretensión de protagonismo. Ya permitió a Irán que sus buques atraquen en puertos brasileños, se ha negado a enviar armas a Ucrania y ha defendido el diálogo con el régimen despótico de Nicaragua, a pesar de la violación sistemática de los derechos humanos que ocurre en aquel país centroamericano. Entre otras cosas, esto aleja a Lula del posicionamiento claramente democrático del presidente, también de izquierda, Gabriel Boric de Chile, quien directamente ha condenado el despojo inédito de la nacionalidad que el régimen autoritario de Daniel Ortega decretó en contra de los opositores políticos que mandó al exilio. También lo aleja de Estados Unidos y aliados, quienes han mantenido una postura muy crítica en contra de las medidas de Ortega.
Lula ha propuesto a China que un grupo de países no alineados intente persuadir a Rusia y Ucrania para que alcancen una salida negociada a la confrontación que escenifican en Europa. Concibe a China como una tercera vía viable para lograr esto y se opone, tal y como lo hace China, a la OTAN y las posiciones de Occidente. En suma, Lula sostiene que la confrontación entre bloques no es admisible, aunque en el fondo de sus propuestas Brasil se está poniendo del lado de las posturas que China ha adoptado, pero, a diferencia de Xi, Lula sí ha condenado la ofensiva rusa y que Rusia ha sido el actor agresor desde los tiempos en que Moscú se apropió Crimea por medios ilegales. No obstante, recientemente Lula declaró que quizá sería bueno que Ucrania renunciara a Crimea, postura completamente opuesta a lo que Kiev ha manifestado y que es apoyada por los aliados occidentales. Para Lula la alianza con China es clave, toda vez que Pekín (su primer socio comercial) está convencido de que la diplomacia brasileña se dirigirá a defender los intereses del sur global (alejamiento de EU incluido). Según el Instituto de América Latina de la Academia China de Ciencias Sociales (PCCH), “China ve a Brasil como un valioso socio para promover la globalización, modificar el orden internacional, y dar lugar a un mundo multipolar”, (por lo que) “deberíamos esperar que Pekín apoye los deseos de Brasilia de desempeñar un papel más relevante en asuntos globales”. Está por verse si las posturas de Brasil en política exterior le permiten sobrevivir a una China despótica y con un latente deseo expansionista, que no es precisamente lo que Lula querría para Brasil.
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