Alberto Núñez Feijóo, presidente del Partido Popular de España (PP), confió en su retórica crispada y descalificatoria del sanchismo, pensando que con eso y con la ayuda de Vox ganarían la mayoría absoluta (176 diputados) para poder gobernar el país. Pues vaya sorpresa que se ha llevado al fallar estos pronósticos y, aunque logró llevarse la elección (por 300 mil votos) sobre el PSOE (33.0% contra 31.7%), no consiguió sumar con el ultraderechista Vox esta mayoría de diputados, y ahora el gobierno es un verdadero laberinto y la gobernabilidad está en el aire. Si bien es cierto que el PP obtuvo 47 nuevos diputados para lograr un total de 136 (en las elecciones de 2019 tenía 89), Vox vio su número de diputados bajar de 52, que obtuvo en 2019, a 33 en estas elecciones. Ciertamente una victoria ajustada la del PP que no le permitirá formar gobierno y menos aún con el portazo que el PNV le acaba de dar a Núñez Feijóo, cuando éste los llamó para que se unieran al PP para formar gobierno. La futura gobernabilidad en España dependerá de que una de las dos fuerzas dominantes (PP y PSOE) logren sumarse con las fuerzas políticas pequeñas para llegar a un acuerdo en la formación de gobierno. Por lo pronto, el PSOE tiene en la izquierda del partido Sumar (31 diputados) a un aliado natural, con quien pactó una alianza.
Así, uno, el PP, se alía con el extremo derechista y la otra, el PSOE, se une a una izquierda relativamente moderada, en Sumar, que aglutina a Unidas Podemos, Más País-Equo y Más País-Compromís; aunque hay que decir que en el caso de Podemos siempre se ha recurrido al extremo. El fracaso de esta alianza, pero sobre todo de Vox, es una buena noticia para la sobrevivencia de la democracia española. Ambos, destacando a Vox, se manifiestan a favor del retroceso más grosero de la política social, incluido el aumento al salario mínimo, la reforma laboral, la ley de pensiones, la transición ecológica y el cambio climático, los derechos de la minoría LGBTQ+ y, en forma relativamente dominante, son euroescépticos (en Vox hay tintes euroescépticos muy firmes). Además, influyó enormemente en los últimos cuatro días de campaña, la ausencia de Feijóo del debate a cuatro y la amistad revelada de éste con el narcotraficante Marcial Dorado, quien empezó su carrera como contrabandista y la continuó como mafioso.
Por otro lado, en el plano internacional, pero particularmente europeo, el fracaso de la derecha y la ultraderecha española retrasa los planes ultras de la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, de normalizar la penetración de la derecha en las instituciones europeas, sobre todo ahora que en ese país, como en Suecia, Finlandia, Polonia y Hungría, la fusión de las derechas, extrema y moderada, tiende a un pacto de cierre de filas con todas la implicaciones negativas que esto tiene, principalmente en lo que se refiere a la profundización de una Europa más democrática e igualitaria. Ahora que las negociaciones para formar gobierno se están dando, se puede ver el alto costo de que el PP se haya arrojado a las manos de Vox, razón de más para quedarse solo y no tener interlocutores con los cuales negociar, salvo el propio Vox al que, fuera del PP, todos los partidos desprecian en España; además de que Vox mismo ha reaccionado en contra de cogobernar con el PP, a la que acusa de la pérdida de 19 diputados y del “fracaso de la alternativa”, retroceso que lo rebaja y lo aleja de la vicepresidencia que alguna vez Santiago Abascal, líder de Vox, anhelaba. Ahora se entiende la rápida respuesta del PNV negándose de entrada a hablar con Feijóo sobre cualquier acuerdo de gobierno en conjunto. Se va más cerca la posibilidad de que sea el PSOE el que sume acuerdos para armar gobierno y continuar en la Moncloa (eso sí, con un balance político precario) por cuatro años más. Esto aleja al PP de tener una gran presencia como partido conservador en el ajedrez político español y europeo, y paga así los costos de su discurso de crispación y de excesos retóricos en contra del PSOE y su dirigente. Lo que queda es que el PSOE negocie la abstención del partido Junts (con siete diputados), del perseguido expresidente catalán Carles Puigdemont, exiliado en Bélgica, y logre así sumar la mayoría absoluta con el resto de los partidos pequeños, o bien, la repetición de elecciones en las próximas semanas. Éstos son los dos escenarios que quedan. La moneda está en el aire, pero al parecer España revivió, a pesar del miedo que quiso y sigue queriendo introducir la derecha entre el electorado español.
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