Ciertamente, Ucrania ha sido una prioridad para Biden desde que inició su gestión a plenitud en política exterior. Se ha planteado esa causa como un factor de defensa y de afirmación del sentido identitario de la democracia occidental, representado en Ucrania en forma real y simbólica por la disrupción del proceso ucraniano debido a la invasión rusa. Ciertamente, el gobierno de Estados Unidos se enfoca de nuevo en Rusia a partir de que ésta invadiera Ucrania el 24 de febrero de 2022. La administración Biden ha enfatizado los impactos domésticos e internacionales del conflicto. Con el presidente Putin ocupando territorio ucraniano, con la intención de apropiárselo y con su amenaza velada de utilizar armas nucleares para proteger su aventura bélica, la necesidad de un liderazgo estadunidense fuerte se ha hecho cada vez más presente y presionante dentro y fuera de EU. Un resultado, quizás no intencionado, de esta atención en Ucrania ha provocado que muchas de las prioridades de política exterior de Washington, en el pasado reciente, podrían haber sido puestas de lado, dada la necesidad de administrar la crisis ucraniana. Es obvio que otras prioridades como China o Irán no están dejadas de lado por Biden. No obstante, Ucrania está, en los hechos, absorbiendo las energías del aparato de política exterior estadunidense. Para darse una idea de las implicaciones que Ucrania ha tenido en la narrativa y práctica de la política exterior de Washington, basta con revisar el discurso que Biden dio a la Asamblea General de la ONU a fines de septiembre de 2022. En ese discurso Biden comienza afirmando que un miembro del Consejo de Seguridad (Rusia) ha invadido a un vecino y por más que en el mismo nunca dejó de mencionar a Ucrania, se permitió, sin embargo, algunos breves espacios para mencionar el peligro de largo plazo que representa China, que desde el principio de su administración fue un tema prioritario, en términos de considerarlo una amenaza existencial. Una vez que quedó claro –no con el énfasis original del inicio de su mandato– que China se percibía como un competidor en varios frentes, principalmente el económico, que, combinado con el militar, diplomático y el poder tecnológico, representaba una amenaza sostenida para el orden internacional, Biden repasó algunos otros temas como prioridades tangenciales, tales como el cambio climático, Irán, Corea del Norte y la paz en Medio Oriente.
Desde que la invasión a Ucrania tuvo lugar, el gobierno de Biden concibió a China como actor involucrado en la crisis y percibió la posibilidad de que Beijing pudiera aprovecharse de la distracción de Washington a fin de invadir Taiwán. Esto lo advirtió Biden en marzo de 2022 directamente al presidente Xi, justo al empezar la “operación militar especial” rusa. El presidente estadunidense enfatizó que habría consecuencias si China proporcionaba apoyo material a Rusia –en la forma de armas– mientras Moscú masacraba y bombardeaba brutalmente las ciudades y la población civil ucraniana. Salvo el plan de paz, hasta el momento no hemos visto indicios de que China pretenda involucrarse más en el conflicto. En todo caso, ha habido acercamientos y reuniones entre Putin y Xi a fin de mostrar un frente unido frente a la alianza occidental, pero por el momento no se observa ningún otro movimiento visible en el que se advierta un involucramiento profundo de China.
Irán ha pasado a ser un tema que se quiso que fuera marginal por priorizar la amenaza rusa, o dejó de ser marginal, pues ante la crisis por el bombardeo a una base de EU en Irak y el derribo de un avión comercial ucraniano y las consecuentes sanciones de EU, la cuestión se calentó a grados impredecibles. Irán volvió a ser un problema para Washington. A estas alturas, el pacto nuclear con Irán se ve lejano dados estos acontecimientos recientes (9-10 de agosto). De hecho, hay que decir que, al tiempo que Trump lo condenó a su cancelación y el ascenso de Ebrahim Raisi al poder en 2021 lo complicó aún más, este pacto prácticamente murió cuando Teherán lo rechazó con el apoyo del máximo líder, Alí Khamenei, ambos dirigentes partidarios de la línea dura frente a Occidente: el líder supremo calificó a los aliados de EU como lacayos de Washington al declarar sobre el derribo del avión de pasajeros ucraniano, cuyos autores el propio Khamenei supuestamente desconoce, y ha emprendido una investigación para encontrar a los responsables del atentado dentro de las fuerzas de seguridad y militares de Irán. Queda por ver por cuánto tiempo Washington está dispuesto a exponer su hegemonía en progresivo declive, por apoyar la causa de Ucrania.
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