La jugada fue una de ajedrez, Putin, Irán y Hamás sabían del carácter irascible de Benjamin Netanyahu, de su debilidad interna, de las causas judiciales que se le siguen por corrupto, de su alianza política con la extrema derecha fundamentalista y de su alianza con Washington, quien hoy día arrastra los déficits políticos de Netanyahu y arriesga, con su apoyo al psicópata, nuevos atentados terroristas en territorio estadunidense. Así que el momento para provocar un sismo y fractura geopolítica era el 7 de octubre, día en que las brigadas de Ezedin Al Qasam, brazo armado de Hamás, atacaron brutalmente a varias comunidades israelís, matando a alrededor de 1400 vidas inocentes de niños, ancianos y adultos. También secuestró a más de 200 ciudadanos israelís, quienes ahora estarán ocultos en algunos de los bunkers del grupo terrorista, por supuesto, los que hayan sobrevivido a los bárbaros maltratos de Hamás y los desquiciados bombardeos israelís ordenados por Netanyahu y por su estado mayor, igual de desquiciado que él.
Ambos bandos optaron por la violencia, por la guerra, de la cual son rehenes hoy ellos y sus aliados, incluido EU. Y hoy tienen secuestrada a la Franja de Gaza en el enfrentamiento más crudo en 50 años que ha tenido lugar entre israelís y los grupos extremistas que se dicen representantes del pueblo palestino y que, en realidad, son un grupo de yihadistas islámicos radicalizados, que, junto con Irán, lo único que quieren es la extinción del Estado de Israel, y les importa un pepino la opción de la creación de los dos estados, la cual ha emergido de nueva cuenta con mucha más fuerza que antes, por parte de la comunidad global.
Esta nueva fractura geopolítica (la otra es Ucrania) en una región de alta volatilidad, está agitando las aguas y el debate global e impactará la correlación de fuerzas en Estados Unidos. Y esto ocurre porque las Fuerzas Armadas de Israel (que hasta el momento le son leales a Netanyahu, pero es factible una ruptura) continúan su despiadada respuesta militar al salvaje ataque de Hamás contra población inocente israelí. Estos ataques han provocado un gran sufrimiento contra dos millones de habitantes en la Franja de Gaza. En días recientes, la Asamblea General de la ONU ha apoyado por amplia mayoría –con 121 votos a favor, 44 abstenciones y 14 en contra– una resolución que invoca una tregua humanitaria. Aparte de evidenciar cómo está dividida Europa (Alemania y Gran Bretaña se abstuvieron), será difícil que Israel y EU la acepten. Más bien todo apunta a que Israel no sólo no acepta el alto al fuego, sino que ni siquiera dejará entrar la ayuda humanitaria que requieren los ciudadanos palestinos y, por el contrario, intensificará la ofensiva militar, especialmente ahora que ya empezaron las operaciones terrestres y el enfrentamiento cuerpo a cuerpo entre los soldados israelís y los comandos terroristas de Hamás.
Si bien es cierto que Israel tiene derecho a defenderse, lo tiene que hacer dentro del marco del derecho internacional y no a expensas de él. Los preceptos legales del derecho internacional exigen distinguir entre objetivos civiles y militares y está claro que Israel los ha violado al bombardear repetidamente campamentos de refugiados y zonas en donde la población civil prevalece, con el argumento de que los comandos de Hamás se ocultan bajo tierra en bunkers y túneles. Así las cosas, la ONU habla ya de crímenes de guerra. Por ahora, se puede ya concluir que los bombardeos y el bloqueo son totalmente desproporcionados e inaceptables. Hasta el momento, la indignación de las opiniones públicas internacionales es cada vez más creciente y se palpa en Estados Unidos y en prácticamente todas las capitales europeas, una radicalización política tanto del progresismo como de otros sectores más moderados de la política. Biden está ante un serio dilema de continuar su apoyo incondicional a Israel que muy factiblemente le provocará la pérdida de apoyo de la liga de los musulmanes demócratas, judíos liberales y otros sectores de ese partido y de la población en general, destacando la población de jóvenes, que muy bien pueden inclinar la balanza de las votaciones en 2024. Por lo pronto, la mayoría republicana en la Cámara baja, aprobó la ayuda a Israel y descartó la ayuda ofrecida a Ucrania, lo cual es un duro golpe a Biden y su política exterior en Ucrania. Es posible decir que la guerra entre Israel y Hamás “remodelará la política occidental”, como lo dice Ross Duthat. No cabe duda de que el desbalance político en EU ante esta presumible provocación será pronto muy visible, ocasionando probablemente que Biden tenga que traicionar sus posturas moderadas originales de política exterior, todo lo cual le puede costar la reelección.
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