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Kissinger

Henry Kissinger


Más que hacedor de príncipes, Henry Kissinger fue el sostén de varios presidentes de Estados Unidos desde los tiempos de Richard Nixon hasta George W. Bush e incluso Donald Trump. Fue, en la era moderna (Guerra Fría y sus postrimerías), el actor más destacado del realismo político que contribuyó al diseño de políticas públicas en política exterior. Kissinger es el fundador de la realpolitik moderna implementada en un contexto de guerra fría tan complejo como peligroso y frente al cual hubo de actuar con una frialdad, así como brillantez pasmosas. Inmigrante de Alemania a Estados Unidos en 1938, a los 15 años, por la persecución nazi en contra de los judíos, salió del continente europeo en compañía de sus padres y hermano menor, con una gran puntualidad para evitar ir a los campos de concentración y el estallamiento del conflicto bélico. Posteriormente militaría como agente de contra inteligencia de Estados Unidos en la propia Alemania durante la guerra, en donde antes había fungido como traductor simultáneo.

Simultáneamente a los diálogos con la URSS, Nixon y Kissinger abrieron espacios de acercamiento con China, en lo que vendría a ser una détente estratégica que terminaría con 23 años de aislamiento con China y, al mismo tiempo, presionaría a Moscú para establecer negociaciones diplomáticas sobre la cuestión nuclear. La corona del pastel de esta apertura con China fue el viaje de Nixon a Pekín en 1972, que Kissinger armó con enorme secrecía y cuidado, y que llevaría a Nixon a reunirse con Mao Zedong y Zhou Enlai. La razón de esta secrecía era que existían en Estados Unidos fuertes resistencias anticomunistas entre amplios sectores de la clase política. En todo caso, resulta paradójico que el presidente más anticomunista que había tenido EU, simpatizara con la idea (ulteriormente considerada como brillante) de acercarse al mundo comunista con tal nivel de apertura. El genio de Kissinger y el pragmatismo de Nixon, y del propio Kissinger, se pondrían de manifiesto en este enorme logro en política exterior.

Quizá uno de los momentos más polémicos para la realpolitik de Kissinger, fue lo vivido durante las negociaciones de paz en Vietnam. Aunque él y Nixon aceptaron el retiro de tropas de Vietnam del Sur, también ordenaron el brutal bombardeo de la neutral Camboya, en un esfuerzo por disminuir la fuerza e infraestructura de los comunistas vietnamitas. En total se sabe que tiraron dos millones de toneladas de bombas sobre esa ciudad matando a 50 mil personas, la mayoría civiles, al tiempo que mandaban tropas de tierra, lo cual agudizó las protestas en Estados Unidos de enormes sectores de la sociedad. Este garrafal error estratégico trajo también como consecuencia el régimen de Pol Pot y sus temibles campos de la muerte (killing fields). Finalmente, las negociaciones de paz trajeron como resultado el polémico otorgamiento del Nobel de la Paz a Kissinger y a Le Duc Tho, exguerrillero del Viet Cong y artífice de Vietnam del Norte en las negociaciones de paz y quien rechazaría el premio. Para rematar la polémica, el otorgamiento de este premio a Kissinger provocaría la renuncia de dos miembros del comité de selección del Nobel.

Kissinger fue un personaje amado y odiado en el sistema internacional. Su actuación en el apoyo al dictador Augusto Pinochet en Chile, cuando este traicionó y derrocó al presidente electo democráticamente, Salvador Allende, sería, a la postre, una de las razones por la que Kissinger sería repudiado en América Latina y otras regiones del globo. Su famosa idea de que EU no se mantendría callado frente a la elección de un presidente comunista, debido a la irresponsabilidad de su propio pueblo, viene constantemente a la memoria como una oprobiosa idea que sólo una mente perversa podía concebir. Chile fue siempre el talón de Aquiles de Kissinger, y la razón por la que fue perseguido por diversas cortes internacionales debido a las muertes causadas por Pinochet; así como también lo fue su apoyo a la junta militar y a Jorge Rafael Videla y su guerra sucia en Argentina. Kissinger será recordado por su enorme genio para la política exterior, así como por su falta de principios éticos en la aplicación de políticas que, eventualmente, afectarían para mal la vida de muchas personas.

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