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El asesinato de Navalni

 Es imposible vivir en Rusia, pero morir es posible.

Dmitri Merezhkovski, (filósofo ruso, muerto en las cárceles de Stalin)


Aléxei Navalni, el disidente preso antiputinista ruso, murió a los 47 años, el 16 de febrero pasado, en extrañas circunstancias. Esto ocurrió en el penal de alta seguridad conocido como Lobo Polar, en el Ártico, un Gulag en el Polo Norte a dos mil kilómetros de Moscú y al que fue trasladado en secreto en diciembre pasado por las fuerzas de Vladimir Putin. Las condiciones en las que se encontraba Navalni eran ya de por sí precarias y es conocido que, en esta prisión, el trato a los reclusos es severo e inhumano, sometiéndolos a torturas y maltratos constantes. El disidente había sido encarcelado en varias ocasiones desde las protestas por las irregularidades electorales de 2011 y que denunció a los cuatro vientos a un alto costo. Posteriormente, fue envenenado en agosto de 2020 por los servicios secretos rusos y con conocimiento del Kremlin, con un agente nervioso (novichok) cuando se encontraba en Siberia y se salvó de milagro después de que Angela Merkel, entonces canciller de Alemania, intermediara para que fuera autorizado su traslado a Berlín en donde le salvarían la vida en el hospital Charité de la capital alemana después de un largo coma inducido que duró 19 días. Ya recuperado, Navalni se empeñó en regresar a Rusia a continuar su lucha de resistencia al régimen autocrático y despótico encabezado por Putin, lo cual hizo en enero de 2021. En cuanto aterrizó, Navalni fue detenido, encarcelado de nueva cuenta y posteriormente condenado a 19 años de prisión severa en 2023 por extremismo. Las condiciones en prisión fueron, en efecto, severas: Navalni estuvo al menos 27 veces en celdas de castigo (en total 300 días) por nimiedades como citar una decisión del Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo (siete días), por leer una declaración del mismo tribunal (15 días), o no abrocharse el último botón de una camisa estrecha (tres días). Parece cómico, pero resultan patéticos los excesos carcelarios del putinismo. Este fue el clima represivo que rodeó su confinamiento y es, de hecho, sorprendente que Navalni haya sobrevivido por tanto tiempo a este trato inhumano en las cárceles de Putin. Trato, que le es aplicado a todos los miembros de la disidencia atrapados por los cuerpos de seguridad del tirano ruso.


En efecto, en la Rusia de Putin, los opositores están en el exilio, en prisión o muertos, la mayoría de ellos en muy sospechosas circunstancias, lo cual refleja el régimen de terror que domina en Rusia desde que Putin es autoridad máxima y ahora aún más cuando se propone ir por una nueva reelección que lo perpetuaría en el poder hasta 2030 y así sucesivamente, toda vez que las modificaciones legales que Putin y la Duma totalmente controlada, hicieron a modo, le permiten seguir reinando Rusia a perpetuidad. Y para esto, lo único que puede hacer es endurecer su régimen, reprimiendo cualquier signo de oposición venga de donde venga. Si bien las causas de la defunción no han sido esclarecidas, la percepción generalizada en Rusia y en el mundo es que Navalni fue asesinado, ya sea en forma premeditada (envenenamiento, por ejemplo), o bien por el progresivo deterioro a que fue sometido por el cruel régimen carcelario ruso. Por lo pronto, esta muerte ha servido para movilizar a varios sectores de una sociedad huérfana de justicia y democracia que se ha manifestado contra Putin en diferentes ciudades, provocando la ira represiva del déspota que ha detenido incluso a quienes han depositado flores en memoria del disidente. Es claro que el régimen ruso se endurece cada vez más y no ofrece alternativas de inclusión a la gente que vive con miedo los impulsos autoritarios de Putin. Es también claro que, a partir de este endurecimiento, existe una corriente al interior y exterior del aparato de Estado ruso que respalda el proyecto putinista de regresar a los tiempos de la Rusia imperial, más parecida a la de los tiempos del Zarismo, que a los de la era soviética. Putin quiere el renacimiento de la gran madre rusa que tanto poder le dio en su momento a su país. Esto no incluye regresar las exrepúblicas soviéticas a su antiguo espacio de dominación geopolítica que representó en su momento la Unión Soviética. Pero sí significa que el régimen se propone regresar a algo que sea lo más cercano a aquello. Navalni y sus colegas perseguidos, encarcelados y muertos representan, directa e indirectamente (en su clamor por la democracia republicana) la resistencia a que este ímpetu hegemónico triunfe y se consolide. El de Navalni fue un asesinato político y representa un aviso más del establishment ruso de que se protegerá en contra de los que quieren acabar con la era putinista.

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