Lo que está ocurriendo en Venezuela es alarmante. A pesar de los acuerdos de Barbados en los cuales Estados Unidos liberaría vuelos a Venezuela y ablandaría sanciones, sobre todo en el sector petrolero, a cambio de que el régimen chavista ablandara sus medidas y cesara la represión en contra de la oposición, Maduro se ha atrincherado y ha vuelto a las andanzas y a perseguir opositores. En días pasados detuvo a más de una decena de colaboradores de María Corina Machado, precandidata sumamente competitiva en contra de Maduro, en diversos actos intimidatorios y con acusaciones dudosas de terrorismo, complot y de intentar asesinar al dictador. Nada de eso ha sido probado y ante el riesgo de inhabilitación de la propia Machado por parte del Tribunal Supremo de Justicia, quien ganó el año pasado en unas primarias históricas con 92% de los votos, el viernes pasado cedió la candidatura a la académica Corina Yoris en consenso con toda la oposición de la Plataforma Unitaria. Ésta es una táctica ya usada por el antichavismo en el pasado y se trata de tener candidatos emergentes cuando el régimen inhabilitara a algún contendiente, como ha sido el estilo del chavismo desde siempre. Yoris, quien con esta medida tiene todo el capital político de Machado a su disposición, es una académica de un bajo perfil público —aunque muy distinguida dentro de su gremio— y ya ha iniciado los trámites de registro electrónico ante el Colegio Nacional Electoral (CNE), que es también un órgano censor del chavismo.
En todo caso lo que está en juego en este momento en Venezuela, es bastante. Se trata de la continuidad del régimen autoritario o del arribo de una oposición fresca al poder y el reinicio de la democracia en el marco de unas elecciones competitivas y con garantías de respeto en el resultado. No obstante, es evidente el arraigo chavista en el Estado, en los poderes públicos y en el sector militar y Maduro ha resultado ser el jefe de un Estado-poder que reprime a todo aquel que se mueva en contra de su mandato. Ante las detenciones de los colaboradores de Machado y miembros de su fuerza política, “Vente Venezuela”, la percepción generalizada es que esta ola de detenciones y órdenes de capturas no han hecho más que empezar con miras a las elecciones del 28 de julio. En este marco, es claro que el chavismo no tiene la intención de hacer y respetar una transición democrática.
En este contexto de represión generalizada por parte del chavismo, aparece el gobierno de México aliándose con Maduro en una aventura digna del surrealismo político, pero sobre todo de una ausencia de política exterior mínimamente congruente. Resulta que la canciller anunció que México estaría “coadyuvando” a repatriar venezolanos apoyándolos con un estipendio de 11 mil pesos distribuidos durante seis meses a cada venezolano que acepte ser repatriado o más bien deportado en vuelos procedentes de México, como argumenta Jorge Castañeda. Él considera esto como una mordida y como una medida que, en caso de que la repatriación no fuera voluntaria, sería violatoria de un principio fundamental de los derechos humanos, es decir la no devolución que bajo coerción y chantaje se estaría dando en este caso. México entra así a jugar sucio para Maduro y eventualmente a transgredir la ley al apoyar el regreso de ciudadanos a un país del cual huyeron y en donde quedarían en riesgo de sufrir atropellos de diversa índole. Fue de pena ajena escuchar la narrativa oficial cuando se dio la noticia. ¿Qué está haciendo México en Venezuela? ¿Qué obtiene nuestro país y que está aportando Maduro? Esta decisión de derrochar recursos pone en evidencia, una vez más que la política exterior del gobierno de AMLO está llena de ocurrencias y de acciones sin sentido y que carece de rumbo estratégico. Pero, sobre todo, qué necesidad tiene la Cancillería de irle a lamer los pies a Maduro y darle de abrazos en un momento en que éste ha desatado una ola represiva en contra de sus adversarios políticos y sigue hundiendo política y económicamente a Venezuela en un caos que posiblemente, si Maduro se reelige hasta 2030, tenga consecuencias irreversibles para la vida de millones de venezolanos, dentro y fuera de su país. Esta política exterior no representa a la mayoría de los mexicanos.
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